¿Qué nos sucederá cuando los océanos mueran?





Escrito por Sea Shepherd Conservation Society   

Comentario por el Capitán Paul Watson
Durante el episodio de la segunda temporada de Piratas Ecológicos, donde el hielo de la Antártica arquea y tensa el casco de mi barco, muchos de mis tripulantes y la mayoría de la gente que vio el espectáculo de nuestras colisiones contra el hielo, quedaron perplejos por mi aparente falta de preocupación.
Por supuesto, tenía la situación bajo control, de manera que no había ninguna necesidad para estar excesivamente preocupado más allá de la normal inquietud y cautela que uno debe tener cuando navega en condiciones de hielo en un área remota.
Sin embargo, lo que me desconcertó es que tanta gente se alarmara y escandalizara por si se abría una brecha en mi barco mientras permanece ajena a las presiones y tensiones en el casco bioesférico de la astronave Tierra.
El enorme barco esférico, que nos lleva a todos a través del oscuro vacío del espacio, está ahora sufriendo una grave presión y los ingenieros ecológicos saben que tenemos en nuestras manos una situación muy grave, tan grave, que amenaza a la supervivencia y por tanto, al futuro de toda la especie humana.
Está sucediendo ahora. No estoy especulando sobre el futuro lejano. Actualmente, el primer golpe a nuestro sistema de sustento de vida global se está ensanchando y estamos apunto de experimentar nuestro primer fracaso importante de los sistemas.
Estamos a las puertas del primer gran colapso del ecosistema de la Holocena.
La Holocena es el sexto acontecimiento de extinción en masa más importante en la historia del planeta. El último acontecimiento de extinción fue la extinción del Cretáceo-Terciario, hace 65 millones de años y que hizo desaparecer a los dinosaurios. En los pasados 540 millones de años han habido cinco importantes acontecimientos en los que murieron más del 50% de las especies animales.
Esta, la sexta, se llama Holocena porque una especie, la nuestra, es responsable de este acontecimiento catastrófico que entre el 2000 y 2065 verá más especies de plantas y animales extinguirse que las que hemos perdido durante los últimos sesenta y cinco millones de años.
Es un desastre grave, mayor que cualquier guerra, tsunami, terremoto o incendio, sin embargo, pese a leer los periódicos o mirar la televisión, uno encuentra serias dificultades para apreciar algún tipo de urgencia, ni tan siquiera muestras de gran preocupación.
Esta semana, Charlie Veron, ex jefe científico del Instituto australiano de Ciencia Marina afirmaba: "No hay salida, ninguna escapatoria. La Gran Barrera de Coral desaparecerá en 20 años más o menos."
Según Veron: "Una vez el dióxido de carbono alcance los niveles pronosticados para el 2030 y 2060, todos los arrecifes de coral del mundo estarán condenados a extinguirse... Será el primer ecosistema global del mundo en derrumbarse. Tengo el apoyo de cada científico sobre arrecifes de coral, de cada organización de investigación. Les he hablado a todos. Esto es grave. Esto es una realidad."
Los comentarios del Dr. Veron se daban el lunes mientras la Sociedad Zoológica de Londres, la Royal Society y el Programa Internacional sobre el Estado del Océano (PIEO) celebraban en Londres un encuentro crucial sobre el futuro de los arrecifes de coral. En una declaración conjunta, advertían que a mediados de siglo, las extinciones de los arrecifes de coral en todo el mundo serían inevitables.
Según un informe en el Times Online, el calentamiento del agua provoca que los pólipos del coral liberen el alga simbiótica que les proporciona el sustento. Estos 'acontecimientos de blanqueamiento' se extendieron durante El Niño de 1997-98 y cada vez son más frecuentes los sucesos localizados (durante un El Niño, gran parte del Pacífico tropical se hace anormalmente templado). Los arrecifes tardan décadas en recuperarse pero por el 2030 al 2050, en función de las emisiones y de los efectos de retroalimentación, el blanqueamiento tendrá lugar cada uno o cada dos años.
Si bien las temperaturas de la superficie del mar están aumentando de manera más rápida en las regiones tropicales, la otra gran amenaza para los arrecifes de coral procede de latitudes superiores. El agua fría de estas zonas absorbe y acidifica más fácilmente el dióxido de carbono atmosférico que el agua templada.
Cuando las concentraciones de dióxido de carbono alcanzan entre 480 y 500 partes por millón, el agua templada no supone ninguna barrera a la acidificación y por aquel entonces el PH en las regiones ecuatoriales habrá disminuido, lo que significa que cuanto más elevada sea la acidez, más imposible se hace el crecimiento de los arrecifes de coral en cualquier lugar del océano.
"Los arrecifes de coral son los ecosistemas marinos más sensibles," decía Alex Rogers, director científico de la PIEO.
"El aumento de las temperaturas y la disminución del PH supondrán un doble efecto. Los arrecifes estaban a salvo a niveles de CO2 de 350 partes por millón. Hoy estamos en los 387 ppm. Mas allá de los 450, el destino de los corales está sentenciado," proseguía.
En los acontecimientos de la quinta extinción en masa en la historia geológica, la clave fue el ciclo de carbono, donde el dióxido de carbono es la principal transmisión. Su concentración en la atmósfera es superior de lo que ha sido durante 20 millones de años. En la extinción Pérmica, como en todas las grandes extinciones, la vida marina tropical fue la que sufrió mayor impacto. Los corales que construyen los arrecifes tardaron más de diez millones de años en reaparecer.
La Gran Barrera de Coral, el ecosistema marino más importante y diverso del mundo, supone para Australia 4.5 billones de dólares (2.8 billones de libras) al año, en el mundo entero suponen 300 billones de dólares. "Pero es insignificante comparado con el coste que supone la pérdida de los arrecifes de coral," decía el Dr. Veron. "Para entonces, no será un asunto de ingresos sino un asunto de deterioro de los sustentos, economías y ecosistemas."
La declaración de una muerte certera de los sistemas de arrecifes de coral en el mundo, incluyendo la Gran Barrera de Coral, fue acogida por los medios de comunicación y por el gran público con bostezos y apatía. Veinte años es demasiado tiempo para captar los intereses de los políticos y la inquietud pública está distraída con Jennifer Aniston mirando de volver con Brad Pitt.
El mundo llora por la muerte de Michael Jackson pero apenas se percata de la cercana muerte de la Gran Barrera de Coral y de los millones de especies que dependen de los arrecifes para su supervivencia.
Como el poeta Leonard Cohen una vez escribió, "Estamos encerrados en nuestro sufrimiento y nuestros placeres son el precinto."
Mientras nos entrentenemos, los océanos y el planeta mueren.
El pronóstico no es bueno. Con el 90 por ciento de las pesquerías globales ya exterminadas y con un colapso irreversible de los sistemas de los arrecifes de coral sucediendo en este mismo momento, la situación es nefasta, casi desesperada.
Sin embargo tengo fe en que podemos resucitar los océanos, si detenemos la destrucción y la detenemos pronto.
El origen de este inminente colapso global del ecosistema son unos siete billones de seres humanos succionando la vida de los océanos como vampiros de perturbada lujuria.
La cuestión no es decir que deberíamos estar haciendo todo lo que sea posible por salvar a nuestros océanos, sino que debemos hacer todo lo que sea posible o más. Ya no tenemos elección. El fracaso en pasar a la acción, el fracaso en invertir la pauta solo tiene una consecuencia que es el colapso global del ecosistema o dicho de otra manera, el completo derrumbamiento del sistema de soporte de la vida para la astronave Tierra.
El mundo está lleno de locos ecológicos que niegan la realidad ecológica. El mundo está lleno de ciegas multitudes de imbéciles obsesionados en banales nimiedades o distraídos por fantasías que van desde las absurdas religiones al entretenimiento.
De lo que carece el mundo es de ingenieros ecológicos y de guerreros preparados y dispuestos a abordar las amenazas con las que se enfrenta nuestro planeta y especialmente nuestros océanos.
Esto es lo que no entiende la gran mayoría de la gente: los sistemas ecológicos marinos empezarán a colapsarse a menos que no detengamos la degradación de nuestros océanos y cuando la mayor parte de éstos se pierdan, los océanos morirán.
Y si los océanos mueren entonces la civilización se derrumba y todos morimos.
Es tan simple como eso y la elección está entre cometer un absurdo suicidio colectivo en masa, esto es, el último homicidio total, o levantarse y luchar por la supervivencia.
Lo único cierto es que nos estamos quedando sin tiempo.
Esta es la forma en la que el mundo acaba
Esta es la forma en la que el mundo acaba
Esta es la forma en la que el mundo acaba
No con un estallido si no con una lamentación
-T.S. Eliot
The Hollow Men
Fuente: Sea Shepherd Conservation Society
Trabajo de Traducción: Ocean Sentry www.oceansentry.org

-------------------------------------------



CAMBIO CLIMÁTICO: El G-8 y el arte de no comprometerse

Por Sanjay Suri

El resultado de un foro organizado en el marco de la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos no augura nada bueno para la conferencia de las Naciones Unidas que debería alcanzar en diciembre un acuerdo internacional sobre cambio climático en la ciudad de Copenhague.

La declaración final del Foro de las Mayores Economías sobre Energía y Clima, divulgada el jueves, fue puro texto, sin cifras. Tampoco tenía promesas ni requisitos para nadie sobre cantidad de emisiones de gases invernadero permitidas ni sobre plazos. En cuanto la discusión se torna cuantitativa toda posibilidad de acuerdo queda truncada. 

El Foro es una de las instancias más representativas de la comunidad internacional. Participaron los integrantes del G-8 --Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia--, las cinco potencias emergentes --Brasil, China, India, México y Sudáfrica--, y Australia, Corea del Sur, Indonesia y la Unión Europea (UE). 

Son los actores más decisivos que nunca pueden ponerse de acuerdo en ninguna de las negociaciones sobre cambio climático. Y ésta no fue la excepción. 

Las naciones industrializadas presionaron para identificar objetivos concretos discutidos en cumbres anteriores, a saber, que los países en desarrollo se fijen metas cuantitativas para reducir sus emisiones de gases invernadero para 2050 o que se comprometan a tomar las medidas necesarias para evitar que la temperatura global del planeta suba más de dos grados este siglo. 

Las naciones en desarrollo plantearon objetivos para 2020. Primero, arguyeron, los países industrializados deben comprometerse, y llevar a cabo, la reducción de 40 por ciento de sus emisiones para ese año, en relación con las cantidades registradas en 1990. Estados Unidos prometió una disminución de 17 por ciento, pero respecto de sus volúmenes de contaminación de 2005. 

En la mesa de negociaciones, esas posiciones están tan alejadas como el polo Sur y el Norte. Es evidente que el clima está cambando bastante más que las posturas sobre el cambio climático. 

El no acuerdo brilló en la declaración final del Foro de las Mayores Economías. Lo máximo que reconoce el documento son algunos principios para sostener las negociaciones, o para sostener el fracaso de las mismas. 

Para contener el cambio climático debe "respetarse el desarrollo social y económico de las naciones en desarrollo", reza la declaración. 

También se aseguró que los países industrializados mantuvieran su adhesión al principio de responsabilidades compartidas pero diferenciadas, lo que presagia largas discusiones sobre la precisión de los términos para no comprometerse con objetivos concretos. 

Las diferencias en el Foro, que se trasladarán a la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, se concentraron sobre el grado en que deben diferenciarse esas responsabilidades. La distancia entre las posiciones fue enorme, cuando no falta mucho para la reunión de diciembre. 

El acuerdo versó sobre "acciones nacionales de mitigación adecuadas" que puedan ser "medidas de forma viable, difundidas y verificadas". Quién sabe qué es adecuado para cada país. Si se quedan cortos, no importa. Tampoco hay una sola palabra sobre qué pasa en ese caso. 

Las naciones en desarrollo "tomarán acciones sin demora que incidirán en las emisiones y representarán una desviación significativa a mediano plazo de lo hecho hasta ahora en materia de desarrollo sostenible, con respaldo financiero, tecnológico y para la creación de capacidades", señala el documento. 

El punto más alto de la contaminación debe presentarse "lo antes posible", añade, y reconoce que el "plazo para que las naciones en desarrollo alcancen su máximo demorará más teniendo en cuenta que el desarrollo social y económico y la erradicación de la pobreza son las prioridades para esos países". 

Los 17 actores "reconocen la visión científica" de que el aumento de temperatura debe ser menor a dos grados e "identificarán un objetivo global" para "reducir las emisiones en el mundo para 2050". 

El mundo espera sin mucha expectativa. 

El argumento de que los gases invernadero que agravan el recalentamiento planetario y causan el cambio climático proceden sobre todo de los países industriales y por tanto ellos deben pagar por sus pecados, tiene su lógica. Y también tiene lógica que un acuerdo internacional no puede obligar a miles de millones de personas a seguir siendo pobres porque las ricas no hicieron lo que tenían que hacer cuando debían hacerlo. 

Pero un buen argumento no basta para conseguir buenos resultados.

Fuente: IPS noticias

Entradas populares de este blog

Científicos declaran oficialmente el fluoruro (flúor) como una neurotoxina

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Japón decidió deshacerse de todos los hornos de microondas en el país antes de finales de este año