Peligros sobre el pewen: Un monumento natural frágil que habita sólo Chile y Argentina

Tiempos complejos viven los bosques de araucaria. Científicos de la Universidad de la Frontera han alertado sobre el riesgo que ha generado la sobreexplotación del piñón, la semilla de este árbol milenario que los mapuche llaman pewen. Señalan que debiera declararse en peligro, restringiendo su comercialización. Las comunidades pewenche, que desde siglos lo han aprovechado, critican igualmente la recolección excesiva.
Por Felipe Montalva

Impactantes eran las imágenes de marzo y abril de 2015, con los pewenes (Araucaria araucana) en llamas, en la Reserva China Muerta y en los cerros de la comunidad Meliñir, en Quinquén, en la cordillera de la región de la Araucanía. El fuego se llevó un número cercano a los 500 mil pewenes. Sin considerar otras especies vegetales, animales, insectos, hongos y microorganismos.
“El incendio de China Muerta fue la gota que rebalsó el vaso, en el sentido de despertar las conciencias a nivel nacional, de que el araucaria es una especie relicta (un vestigio), que posee formaciones boscosas milenarias. Es un patrimonio no sólo de los chilenos, si no de la humanidad”. Las palabras corresponden a Rubén Carrillo, biólogo de la Universidad de la Frontera (UFRO), de Temuco. Hace unos meses, junto a algunos colegas, inició una serie de gestiones para que el imponente árbol sea declarado “en peligro” y no “vulnerable”, como se encuentra hoy para la normativa ambiental. Con ese objetivo, ha enviado misivas a Pablo Badenier, ministro de Medio Ambiente y se ha reunido con parlamentarios.
Si bien, el pewen posee el carácter de “Monumento Natural” desde 1990, que impide su tala, corte y explotación salvo de los árboles muertos o que no desarrollen actividad fotosintética, para Carrillo no es suficiente ya que no se resguarda la semilla, el piñón. “Este tipo de plantas no presenta fruto. El piñón es la semilla. Las especies más evolucionadas tienen fruto, por tanto la distribución y dispersión para su reproducción es bastante más versátil”. El pewen es una gimnosperma, un tipo de vegetal cuyos antepasados filogéneticos compartieron la tierra con los dinosaurios. Pese a ser resistente a temperaturas extremas, y adaptado a suelos compuestos de escoria volcánica, la acción de otras especies vegetales y, en los últimos siglos, la del humano, lo ha confinado a lugares escarpados, sobre los 600 metros sobre el nivel del mar. Posee un desarrollo extremadamente lento; sólo después de 25 a 60 años aparecen sus órganos reproductores.
Otro rasgo es su distribución discontínua. De este lado de los Andes, hay bosques entre el volcán Antuco y el volcán Lanín. Por el lado argentino, son abundantes en Neuquén, en los departamentos de Aluminé y Picunches. Hacia el oeste, se hallan formaciones sobre la cordillera de Nahuelbuta. La locación más austral -y cercana al océano- es en Carahue, en Villa Las Araucarias, donde la UFRO tiene un predio a cargo de Carrillo.
Las medidas de protección solicitadas son concretas. Establecer una prohibición, tipo veda, de la comercialización de su semilla. “Ahora hay gente que extrae, acopia y vende; que lleva el piñón a los grandes supermercados y que no tiene ninguna identidad para con estos bosques”, enjuicia el biólogo. “Hoy la sociedad es consumista; se exacerba el consumir por consumir y que unos pocos ganen mucho”, se explaya y añade un ejemplo: “En Villa Las Araucarias, se hizo un cierre perimetral, con el objetivo de generar educación ambiental y proyectos de conservación. Es pequeña la superficie pero, desde el punto de vista fito y biogeográfico es tremendamente interesante. Tengo a mi cargo un proyecto de restauración biológica, y nos preocupamos de colectar semillas entre los lugareños. Además, teníamos un ejemplar hembra de 7 a 8 conos (cabezas), que habían semillado y estábamos esperando que las semillas cayeran para cosechar. Pues bien, un día llegamos y las personas del lugar rompieron las ramas y sacaron todo. Porque es plata y no tienen educación”.
CONTRASTES
Carrillo señala que, de la restricción propuesta, se eximiría a las comunidades mapuche-pewenche. “Declarar períodos de no extracción de su semilla, conlleva a disminuir la oferta del producto, restringiendo su disponibilidad, lo que implicaría un aumento en el precio del piñón. Esto podría aumentar los ingresos de comunidades y regular el comercio indiscriminado”, plantea la solicitud al ministerio del Medio Ambiente.
En las últimas semanas, los dichos del biólogo de la UFRO causaron la respuesta del director ejecutivo de CONAF, Aarón Cavieres, entidad estatal a cargo del resguardo al pewen, entre otras tareas. Entrevistado por 24 Horas, éste indicó que “la fiscalización era total” a la protección en tanto Monumento Natural, y que ya se desarrollaba un trabajo, junto a comunidades de Melipeuco y Curacautín, en pos de evitar la recolecta indiscriminada por parte de gente forastera. “No tenemos problema de regeneración (del pewen)”, subrayó.
En junio pasado, la Fundación Revivamos China Muerta, de Melipeuco, y CONAF realizaron una siembra de 500 kilos de piñones, desde un helicóptero, sobre los terrenos de la estragada Reserva. “Es mucho más importante llegar donde el hombre sí puede y hay daño”, comenta Carrillo. “Se debió haber hecho previamente un programa de viverización; de haber generado plantas, con un sustrato, con suelo, con vida, y haberlos llevado a un lugar”.
Es de justicia señalar que, en Argentina, el pewen está protegido por ley desde 1960. La recolección del piñón se halla regularizada mediante cupos máximos para consumo y comercialización. Por persona y grupo familiar. Además, cada cargamento de piñones debe contar con la Guía Forestal Única expedida por la subsecretaría de Producción a través de la dirección de Gestión de Bosque Nativo. Entre las normas, se indica que se deberán recolectar exclusivamente las semillas del suelo y a una distancia no menor a mil metros de donde se encuentren pobladores asentados en forma permanente o transitoria. Bastante alejado de la realidad chilena.
LA INVASIÓN
Durante siglos, el piñón fue vital para la subsistencia de las comunidades pewenche, en las rigurosísimas condiciones cordilleranas. Tostado, cocido, hecho harina, trasformado en muday (o michay), la célebre chicha de piñón… Estas preparaciones se mantienen hasta hoy. Tal como la recolección, que se realiza en la temporada del walüng, parecido al verano occidental, es decir, entre enero y los primeros días de abril. El sol calienta los conos (o cabezas) ubicados en los extremos de las ramas. Familias enteras suben a las pinaladas, con sacos y morrales a recolectar los piñones caídos al pie de los pewenes.
En Curarrehue, los lugareños hacen la recogida en sectores que se empinan en los cerros… Puesco, Maite, Maichinahuil, Chocol, Huampoe, Momolluco y la reserva nacional Volcán Villarrica. En la ruka de su organización, en el sector Pichikurarrewe, conversamos con los miembros de la comunidad Walüng, la actual denominación de la agrupación que desarrolla las ferias estacionales, donde venden sus productos y desarrollan educación.
Les preocupa la situación. Saben que el árbol no entrega piñones todas las temporadas. “Tiene su descanso. No es como la cereza o la manzana. Acá en Curarrehue, pasaron 2 años en que no hubo piñón, nada. En cambio, en este, que era de piñones, quedó la escoba”, cuenta Ester Epulef. Los otros comuneros apuntan a ciertos factores que facilitan su sobreexplotación, como la facilidad de acceso que proveen las nuevas rutas asfaltadas. “Justo acá, en Puesco, está la carretera. Llegar y bajarse; hacer picnic, recoger y hacer daño nomás”, comenta Pablo Epulef. Ester Epulef acota: “Hay sectores donde las comunidades mismas cuidan sus lugares”.
Para el modo pewenche, tradicional, la recolección es una cultura. Con protocolos, peticiones de permiso a los ngens (entidades dueñas) de los cerros. Una oración a Retxikura, el guardián de los bosques de pewen. Además, de un modo de recogida donde también se siembra. “Yo sé que se va dejando un puñado… Algunos dicen que no hay que dejarlos sembrados sino botaditos”, cuenta Jeyo, uno de los jóvenes del grupo.
La charla avanza. Algunos señalan el daño al piñón que dejan las especies introducidas como el jabalí. O las prácticas turísticas, sin conciencia. “Habría que prohibir un poco la invasión. (Muchos) llegaron… ¡que linda la cabeza! y ¡paf! Vamos cortando… Eso jamás a nosotros se nos ha ocurrido. O tenerla de adorno en la casa. Eso es lo que ocurre con la gente que no tiene la práctica de piñonear”, plantea Pablo Epulef.
Lina Portius, miembro también de Walüng, añade: “Esa es la enseñanza de acá, de las araucarias, de los pewenche; que cuidando, la naturaleza te da. El alimento está ahí. Está todo ligado”.
LA CONEXIÓN
Joaquín Meliñir pertenece a la comunidad pewenche de Quinquén. Es hijo del lonko, don Ricardo y socio de Wen Kimey, una pequeña empresa que produce derivados del piñón, como harina, café, cus-cus y conservas. Cuenta que este año almacenaron 10 mil kilos para trabajarlo en el invierno. “Es el 2% de la producción que sale de la comuna. Es el mínimo impacto el que generamos”, señala, y agrega que cerca del 70% de los piñones que se comercializan en Chile provienen de Lonquimay.
“El pewen no está en peligro de extinción por la recolección. Me baso en estudios de Sergio Donoso, de la Universidad de Chile, quien ha sido uno de los que más ha investigado el estado de los bosques de araucaria en Chile. Por tanto, coincide con el conocimiento de nuestra gente, de nuestros abuelos. La amenaza que puede haber, siempre ha sido de terceros o ambientales”, indica. Entre aquellas, Meliñir enumera el cambio climático, el monocultivo y los incendios forestales. “Las plantaciones forestales son alarmantes en la región, ya que nos está dejando sin agua. Los incendios forestales no son controlados a tiempo, como pasó en China Muerta, que nosotros criticamos bastante porque CONAF se demoró tanto”.
Los incendios y las plagas asociadas al monocultivo dañan a los pewenes y otras especies nativas. El pewen es uno más dentro de una comunidad vegetal (y natural). En ese sentido, a inicios del invierno se alertó, en algunos medios, sobre cierta “enfermedad” que lo estaría aquejando en zonas de Alto Bío Bío y Lago Galletué, en Quinquén. Las ramas comenzaban a secarse progresivamente, hasta la muerte del árbol. A juicio de Rubén Carrillo, “pueden existir varias hipótesis pero cuando tú comienzas a alterar el entorno de estos bosques, e incluso lo que pasó en China Muerta, donde se alteró hasta la composición florística, todos los agentes, hongos e insectos, que se pueden considerar patógenos, actúan de un modo armónico. Por decirlo en términos muy simples: comienzan a atacar porque no les queda otra cosa para comer. Por eso es importante no proteger solamente el árbol sino la comunidad vegetal”, señala.
LA EDUCACIÓN
Meliñir proviene de una comunidad cuya lucha fue vital para que el pewen fuera declarado Monumento Natural. Aquello coincidió con una época muy dura para su gente. Estuvieron a punto de ser expulsados de sus tierras, a inicios de los 90, por la Sociedad Forestal Galletué, que esgrimía singulares papeles de propiedad por el valle de Quinquén. En 1992, el estado les compró cerca de 27 mil hectáreas y, años después, entregó los correspondientes títulos de dominio.
Le pregunto sobre si ciertas prácticas esquilmadoras del piñón, alejadas del modo tradicional de recolección, contaminadas por el capitalismo -tan habitual en Chile-, no habrían contaminado a algunos mapuche. Meliñir responde: “Así como hay gente no mapuche que se mete a recolectar, considero que hay gente de las mismas comunidades que no saben o han perdido un poco la forma antigua. Eso nosotros tenemos que discutirlo a nivel interno. Tenemos que llegar a un acuerdo porque hay familias que han perdido el ser mapuche; si dejan de practicar las ceremonias y se inclinan a otras religiones, de alguna forma dejan de ser mapuche, y esas personas, a veces, no tienen el cuidado necesario para recolectar”. Y añade: “Yo vengo de una comunidad bastante reservada y cuidadosa en esos temas, que luchó para que el araucaria fuera protegida. Desde la mirada de nuestros abuelos, tenemos una tremenda responsabilidad, por tanto no podemos hacer prácticas que no corresponden”.
Para él, es necesaria una educación dentro y fuera de las comunidades. “Hay una responsabilidad compartida, de los recolectores, muchas veces, pero también del consumidor final, que no conoce qué piñón está consumiendo; entonces hay que entrar a trabajar en la difusión y promoción, o generar protocolos de buenas prácticas de recolección pero no es necesario que nos pongan nuevas regulaciones”.
A juicio de Meliñir, todos estos temas tienen que dialogarse. Entre Estado, universidades y comunidades. Considerar el Convenio 169 de la OIT. Y entrarle a otros asuntos. Por ejemplo, que las comunidades pewenche pudieran coadministrar las reservas y parques ubicados en sus territorios. Esto podría neutralizar las amenazas a pewenes y otras especies. “Esos espacios que el estado no ha sabido cuidar, qué mejor que queden en manos de las personas que han vivido por siempre”, señala.

Fuente: El Ciudadano - Imagenes: ‪www.catalunyaplants.com‬ - ‪www.recreoviral.com‬ - ‪www.lugaresdenieve.com‬

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