Una revolución disfrazada de horticultura orgánica: en memoria de Bill Mollison

Samuel Alexander

Recibo con gran pesar el fallecimiento de Bill Mollison el pasado sábado 24 de setiembre (1928-2016). Él fue uno de los auténticos pioneros del moderno movimiento ecologista, no sólo australiano, sino mundial.
 
Conocido principalmente por ser el co-originador del concepto de la permacultura junto a David Holmgren, y como merecedor en 1981 del Right Livelihood Award (premio al sustento bien ganado, o premio Nobel alternativo), Mollison contribuyó a desarrollar un corpus holístico de ecología teórica y práctica que ha sido ampliamente reconocido como una de las mejores y más originales contribuciones australianas al reto de la sostenibilidad mundial.
Una breve historia de la permacultura
Mollison se crió en Stanley, Tasmania. Tras abandonar los estudios a los quince años, pasó por toda una serie de ocupaciones hasta que se unió, en 1954, al CSIRO en su departamento dedicado al estudio de la vida salvaje, donde desarrolló su experiencia investigadora y su comprensión de los sistemas ecológicos.
Más tarde fue seleccionado para trabajar en la Universidad de Tasmania, donde, en 1974, conocería a un joven estudiante, brillante y radical, llamado David Holmgren.
La colaboración entre Mollison y Holmgren dio como resultado el concepto de la permacultura, culminado con la publicación en 1978 de su obra seminal, Permaculture One, que pondría en marcha un movimiento a escala mundial.
¿Qué es la permacultura?
La permacultura desafía las definiciones y las comprensiones simples. El término era inicialmente una fusión de “agricultura” y “permanente”. Ya en la década de 1970, Mollison y Holmgren pudieron ver lo destructiva que resultaba la agricultura industrial para los hábitats naturales y para la capa de suelo fértil, así como su dependencia de combustibles fósiles finitos.
Estaba claro que estos sistemas eran insostenibles, una opinión hoy día ratificada por informes científicos que exponen los efectos alarmantes de la agricultura industrial sobre la biodiversidad y la estabilidad climática. Los dos pioneros ecologistas comenzaron a preguntarse cómo podría ser una agricultura que fuese “permanente”. Y así nació la permacultura.
En términos más amplios, la permacultura es un sistema de diseño que busca trabajar con las leyes de la naturaleza en lugar de contra ellas. Su objetivo es satisfacer las necesidades humanas sin degradar los ecosistemas de los que todos dependemos para prosperar.
Dicho de otra manera, la permacultura es un intento de diseñar sistemas y prácticas humanos de manera que imiten los ciclos naturales para eliminar los residuos, incrementar la resiliencia y permitir una coexistencia justa y armoniosa de los seres humanos con las demás especies.
Se desarrollaron toda una serie de principios de diseño para ayudar a poner estas ideas y valores generales en práctica. Estas aplicaciones y experimentaciones prácticas son lo que define en realidad a la permacultura. Antes que cualquier otra ocsa, quienes participan en este movimiento son gente que se mancha las manos de tierra y que quieren predicar con el ejemplo.
En la actualidad existe un gran número de libros excelentes que detallan la práctica de la permacultura, así como sitios web muy destacados como el del Permaculture Research Institute, para quienes quieran aprender, compartir, explorar y conectarse.
Aunque la permacultura se enfocaba inicialmente a la búsqueda de métodos orgánicos de producción de alimentos, el concepto pronto evolucionó hasta abarcar los retos de diseño más amplios de un modo de vida sostenible: es decir, no sólo una “agricultura permanente”, sino una “cultura permanente”.
Nos enfrentamos en la actualidad a profundos retos ecológicos y sociales: el sobrepasamiento ecológico, la inestabilidad climática, una inminente y terrible escasez de recursos y concentraciones muy desiguales de riqueza. En un mundo así, la ética de la permacultura de “cuidar de la gente, del planeta y compartir con justicia” conlleva cambios radicales en el modo en que vivimos con los demás y sobre el planeta.
Además de realizar una transición para dejar atrás la agricultura dependiente de los combustibles fósiles y adoptar una producción local y orgánica, la permacultura implica la adopción de sistemas de energía renovable, estilos de “vida simple” y de bajo consumo, así como la reforma de las áreas suburbanas para hacerlas sostenibles y eficientes energéticamente.
Desde una perspectiva comunitaria o “de base”, los movimientos de las Transition Towns y de las ecoaldeas reconocen su profunda deuda con la permacultura.
Desde una perspectiva macroeconómica, la permacultura implica una transición o decrecimiento hacia una economía de estado estacionario que opere dentro de los límites sostenibles del planeta. La permacultura tiene consecuencias incluso sobre las formas alternativas que debería adoptar el desarrollo internacional.
Así que, en respuesta a la complicada pregunta de “¿qué es la permacultura?”, quizás la respuesta más concisa sea sumarse a quienes afirman que “la permacultura es una revolución disfrazada de horticultura orgánica”.
El legado de Bill Mollison: un reto para todos
A pesar de haberse desarrollado hasta convertirse en un pujante movimiento mundial, la permacultura aún no ha recibido toda la atención que merece. A medida que el mundo continúa degradando ecosistemas a causa del mal diseño de los sistemas económicos y sociales, cada vez está más claro que la permacultura es un modo de vida cuyo momento ya ha llegado.
No obstante, la permacultura no es una panacea que pueda dar una respuesta a todos los retos. La permacultura no está exenta de críticas (vid. p.ej. Ann Owen o Claire Schosser). Pero creo que hay que reconocer que la lente que ofrece la permacultura puede muy bien servirnos para ver con más claridad el camino a un modo de vida más sostenible y próspero, y que sería temerario ignorar sus perspectivas.
Gracias, Bill Mollison, por la inspiración y la visión, y por el reto que nos has dejado: el de diseñar una civilización que regenere —en lugar de degradar— este nuestro único planeta. Y mejor será que la humanidad aprenda las lecciones de la permacultura lo antes posible.
Solo entonces, sospecho, podrá el Tío Bill descansar en paz.

Fuente: 15-15-15 . (Previamente publicado en The Conversation. Traducción de Manuel Casal Lodeiro, publicada con permiso del autor.)Ilustración: Jorge Carrasco

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