Argentina: Naciendo en una nueva escuela

Resistencia es una palabra maravillosa. La resistencia, en términos políticos, connota dureza, firmeza, persistencia en la convicción de una idea. El soporte de toda una visión de mundo: ocupar, producir, resistir. Tal como el quebracho, el chañar o el algarrobo pronunciados en un susurro santiagueño en Quimilí, resistiendo, 30 años después de la conformación del Movimiento Campesino de Santiago del Estero. El Mocase, que nuclea a más de 9.000 familias campesinas indígenas, cumplirá el 4 de agosto tres décadas de lucha por la soberanía alimentaria, por la defensa de la tierra, por la reforma agraria, por la agricultura campesina, por un mundo más justo. Desde hace 13 años lleva adelante la Escuela de Agroecología, ubicada en Quimilí, donde más de 100 jóvenes por ciclo anual se van formando como técnicxs agroecológxs para luego continuar capacitándose en la Universidad Campesina UNICAM-SURI, en Villa Ojo de Agua.

Por Natalia Tangona

José Cuellar, más conocido como “Guina”, es egresado y hoy coordinador de la Escuela. Es una voz andante en la historia de los caminos polvorientos del Mocase en La Vía Campesina, el Movimiento Nacional Campesino Indígena y la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC). Y nos cuenta sobre esta experiencia de educación popular, campesina, identitaria y agroecológica en pleno movimiento.
"La escuela de agroecología se crea y nace por la necesidad de escolarización de las familias campesinas, de los niños y las niñas campesinas, porque en Santiago del Estero para muchos campesinos no llega bien la educación. La educación que se da en las zonas rurales es muy precaria. Los maestros no van, a veces, y por eso el movimiento empezó a discutir qué hacer con esta problemática que urgía. Además estaba el tema de la migración, que se iba la gente del campo, se empezaron a ir de los pueblos para poder ir a la secundaria. Entonces creamos esta Escuela de Agroecología que en 2007 empezó a funcionar y ya lleva más de trece años. Al principio veníamos algunos compañeros sólo de Santiago del Estero y, después, con el tiempo, la escuela empezó a tener un tinte más nacional cuando empezaron a venir compañeros de varias provincias, de organizaciones que forman parte del Movimiento Nacional Campesino Indígena. Empezaron a venir compas de Mendoza, de Córdoba, Buenos Aires, y así se empezó a tener más participación de los barrios de las ciudades. Eso fue haciendo que la escuela vaya creciendo, que vaya teniendo más interpelación y a trascender en otras provincias, a formar militantes, hombres y mujeres, nuevos y nuevas”.
La escuela de agroecología aplica un sistema de alternancia de una semana de asistencia al mes en el aula y tres semanas de continuidad en las propias comunidades de lxs estudiantes. En esa semana en Quimilí, además, se avanza, en muchos casos, en la finalización de los estudios primarios. Las y los jóvenes atraviesan una formación de 3 años en donde se capacitan como técnicxs agroecólogxs. Vivero forestal, construcción sustentable, energía renovable son algunos de los talleres de los que participan.
“La metodología de la escuela busca formar militantes, sumar más militancia hacia las organizaciones del MNCI, basada en la educación popular y en la agroecología. Se van revalorizando los saberes campesinos, la forma de vida campesina, la defensa de la tierra. Para nosotros la agroecología empieza con la defensa de la tierra porque sin la tierra no podemos discutir nada. Cuando nosotros hablamos de agroecología hablamos de defender el lugar donde vivimos y la producción, porque sin tierra no hay producción.
En la escuela tenemos, por un lado, las materias Lengua, Matemática y Agroecología que atraviesan los tres años que dura la carrera. La escuela tiene un modo de alternancia: una semana los chicos vienen y se quedan en la escuela que funciona en una sede del movimiento en Quimilí. Nos quedamos todos y tenemos clase aula. Los jueves tenemos talleres prácticos, como tejidos, trabajo con lana, trabajo con cuero, carpintería, agroindustria -donde se hacen muchas cosas, desde dulce, mermelada o chacinado-, tenemos producción animal, sanidad animal, apicultura, hidrología. Tenemos la materia Territorio, que es cuatrimestral, y al otro cuatrimestre pasa a ser Memoria histórica, donde las comunidades van contando su historia. Tenemos Derechos Humanos, donde se tratan muchas cosas de leyes, de derechos que tiene el campesino como ciudadano. Varias materias van orientadas a incentivar o al reconocimiento del derecho, porque uno de los grandes problemas es que muchas veces se desconocen los derechos que se pueden ejercer. Nosotros decimos que el derecho no se mendiga sino que se ejerce, porque uno es dueño de la tierra”.
El desarrollo de la comunicación desde las voces propias es elemental para la retransmisión de las identidades, la cosmovisión ancestral, la lengua quechua, la lucha por la soberanía alimentaria y la defensa de la tierra. “Comunicación campesina indígena” es uno de los talleres que lleva adelante la Escuela. Además, el Mocase posee 6 radios comunitarias desde donde resiste los embates mediáticos teñidos de intereses empresariales, y desde las cuales se construye otra forma de diálogo, sostenido en la pertenencia y en el derecho a existir y producir en libertad.
“Vamos recuperando los saberes campesinos, las costumbres campesinas, la cultura campesina y proponiéndolo sobre todo a la juventud. Proponiendo el trabajo que tiene que ver con la producción cultural, y lo que ancestralmente se viene haciendo tratar de mejorarlo, porque a lo ancestral se lo puede mejorar. Nosotros no somos anti tecnología, sino que nos basamos en esas costumbres ancestrales que tienen que ver con el cuidado de las cosas, con el cuidado del medio ambiente, con el cuidado de las familias, con el cuidado integral. El cuidado integral sería cuidar de la naturaleza, la familia, los niños, las niñas, todo. Esa agroecología que nosotros queremos es algo muy amplio. No sólo es un cuadrito con producción, sino que tiene que ver con todo lo cultural, con todos nuestros principios y con poder tener políticas públicas. La cuestión comunitaria en la agroecología es central. La producción es de familia por familia, no es una opción individual, sino comunitaria, eso es lo fuerte de la agroecología y de la producción campesina”.
En 2011, las familias del paraje San Antonio se encontraban padeciendo los atropellos y ataques violentos del avance del terrateniente santafesino y sojero José Ciccioli, apoyado por el poder político y desplegando grupos parapoliciales en la comunidad. Christian Ferreyra, militante del Mocase, fue asesinado por un sicario a sueldo en su propia casa. Tenía 21 años y un hijo de apenas 2 años. El aparato empresarial del agronegocio y los medios de comunicación -íntimamente vinculados- buscaron instalar otras versiones para correr el foco del eje central: la disputa por la tenencia de la tierra al servicio del modelo sojero y genocida. “Guina” lo recuerda y lo vivencia como parte del presente y de cada paso diario en la lucha campesina.
“En 2011 fue muerto Christian Ferreyra y en 2012 fue muerto Miguel Galván. Desde 2007 para adelante, en esa zona del norte de la provincia, en el límite con Chaco, Salta y buena parte de Tucumán, fue el avance del agronegocio, del intento de acaparamiento de tierra para la soja y para el ganado. Entonces hubo grandes resistencias y esos 2 compañeros fueron asesinados. Se sabe que la justicia siempre está a favor de los empresarios, pero igualmente la organización siguió luchando y logró que este empresario,Ciccioli, quede 3 años preso, gracias a la presión y al trabajo que se hizo desde el Mocase, porque si hubiera sido por la justicia lo hubieran dejado en libertad más antes. El juicio no salió como queríamos nosotros, que queríamos que quedara preso el empresario Ciccioli como actor intelectual de la muerte de Christian. Sólo quedó preso el sicario, Javier Juárez, que era otro campesino pobre al que le dieron plata y un arma para matarlo. Más allá de todo lo que se quiso ocultar, logramos mostrar que se trataba de una disputa por el territorio, y sentar por primera vez a un empresario del agronegocio en el banquillo de los acusados”.
Esta impronta de resistencia por la verdad histórica es la columna vertebral de la formación del Mocase para el desarrollo de una concepción y una práctica de la agroecología enraizada al cuidado colectivo integral. De cada necesidad y de cada página vivida, la Escuela de Quimilí ha construido un nuevo pilar para seguir aprendiendo, luchando, debatiendo, compartiendo y reencontrando en la memoria de las manos la memoria originaria.
“Articulamos con muchas otras organizaciones, algunas que son parte de La Vía Campesina y otras que no son parte del MNCI. Nosotros tenemos las puertas abiertas para compartir experiencias con otras luchas, con otros sectores, y así es que en la cuestión de la juventud tratamos de hacer la unidad entre el campo y la ciudad. En el Mocase provincial hay cuatro pueblos originarios, y también trabajamos con otros pueblos que no son parte del movimiento, con comunidades campesinas en el Chaco, porque algunas de nuestras centrales están en zonas de límite, de Salta, del Chaco, de Tucumán, Córdoba y Catamarca. La escuela comparte todo eso porque está enmarcada fuertemente en la lucha del movimiento, porque nace por esa necesidad que se veía. La Escuela de Agroecología aquí nos ha dado muchísimos frutos y cuestiones para debatir”.
Una mirada integral de la vida requiere desaprender la visión compartimentada, fragmentada y desasociada de cada pedacito del mundo, como así también la reapropiación de los derechos básicos tan desdibujados por el interés capitalista. Es necesario volver a nacer en un aprendizaje colectivo y comunitario, más ancestral que novedoso. El Mocase viene naciendo una y otra vez, desde hace 30 años, en una escuela de memoria, de amor y resistencia para un nuevo mundo.

Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Agencia-de-Noticias-Biodiversidadla/Naciendo-en-una-nueva-escuela
Este artículo es parte del proyecto "Profundizando debates sobre experiencias agroecológicas para la soberanía alimentaria" realizado con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.

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