El espacio también es medioambiente

 Desde que los primeros satélites fueron enviados al espacio hace más de 60 años, se han completado más de 6.000 lanzamientos que han dejado alrededor de 56.000 objetos rastreables en órbita. Ante esto, la asociación Space Environmentalism busca proteger el medioambiente extraterrestre: El 6 de febrero de 1971, Alan Shepard, el comandante de la misión Apolo 14, jugó al golf en la Luna. El estadounidense, uno de los integrantes de la primera generación de astronautas de la NASA, llamada Mercury Seven, golpeó dos pelotas de golf en la superficie de nuestro satélite, usando una herramienta de excavación como palo. Poco después, Shepard volvió a la Tierra, pero su rudimentario equipo de golf se quedó atrás. De hecho, sigue en la Luna, junto a varias banderas, fotos, recuerdos, aparatos abandonados y gran cantidad de bolsas de basura. En total, se estima que todas las misiones lunares han dejado allí unos 180.000 kilos de residuos.

Juan F. Samaniego

La Luna no es el único lugar más allá de los límites de la Tierra en el que hemos dejado nuestra huella en forma de basura. Y, aunque por ahora las cantidades no son muy elevadas, todo podría cambiar si los planes de las grandes potencias y empresas privadas como SpaceX para volver a la Luna, llegar a Marte o minar asteroides se cumplen en las próximas décadas. Este es uno de los temas sobre los que quiere llamar la atención Space Environmentalism, un grupo de investigadores, ciudadanos y defensores medioambientales preocupados por el rápido desarrollo del espacio en ausencia de medidas significativas para la protección del medioambiente extraterrestre.
La Tierra también es medioambiente espacial

SpaceX fue fundada en 2002 por Elon Musk con el objetivo de reducir los costes de viajar al espacio y facilitar la colonización de Marte. Sin embargo, su proyecto más exitoso hasta la fecha no es este, sino Starlink, una inmensa constelación de satélites para brindar internet de banda ancha y baja latencia en cualquier punto del globo. En el momento de escribir este artículo, hay 7.965 satélites de Starlink operativos en la órbita terrestre y los planes de la empresa pasan por que lleguen a alcanzarse los 40.000. Para desplegar esta red, sin embargo, muchos satélites se han quedado por el camino: la empresa ha lanzado 9.187 hasta el momento.
“En una notificación enviada a la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos, SpaceX reconoce que 472 satélites Starlink reingresaron a la atmósfera entre diciembre de 2024 y mayo de 2025”, explica John Barentine, director ejecutivo de Dark Sky Consulting, astrónomo y uno de los fundadores de Space Environmentalism. “Suponiendo que cada satélite de Starlink tiene una masa de 800 kilos y está compuesto por aproximadamente un 50% de aluminio, ha estado añadiendo a las capas altas de atmósfera una tonelada de aluminio diaria. La tasa natural de entrada de aluminio a través de los meteoroides es de 0,3 toneladas al día”.
Desde que los primeros satélites fueron enviados al espacio hace más de 60 años, se han completado más de 6.000 lanzamientos que han dejado alrededor de 56.000 objetos rastreables en órbita, según datos de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés). Muchos han regresado a la superficie terrestre (desintegrándose en el camino) y alrededor de 28.000 permanecen en órbita, aunque solo una parte funciona. Si los planes de empresas como SpaceX siguen adelante, se calcula que en 2030 habrá unos 60.000 objetos espaciales en órbita.
Todo esto supone, principalmente, un riesgo para otras misiones espaciales, que pueden sufrir impactos de esos objetos que viajan alrededor de la Tierra a gran velocidad. Pero cada vez parece más claro que también pueden tener un efecto sobre la vida en la superficie. Algunos estudios recientes señalan que muchos de los compuestos derivados de los objetos espaciales que se desintegran en la atmósfera, como los óxidos de aluminio, tienen el potencial de alterar el equilibrio térmico de las capas altas de la atmósfera y podrían tener efectos desconocidos en el clima.
“Estamos preocupados por varios problemas que afectan al medioambiente espacial, pero el que más nos preocupa es el tema de la basura espacial y sus efectos”, señala Barentine. “Nos preocupa mucho el llamado síndrome de Kessler, que habla de un escenario en el que la producción de basura espacial aumenta exponencialmente y podría llegar a cerrar el espacio orbital alrededor de la Tierra durante años. Además, nos preocupa que cada vez se autoricen más actividades de corte militar en el espacio y que estén aumentando las señales por el control territorial de la Luna”.
La semilla del ambientalismo espacial
Tras el boom de la Guerra Fría, las actividades espaciales se estancaron durante un par de décadas. Sin embargo, de 2010 en adelante la industria del espacio ha multiplicado su actividad hasta niveles nunca antes vistos. En 2010 se lanzaron 121 objetos al espacio, mientras que en 2024 se lanzaron 2.849, la mayoría de Estados Unidos (según datos de la NASA analizados por Our world in data). Como sucede en tantos otros campos, el ritmo con el que aumenta la actividad en el espacio supera con creces el ritmo con el que se estudia el impacto de dicha actividad y, más aún, el ritmo con el que se generan políticas internacionales y regulaciones.
Esta es la razón principal por la que ocho investigadores del campo de la astronomía fundaron Space Environmentalism (entre los que está Salvador Bará, profesor asociado de física de la Universidad de Santiago de Compostela, ahora retirado). “El desarrollo del espacio exterior está claramente conectado al crecimiento económico, por lo que me temo que todos los motivos que han impulsado la destrucción ambiental en la superficie de la Tierra están siendo transferidos al medioambiente espacial, que tiene incluso menos protecciones que las que alguna vez tuvo el medioambiente terrestre”, subraya Barentine.
Además de por la basura espacial, tanto en órbita como en otros astros, la asociación muestra su preocupación por la congestión de las órbitas, el impacto del desarrollo de naves espaciales durante todo su ciclo de vida y las nuevas actividades que puedan empezar a conquistar el espacio a medida que se desarrolle nuestra presencia en él (desde generación de energía hasta publicidad). “Son los gobiernos de todo el mundo los responsables de regular todos estos aspectos, pero la mayoría no parece estar teniéndolos en cuenta”, añade Barentine.
“Nosotros vamos a intentar influir en el desarrollo de la política espacial internacional. Pero tengo claro, a estas alturas de la historia, que el espacio sigue siendo un lugar en el que el que llega primero, marca las reglas”, explica el astrónomo. En este sentido, el grupo señala que el ambientalismo espacial también debe construirse desde una perspectiva de justicia social, ya que muchos países y pueblos han sido excluidos, sistemáticamente, de los debates y de los proyectos espaciales, aunque sufren las consecuencias de todo ello.
“Existe una continuidad ambiental entre la Tierra y el espacio, ya que ambos sistemas están acoplados de maneras sorprendentes. Si ignoramos el entorno espacial, lo hacemos bajo nuestro propio riesgo aquí abajo”, concluye Barentine. “Tenemos una oportunidad sin precedentes para no repetir los errores ambientales del pasado. El espacio exterior no es un lugar intacto, pero todavía se trata de un entorno prácticamente prístino. Tenemos la capacidad de tomar las decisiones que determinarán la condición de ese entorno para las generaciones venideras”.

Fuente: https://climatica.coop/espacio-tambien-medioambiente-asociacion-quiere-protegerlo/ - Imagen de portada: Foto: NASA

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