Esta transición no es la nuestra

Daniel Tanuro
Viento Sur


El 4 de octubre setenta y cuatro países que representan más del 55 % de emisiones de gas de efecto invernadero ya habían ratificado el acuerdo de Paris (COP21) sobre el clima. Por tanto, el acuerdo entrará en vigor el 4 de noviembre, en vísperas de la reunión de la COP 22 en Marrakech (Marruecos) del 7 al 18 de noviembre.

Mensajes tranquilizadores
Este acuerdo se completó con este otro: la eliminación gradual de los HFC (hidroflurocarburos) sobre la capa de ozono en el marco del Protocolo de Montreal. El poder radiativo de los HFC es miles de veces superior al del CO2. En relación a las previsiones, su prohibición permitirá reducir las emisiones de gas de efecto invernadero en el equivalente a 90 gigatoneladas (GT) de CO2 de aquí al año 2050.
Eso no es todo: el sector de la aviación civil viene a comprometerse a reducir y a compensar de forma voluntaria sus emisiones, al igual que lo hará dentro de poco el sector del transporte marítimo. La no inclusión de estos dos sectores en el acuerdo e Paris fue presentada por los cascarrabias como la prueba de que la COP 21 sacrificaba el clima en el altar de la globalización. Así pues, ¡los cascarrabias no tienen razón!
La transición ha comenzado, las cifras están ahí: en los últimos diez años la capacidad fotovoltaica instalada a nivel mundial ha aumentado en un 51 % y la capacidad eólica en un 23 %. Si se incluye la hidroelectricidad, actualmente las renovables garantizan cerca de ¡un cuarto de la producción mundial de electricidad!
Ciudadanos y ciudadanas del mundo, ya ha comenzado le lucha contra el calentamiento climático ¡No cedáis al pánico, tened confianza en vuestros dirigentes! El GIEC prepara un informe sobre las consecuencias de un incremento de la temperatura superior a 1,5º C. ¡El acuerdo de Paris va en serio!
Estos son los discursos tranquilizados que se han presentado de cara a la COP 22. Se bombardea la opinión pública con informaciones parciales para persuadirla que los gobernantes hacen lo necesario y que el cambio climático está bajo control.
Urgencia: más que nunca
Ahora bien, la situación es bien diferente. En 2016 la concentración atmosférica de CO2 ha superado los 400 ppmv, y el calentamiento está por encima del grado Celsius en relación a la era preindustrial. La superficie hibernal del hielo marino ártico ha sido la más pequeña que nunca y la superficie estival es un 60 % inferior a la que fue hace 50 años. Agosto ha sido el mes más caluroso jamás registrado y la dislocación de algunos glaciares en el Antártico-oeste conllevara, de forma inevitable, un incremento del nivel de los océanos en un 1,2 metros en los próximos 2 o tres siglos.
Sería absurdo afirmar que no se ha hecho nada. Es evidente el inicio de una brecha entre, por una parte, el crecimiento económico (+3 % en 2014) y, de otra, las emisiones (0,5 %). Pero eso no es suficiente para estabilizar las emisiones: hay que reducirlas a cero en unos decenios y lograr que la Tierra logre absorber más CO2 del que emite antes del fin del siglo. Estas son las condiciones para "salvar del clima". Y el acuerdo de Paris no las reúne. Por ello, la urgencia es mayor que nunca.
El GIEC evalúa en 400 GT la cantidad equivalente de CO2 que se puede añadir aún a la atmósfera entre 2011 y 2100 para tener un 60 % de posibilidades de no superar 1,5º C de calentamiento. Dado que las emisiones anuales son alrededor de 40 GT, la humanidad aun puede emitir gases de efecto invernadero durante 5 o 6 años al ritmo actual.
Resulta evidente que este "presupuesto carbono para alcanzar 1,5º C" será superado, y lo más probable es que el "presupuesto para 2º C" (quedan 800GT) también lo será. Sobre la base de los INDC/1 -hasta ahora los únicos compromisos concretos en el acuerdo de Paris- los especialistas proyectan, por otra parte, un calentamiento entre 2,7 y 3,5º C.
Se prevén revisiones periódicas del acuerdo para "incrementar el nivel de los objetivos" y no se trata de un bluf. Todo indica, y el acuerdo sobre los HFC lo confirma, que el gran capital y sus principales portavoces políticos quieren actuar contra el calentamiento. Es la legitimidad y la gobernabilidad de su propio sistema lo que está en juego. Sin embargo, la eliminación de los HFC está muy lejos de superar la fosa existente entre los INDC y el objetivo de 1,5º C. Si nada cambia, los 90 GT equivalentes de CO2 economizados dan un período suplementario de alrededor de dos años para dejar de emitir gas de efecto invernadero. Para un máximo de 1,5º C eso significa 7 a 8 años en lugar de 5 a 6…
Pero ¿qué hacemos con esta burbuja?
Desde el punto de vista capitalista, la gran dificultad comienza aquí. Efectivamente; remplazar los HFC es relativamente fácil porque hay alternativas que no afectan a los beneficios, pero abandonar los combustibles fósiles es mucho más complicados, porque las 4/5 partes (¡cuando menos!) de las reservas conocidas no deben ser extraídas. Ahora bien, estas reservas son capital, lo que implica beneficios. Así pues estamos ante la "burbuja del carbono". Una burbuja que representaría más o menos un cuarto de los valores cotizados en bolsa de los cientos de las más grandes empresas (FTSE100); o sea, de una dimensión parecida a la burbuja de 2008.
Así pues, el reto capitalista en las negociaciones climáticas se puede resumir del siguiendo modo: de una parte, se trata de elaborar una estrategia para reducir esta burbuja y, de otra, hacer de modo que una vez reducida la burbuja, cuando estalle, no sea a cargo del capital.
La elaboración de esta estrategia está en plena efervescencia. Y aquí hay que tener cuidado de no tener una visión complotista: no existe un Estado mayor capitalista que maneja los hilos, sino una multitud de propuestas que provienen de sectores y Estados en competencia, en función de sus propios intereses.
La COP 20 (Lima) fijó un método para alcanzar el consenso: un "diálogo estratégico de alto nivel". Este diálogo incluye a los representantes de los principales Estados, a los de las multinacionales y a las instituciones internacionales. Es en este discreto marco en el que se fijaron los límites de Paris. La COP 22 tratará de avanzar un poco más.
La reflexión está alimentada por una serie de think tanks y de personalidades que sitúan el interés del capitalismo en su conjunto por encima de los intereses de los capitalistas particulares. Entrar en los detalles de lo que elaboran supera los límites de este artículo. Nos contentaremos con resumir algunas líneas fuerza de la estrategia climática capitalista y sus probables consecuencias.
La estrategia capitalista y sus consecuencias
     1.    La política de apropiación capitalista de los recursos va a generalizarse. El REDD+ sirve de modelo. El "capital natural" de los ecosistemas en su conjunto se considera "infraestructura" abierta a las inversiones De ese modo, todo aquello que pueda absorber carbono, filtrar aguas, enriquecer suelos tiene vocación de ser integrado al capital, que venderá los "servicios" correspondientes como si se tratara de mercancías. Es la primera vía para reducir la burbuja: maximizar las absorciones para que les emisiones puedan continuar durante mucho tiempo.
    2.    La segunda vía es tecnológica, en dos sentidos: por una parte, se trata de acelerar la transición hacia las renovables con el fin de frenar las emisiones; de otra, la geoingeniería aparece como el único medio capitalista para pagar el plato del productivismo. Sobre todo se trata de "tecnologías con emisiones negativas" (TEN). Entre ellas, la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono tiene un interés especial para los inversores, porque potencialmente combina dos fuentes de rentabilidad: la venta de electricidad y la retribución por el CO2 retirado de la atmósfera.
    3.    Estas dos vías se enfrentan al mismo obstáculo: la rentabilidad de las inversiones en un contexto de competencia en el que los fósiles siguen siendo más rentables a corto plazo. La influyente "Comisión Global" plantea una solución: los poderes públicos tienen que crear condiciones atractivas, alimentar la bomba de las inversiones y apoyar las pérdidas financieras de esta primera fase, tras la cual los bancos y los fondos de pensiones amasarán los beneficios.
    4.    Esto implica profundas reformas en muchos ámbitos: mercados financieros, mercado laboral, incentivos a las inversiones, propiedad, precio del carbono, mecanismo de intercambio de derechos, etc. Va de sí que el papel clave atribuido a los poderes públicos implica la intensificación de las políticas de austeridad. Por otra parte, si fuere necesario, la burbuja residual será abordada como en 2008: la pagará la colectividad…
    5.    El principio director es "evitar hacer mucho y muy rápido" (Nicholas Stern) para no poner en riesgo los beneficios. En consecuencia, las catástrofes (fenómenos meteorológicos extremos, etc.) se convertirán en el pan de cada día y se agravarán. Como todo el mundo sabe, los pobres constituyen sus principales "víctimas colaterales".
    6.    La generalización del método "REDD+" al conjunto de recursos implica la generalización de las consecuencias sociales y medioambientales quegolpean sobre todo a los pueblos indígenas hasta el presente. En última instancia, es la globalidad de la relación de la humanidad con la naturaleza lo que el capital quiere someter a sus objetivos.
    7.    Con los TEN, el sistema reproduce a gran escala su inherente tendencia a "resolver" los problemas ecológicos trasladándolos a las futuras generaciones. En efecto, los TEN constituyen soluciones de aprendices de brujo, hipotéticas, y son potencialmente peligrosas.
    8.    Por último, desde el punto de vista de la forma, señalemos que ya no estamos en un escenario de lobbying de las multinacionales sino en un escenario completamente antidemocrático de co-construcción, por parte de las multinacionales y sus siervos políticos, de una política global a espaldas del 99 % de la población y del medio ambiente.
Si este análisis es correcto, la conclusión que se impone es que la derrota de los clima-negacionistas cambia las condiciones de nuestra lucha, pero esta resulta más necesaria que nunca, porque esta "transición ecológica" no es la nuestra.

Notas:
1/ INDC: Intended Nationally Determined Contribution, los "planes clima" a través de los que los distintos Estados deberían contribuir a luchar contra el calentamiento global.
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Daniel Tanuro, es militante ecosocialista belga y colaborador habitual de VIENTO SUR
Fuente original: http://www.lcr-lagauche.org/cop22-et-ratification-de-laccord-de-paris-cette-transition-nest-pas-la-notre/
Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article11897
Imagen: Rebelion.org (FaditoOn)

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