La vida no es un regalo, es un accidente
El Cambio Climático Abrupto ya está en aceleración sin control y aquí estoy yo escribiendo sobre ello, como si se pudiera hacer algo. No se puede hacer nada. ¿Entonces qué es lo que quiero decir? Nada, eso es lo que resulta tan significativo. Como el Extranjero de Camus, no hay nada que decir ni hacer. Nos extinguimos. Como tantas otras millones de especies a lo largo de la historia de este planeta. Volverán las bacterias y virus a ser los únicos seres vivos de esta tercera roca desde el sol, como al comienzo, hace unos 4 mil millones de años.
Ricardo Mena Cuevas
Yo es que no quería decir nada, ni siquiera exculparme. He vivido a costa de contaminar y no soy inocente. En lugar de ir a pie para hacer la compra, voy en coche y contamino. En lugar de quedarme en mi despacho escribiendo estas líneas sudando, las estoy escribiendo a 24ºC a doble intensidad de ventilación. Lo peor es esto: que nadie es inocente de contaminar. Y si dices que no podemos seguir contaminando, te sale el pureta de turno en la Red Social para decirte que estás diciendo eso desde un ordenador, con Internet, con Aire Acondicionado. Es verdad. Nadie es inocente en el tema del Cambio Climático Abrupto en modo desbocado (en «runaway mode»), pero al menos se tiene el derecho, la libertad de expresión de decirlo utilizando un ordenador con el aire acondicionado en 24ºC a doble intensidad.
Hay un libro de filosofía que estaba leyendo hace unos meses y ahora me viene a la cabeza. Se titula Weltschemerz: Pessimism in German Philosophy, 1860—1900, de Frederick C. Beiser. Lo que nos recuerda este libro es que Schopenhauer fue un filósofo que influyó en la segunda mitad del siglo XIX, puesto que decía que la vida no tenía sentido y que el sufrimiento no podría tener justificación posible si se tiene algo del sentido de lo justo, al contrario que hacen las religiones para justificar a sus dioses.
Y esto es lo que vemos que sucede hoy con el Cambio Climático Abrupto. El sinsentido, el absurdo de la vida. Se destruyen pueblos, barrios enteros, cosechas, miles de vidas, pero no se hace nada, salvo seguir haciendo lo mismo sin mirar atrás. Es como vivir en un manicomio en llamas y te dicen que lo que hay que hacer es pensar en el menú de la comida antes que en apagar el fuego. Nietzsche ya dijo que el mundo es un manicomio y acabó loco él mismo.
Milton pone a su Satán diciendo que quiere luchar contra la Providencia divina, pero este Satán Miltónico no es lo suficientemente rebelde, dado que sigue amando la vida, cuya creación es responsabilidad de su odiado Dios Monoteísta. Si Satán fuera un auténtico rebelde, viendo que no puede subvertir el sistema, se quitaría de en medio. Como escribí en mi obra Opus III («On Power, Epigram I»), el suicida tiene el poder absoluto para cambiar el mundo, dado que se puede quitar a todo el mundo de encima al quitarse la vida. Lo que elige el suicida es la decisión más radical que existe, como decía Camus que era la cuestión más fundamental de la filosofía: suicidarse o no suicidarse. “To be or not to be”, que decía Hamlet.
En puridad, el auténtico rebelde no ama la vida, ni la considera sagrada. Para el auténtico rebelde contra el Monoteísta Dios, uno vive y si llega un momento en que ve que no es digno vivir, se quita la vida. Como buen Romano. Cuando te venden en una película que comer carne humana está justificado porque hay que vivir a toda costa y sin importar la degradación de la dignidad humana que ello comporte, lo que eso nos indica es que se le tiene un excesivo respeto a la vida, puesto que se la considera divina, sagrada, un «regalo» del Monoteísta Dios.
Esto era todo lo que quería decir: que la vida no es sagrada ni un «regalo» divino, sino un mal accidente ocurrido en esta tercera roca desde el Sol en un universo negro, frío, mudo, y radioactivo y que Schopenhauer tiene razón: mejor ser pesimista frente al sufrimiento humano y animal que justificarlo con mil dogmas por hipocresía, porque hay que justificar el instinto de supervivencia programado por nuestro ADN activo en nuestros genes.
Lo cual no quiere decir que me suicide. Siendo un cobarde y siguiendo mi instinto de supervivencia amo la vida aunque comporte una ingente cantidad de sufrimiento, como el de ver lo que sucede en Gaza con miles de niños siendo masacrados simplemente porque pertenecen a otra raza o cultura. No, la vida no es sagrada y no es un regalo. La vida es un mal accidente. Y lo mejor del accidente que es la vida en esta tercera roca desde el Sol en nuestro universo negro, frío, mudo y radioactivo (y en continua expansión) es que el accidente que es la vida es breve. Todo vuelve al final al silencio. A la paz.
Nunca pensé que tendríamos una Ley de Eutanasia (3/2021) en España. Pero la tenemos gracias a los Ilustrados Radicales de Podemos... La auténtica rebeldía es poder decidir que la vida no merece la pena si implica una pérdida de nuestra dignidad humana, si implica un sufrimiento inaceptable. Esa es la auténtica rebeldía. Lo del Satán de Milton o el Mefistófeles de Goethe son mascaradas, hipocresías, puro teatro. Esos dos farsantes no tienen dignidad.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/opinion-socias/la-vida-no-es-un-regalo-es-un-accidente