Jamling Tenzing, el sherpa que jamás volverá a escalar el Everest: “Puedes ser el mejor y morir en cualquier momento”
El hijo de la primera persona que coronó el pico más alto del planeta expone la íntima relación que une a un escalador con la montaña y critica que el turismo trata sin respeto los lugares sagrados: Jamling Tenzing (Darjeeling, India, 1966) es un hombre menudo, moreno y de prominentes mofletes que le dan aspecto de bonachón. Cuando cumplió 30 años, acudió al templo budista de Siliguri, en Bengala Occidental, porque aunque no es creyente y no veía la necesidad de encomendarse a los dioses, sabía que las tradiciones hay que respetarlas y seguirlas.
Sandra Vicente
Iba a ver al Rinpoché, unos maestros reencarnados del budismo que actúan como oráculos y dan consejos y augurios. Jamling fue a hacerle una pregunta importante, para la que llevaba tiempo preparándose. Estaba a punto de cumplir su sueño: escalar el Everest y seguir así los pasos de su padre, Tenzing Norgay, quien fue el sherpa de la primera expedición que logró coronar esta mítica cumbre.
Llevaba años entrenando, estaba en su mejor momento física y espiritualmente. Estaba preparado. Además, le habían nombrado escalador jefe de la expedición IMAX que iba a hacer un documental sobre la ascensión. Era su oportunidad. Pero el Rinpoché le dijo que no fuera. “Hay algo maligno en la montaña”.
Jamling, que preguntó al oráculo más por tradición que por superstición, hizo caso omiso de sus palabras y se limitó a llevar a cabo algunos rituales para contentar a su esposa, que sí era creyente. Pero el Rinpoché tenía razón y algo malo iba a pasar. El equipo, en el que iba entre otras la española Araceli Segarra, se encaramó a la montaña sin saber que esos días acabarían siendo conocidos como ‘La tragedia del Everest’.
Era 1996 y solo entre el 10 y el 11 de mayo, 11 personas perdieron la vida atrapadas en una tormenta de nieve. Durante aquellas jornadas, que convirtieron esa temporada en la tercera más mortífera del Everest, Jamling y su equipo estaban en la montaña. Fueron capaces de grabar las terribles condiciones meteorológicas de aquel ascenso. Pero ellos no murieron.
Con esta anécdota empieza el libro Más cerca de mi padre (Capitán Swing, 2025), una mirada al pasado de Jamling Tenzing Norgay, un hombre que ha dedicado su vida a las montañas inspirado por la figura de su padre. Fue él quien le sembró la semilla de la escalada y la ambición de coronar los cielos.
Jamling fue capaz de escalar el Everest y llegó a casa sano y salvo. Después de ese ascenso, se convertiría en sherpa, pero jamás volvería a escalar esa cumbre. “Fue un sueño cumplido que llevaba arrastrando desde los ocho años. Quería hacerlo para acercarme a mi padre, para entenderle mejor, pero también para alejarme de su sombra”, explica este sherpa en una videoconferencia desde su casa, en India.
Hasta aquel momento, Jamling siempre había sido conocido como “el hijo de Tenzing Norgay”, un icono y un ídolo para muchos. Para su hijo también. Pero él quería tener su propio nombre e historia, su propio vínculo con la montaña. Y lo consiguió. “Fue un peregrinaje, un homenaje a mi padre y una manera de encontrarme a mí mismo. Pero ya fue, no iba a volver a subir”, reconoce.
Cuando se le pregunta por qué, se ríe y culpa a su mujer, con quien se había casado poco antes de la ascensión. “Cuando estás en un matrimonio, debes procurar no enfadar a tu esposa. Y yo le prometí que lo haría una sola vez”, bromea. En realidad, el motivo era más serio. Cuando bajó, sintió que ya había cumplido su objetivo y ya no tenía motivos para enfrentarse al “terrible peligro” que supone encararse al Everest.
“Tienes un 50% de probabilidades de volver con vida. No importa cómo de fuerte estés o que seas un experto escalador. Puedes ser el mejor del mundo y morir en cualquier momento”, asegura, serio, Jamling. Pone de ejemplo a Rob Hall, con quien coincidió en el campo base y que murió en la ‘Tragedia’. También a Scott Fischer, que estuvo con él en la expedición IMAX y murió en el 'desastre del Everest' de 1996.
También nombra a Babu Chidi, un sherpa experimentado que batió diversos récords mundiales y llegó a dormir en la cumbre sin necesidad de oxígeno. Había escalado el Everest más de 10 veces, pero durante su último ascenso, cayó en una brecha y murió. “Era en el campamento dos. Nunca nadie muere en el campamento dos. Pero a él le pasó. Así que sí, cualquier cosa te puede pasar en la montaña”.
De la espiritualidad a la comercialización
“Yo escalo el Everest para que tú no tengas que hacerlo”. Así le respondió su padre cuando Jamling le propuso, a los 18 años, formar parte de una de sus expediciones. Cada subida puede ser mortal para los sherpas, pero también muy lucrativa. Con las escaladas, el padre de esta humilde familia india pudo enviar a sus hijos a estudiar al extranjero. Quería asegurarles un futuro y un trabajo que no les expusiera a la muerte.
Pero Jamling sabía que no podría tener jamás un empleo de oficina. Se pasó sus años en Estados Unidos entrenando, siempre en la naturaleza, y con la cabeza puesta en el Everest. “Es curioso, pero alejándome de las cumbres, lo único que conseguí fue que me obsesionaran”, dice hoy.
Tardó años en poder unirse a su primera expedición. La primera ascensión que le propusieron fue en el papel de recogedor de basuras, algo que vio casi como una ofensa y declinó la oferta. Luego, el legado de su padre hizo que IMAX le llamara para hacer el documental Everest (1998) y vio su momento. Para él era un reto y una obsesión particular. Pero la montaña, para los sherpas, es mucho más.
La cosmovisión budista las ve como un lugar sagrado, allá donde viven los dioses. Jamling no comulgaba con aquello, pero poco a poco, ascensión tras ascensión, fue entendiéndolo. “El Everest es una zona de muerte y eso te lleva a pensar en Dios. Básicamente porque cuando estás en peligro te pasas el rato rezando”, bromea.
El sherpa sí admite que, ya fuera por precaución, superstición o verdadera espiritualidad, empezó a participar en los rituales, en las plegarias y hasta se avino a bendecir su material de alpinismo. “Y lo sigo haciendo, sea una ascensión grande o pequeña”.
La clave, para él, es el respeto. Tanto a la montaña –“aproxímate a ella como lo harías para subir al regazo de tu madre”– como a la cultura de las personas que siempre han vivido a su alrededor. “Para nosotros, las montañas son lugares sagrados y, creas en eso o no, así deben ser tratadas”, sostiene.
El respeto se ha ido difuminando en los últimos años. Sobre todo desde que la cumbre del Everest se ha convertido en poco menos que un destino turístico. “Cuando empecé yo, ver 50 personas en la cima cuando llegabas era muchísimo. Hoy puede haber tranquilamente más de 300”, se lamenta Tenzing.
La masificación ha tenido consecuencias. “Durante este tiempo, la actitud de los turistas occidentales ha cambiado drásticamente. Los hay que hasta se consideran escaladores comerciales. Son gente que paga más de 200.000 dólares básicamente para que un sherpa les remonte montaña arriba sin tener que hacer ellos nada”, explica.
“Llegar a la cima se ve como algo seguro, una experiencia garantizada hoy en día. Los escaladores occidentales son demasiado arrogantes”, lamenta Jamling. Y eso ha hecho que se pierda el respeto por la montaña y también por los sherpas.
Antes, recuerda, la escalada era un trabajo en equipo, pero hoy muchos montañistas obligan al sherpa a que les cargue todo el equipo, que establezca la ruta, que cocine. “Es que a veces ni escalan. He tenido que empujar literalmente a clientes para subirles. Con lo que ello supone para mí: más gasto energético y, por tanto, más riesgo para mi vida”.
Por eso, aunque sigue guiando ascensos a picos menores, hace años que Jamling está enfocándose más en el cuidado de su comunidad, algo que también heredó de su padre. Después de convertirse en la primera persona en coronar el Everest, creó una fundación para ayudar a las viudas de los sherpas que no sobrevivieron a la expedición.
Su hijo ha seguido su legado y trabaja con una ONG con sede en Katmandú que escolariza a los niños de la zona, financia hospitales y trabaja por la promoción de la salud entre los sherpas. “La ambición y la arrogancia no bastan, ni en el Everest ni en la vida. La mejor lección que recibí, tanto de mi padre como de la montaña, fue la humildad. Los dos la exigían”, cierra Jamling.
Fuente: https://www.eldiario.es/catalunya/jamling-tenzing-sherpa-volvera-escalar-everest-puedes-mejor-morir-momento_1_12456749.html - Imagen de portada: Jamling Tenzing, en una de las ascensiones que realiza como sherpa a diversos picos de los Himalaya Jack Anstey