España: «Estamos afrontando, sin saberlo, el colapso de los ecosistemas marinos de Canarias»
Un ingeniero de caminos ha sido galardonado con el llamado Nobel del medioambiente por ayudar a liderar una campaña mundial para impedir la construcción del puerto de Fonsalía, en Tenerife: Un ingeniero de caminos que, mientras trabaja en la construcción de una autopista, se da cuenta de que va a contribuir a destruir una de las cosas que más quiere en el mundo: el océano. El titular de la historia de Carlos Mallo se vende solo. “Mi padre era también ingeniero. Nací en un pueblo cerca de Viveiro, en la costa de Lugo, porque él estaba construyendo un puerto allí. Y fue ahí donde me enamoré del mar”, explica Mallo.
Por Juan F. Samaniego
La vida llevó a este ingeniero a Canarias, primero a construir una carretera y después a ser uno de los líderes de una campaña global para evitar la construcción del puerto de Fonsalía, una enorme terminal de embarcaciones de recreo y ferris que amenazaba el área marina protegida de Teno-Rasca, una zona de casi 70.000 hectáreas de gran biodiversidad en el suroeste de Tenerife, una inmensa guardería de peces y el hogar de tortugas marinas y una población residente de 350 calderones.
Carlos Mallo. Foto: Innoceana.
Mallo ha sido reconocido con el Premio Goldman 2025 en la categoría de islas y naciones insulares, considerado el Nobel medioambiental. Junto a él, han sido premiados la líder indígena peruana Mari Luz Canaquiri Murayari, la estadounidense Laurene Allen, los albaneses Besjana Guri y Olsi Nika, la activista tunecina Semia Gharbi y el mongol Batmunkh Luvsandash.
¿Cómo acaba un ingeniero de caminos organizando las protestas para detener la construcción de un puerto?
Cuando terminé de estudiar en Madrid tuve la ocasión de venirme a trabajar a Canarias, a Tenerife. Vine a hacer una carretera, la autopista del sur, que iba a conectar el futuro puerto de Fonsalía. Y ahí empezaron los dilemas, porque me di cuenta de que estaba haciendo una cosa que iba a destruir algo que me encantaba, el mar. Estaba en esas cuando me mandaron a otro proyecto en Inglaterra y ahí ya decidí, después de darle muchas vueltas, que lo dejaba todo.
Monté una organización de conservación marina, Innoceana, sin saber muy bien lo que hacía. Los primeros proyectos fueron en Tailandia, porque había muchas cosas en marcha en aquel momento y allí podía también aprender sobre los corales y sobre los ecosistemas marinos.
Pero decide volver a Canarias.
El puerto de Fonsalía era algo que se me había quedado grabado en la cabeza. Creía que era importante volver para trabajar en transformar la mentalidad de la gente de la zona para que le diesen más valor al entorno marino. Así que regresé y monté un equipo de trabajo y poco a poco fuimos consiguiendo fondos y creciendo para organizar la oposición al proyecto.
No hacíamos tanto activismo típico de protestar en la calle, sino que nos centrábamos más en estudiar el fondo marino y sentarnos con los políticos para convencerlos de que el puerto de Fonsalía no era una buena idea. Digamos que fue más un activismo de lobby, desde la ciencia.
Además, al ser ingeniero de caminos, me escuchaban más, por desgracia. Si alguien que hace carreteras dice que el puerto es mala idea, parece que te hacen más caso. Esto también fue importante a la hora de convencerlos de que había alternativas, como ampliar el puerto de Los Cristianos.
¿Cómo fueron esos primeros pasos, cómo surge el movimiento?
Al principio no sabía muy bien por dónde iba a respirar esto. Tampoco tenía mucha formación como biólogo marino. Pero enseguida empecé a ver destellos de luz en la comunidad local, gente que me decía que era bueno proteger el mar y que el proyecto del puerto era un sinsentido. Nunca estuve solo, aquí había personas increíbles trabajando como Natacha Aguilar, que es doctora en biología de la Universidad de La Laguna y ha estudiado todos los cetáceos de la zona, o Francis Pérez, un fotógrafo submarino increíble también de la zona. Yo encajé como ingeniero de caminos frustrado y desde el primer momento creamos un buen equipo de trabajo.
¿Qué acciones llevaron a cabo para frenar el puerto?
Desde el principio le dimos mucha importancia a la educación. Fuimos a todos los colegios e institutos, a los centros de ancianos y a todos los sitios donde nos dejaban dar una charla. También creamos una plataforma de realidad virtual submarina para que la gente pudiera ver lo que el puerto iba a destruir y pusimos unas mesas informativas en los paseos marítimos que te iban enseñando lo que había bajo la superficie.
Además, trabajamos mucho con la comunidad de pescadores para que entendieran los riesgos del puerto y nos unimos con un montón de organizaciones en la plataforma Salvar Fonsalía. A mí me pusieron como la cabeza de lanza, el ingeniero de caminos que quería frenar el puerto, y me tocó reunirme con todos los presidentes de los cabildos, los alcaldes, el consejero de Medio Ambiente, con gente del Ministerio…
Conseguimos 420.000 firmas contra el proyecto del puerto de Fonsalía y convencimos a los que toman decisiones de que había alternativas más rentables y mucho menos dañinas. Fueron grandes logros colectivos.
¿Hoy el proyecto está completamente descartado?
En octubre de 2021, el Parlamento de Canarias se pronunció a favor del abandono definitivo de la construcción de este nuevo puerto. Ha habido algún titular en medios diciendo que se estaba estudiando recuperar el proyecto. Pero nosotros conseguimos hace poco que la presidenta del Cabildo de Tenerife, que es el organismo que tiene la última palabra, rechazara públicamente la construcción del puerto.
La idea ahora es conseguir darle la vuelta a la tortilla y proteger realmente la zona. Para eso necesitamos que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico cierre la ventana de Fonsalía en la Zona Especial de Conservación Teno-Rasca, una pequeña área que se dejó sin proteger para poder construir el puerto. Están trabajando en ello, pero va lento.
A lo largo de todos estos años, ¿qué momento fue el más satisfactorio?
Todos los momentos que he pasado bajo el agua aquí son increíbles, pero el momento más satisfactorio fue cuando el Parlamento de Canarias dio carpetazo al puerto. Ha habido otras cosas buenas, pero ese día fue increíble.
También ha habido muchos momentos difíciles, sobre todo relacionados con la falta de fondos, de no saber si íbamos a poder mantener con vida la organización. Cada mes, tenía un par de momentos de decir: esto es imposible.
¿Cómo es el ecosistema de Teno-Rasca que han ayudado a proteger?
Empezando de la costa hacia afuera, lo primero son los acantilados volcánicos, con muchas especies de aves protegidas como las pardelas o las águilas pescadoras, que aquí llaman guinchos. Cuando te metes en el agua aparecen alevines de un montón de especies de peces subtropicales y según avanzas a aguas más profundas aparecen las tortugas, alimentándose de algas, los chuchos, un tipo de raya gigante, que llega a medir más de dos metros, los angelotes o tiburones ángel… Y poco a poco empiezas a oír a los cetáceos.
Aquí tenemos una de las poblaciones de calderones residentes más grandes del mundo: son un grupo de unos 350 individuos que viven en la zona todo el año. Si tienes suerte puedes ver también mantarrayas, rorcuales, orcas o cachalotes. Incluso puede aparecer un pez diablo negro [bromea]. El que se encontró a principios de año estaba delante de donde se iba a hacer el puerto.
Y me estaba olvidando de los sebadales, las praderas marinas que se forman en las zonas arenosas, similares a las de posidonia en el Mediterráneo. Es un lugar increíble, único en el mundo. Íbamos a cargarnos la gallina de los huevos de oro de Tenerife.
Un área con tanta biodiversidad también beneficia a la pesca, ¿no?
Esta zona está protegida de los vientos alisios, por lo que casi todas las especies vienen a criar aquí, es una auténtica guardería. Los pescadores de Canarias ya están teniendo problemas, no podemos cargarnos una de las zonas de mayor productividad de las islas.
Después de conseguir paralizar el proyecto del puerto, ¿cómo han seguido trabajando desde Innoceana?
Tenemos varios proyectos en marcha. Uno de los principales es el de jardineros del mar, con el que buscamos restaurar y proteger las praderas marinas, los sebadales. También hemos conseguido fondos para que se haga un centro de interpretación del área marina protegida donde se iba a hacer el puerto. Y estamos trabajando con el Ministerio para mejorar la protección de la zona.
Abriendo un poco el foco, ¿cuál es la situación del medio marino canario?
Hay un estudio de Juan José Castro, biólogo y profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que dice que se ha perdido el 90% de la biomasa de peces de toda Canarias en los últimos 40 años. Como él mismo dice, a lo mejor no es el 90%, sino el 70%, pero es que sigue siendo una burrada.
Probablemente estamos afrontando –sin saberlo, porque no hay suficientes estudios– el colapso de los ecosistemas marinos de Canarias. Los pescadores están todo el rato quejándose de que no hay pesca. Y luego tenemos el turismo: la mayoría de los visitantes viene a ver las orcas del Loro Parque y a estar en los hoteles con pulserita. No es un turismo consciente de la naturaleza. Y hablamos de seis millones de turistas anuales en una isla en la que viven dos millones de personas. También tenemos un sistema de aguas residuales colapsado y más de 200 emisarios submarinos, puntos de vertido, la mayoría ilegales.
Victorias como la del puerto de Fonsalía dejan algo de espacio para la esperanza. ¿Qué mensaje les gustaría transmitir a otros movimientos que trabajan por objetivos similares?
Que hay que intentarlo. Nosotros lo conseguimos parar porque el proyecto todavía estaba en una fase muy inicial, pero aun así siempre hay que intentarlo. Solo así se generan movimientos que hacen que el resto de las personas abra los ojos.
A nivel individual, como ingeniero transformado, creo que tenemos que avanzar como sociedad en la dirección de las soluciones basadas en la naturaleza. Tenemos que construir de otra manera. Estamos en un momento del planeta y de la historia humana en el que no podemos permitirnos perder más naturaleza. Si lo hacemos, será contra nuestro propio futuro y el de las generaciones que vienen.
Reconocimientos como el premio Goldman, ¿pueden servir para hacer presión en este sentido?
Eso me lo vas a tener que preguntar en un par de años, pero está claro que vamos a aprovechar la oportunidad. Estoy viendo brotes verdes, cambios en la mentalidad en el Cabildo de Tenerife y en el Ministerio, también en el Colegio de Ingenieros de Caminos. Pero por ahora toca seguir trabajando y en un tiempo veremos qué hemos conseguido.
A nivel personal, ¿qué ha significado ganar este premio?
Pues ha sido un poco abrumador. Pensaba que este año iba a poder desconectar un poco después de mucho tiempo de batalla emocional y física. Pero al mismo tiempo ha sido precioso, una validación increíble a ocho años de muchísimo trabajo. Así que me está ayudando a volverme a motivarme, rearmarme y seguir a por todas.
Fuente: https://climatica.coop/entrevista-carlos-mallo-premio-goldman/ - Imagen de portada: Salvar Fonsalía — Verkami