Europa: Armarnos hasta los dientes nos hace aún más débiles ante la crisis climática

Mientras el cambio climático mata a más gente que todas las guerras y conflictos bélicos juntos, le dedicamos la cuarta parte del presupuesto global que gastamos en la industria armamentística. Nuestra sociedad actual, caracterizada por niveles profundos de hipocresía organizada, solo se atreve a abordar los impactos del cambio climático en unidades económicas.

Fernando Valladares

Los “eventos de un billón de dólares” (aquellos desastres naturales que causan daños por valor de más de mil millones de dólares en Estados Unidos) han pasado de suceder tres veces al año en la década de los 80 a 23 veces al año en los últimos cinco. Algunos análisis hablan de costes económicos del cambio climático seis veces mayores a lo esperado, lo que da como resultado algo tan sencillo como duro de aceptar: no tenemos dinero para hacer frente a los daños.

Las empresas aseguradoras no se hacen cargo, cancelan pólizas y se declaran insolventes ante los riesgos económicamente astronómicos y crecientes que suponen deshielos, incendios de sexta generación, tormentas Arca o sequías extensas. Pero apenas nos atrevemos a mirarle a la cara a las muertes evitables que trae consigo el cambio climático. Los estudios de atribución dejan poco margen de duda. Noticias como la de las 1.300 personas muertas por calor excesivo en la peregrinación a la Meca de 2024 puntean con horror las tendencias estadísticas que hablan por sí mismas: el cambio climático se lleva por delante el mismo número de personas en una década que las que se llevó la Segunda Guerra Mundial. Aproximadamente: la Segunda Guerra Mundial se cobró unos 50 millones de vidas mientras que las muertes asociadas con el cambio climático sumando todas las causas rondan los 5 millones al año.
Sin embargo, dedicamos mucho tiempo de debate político y social a cuánto hay que subir la inversión en “defensa.” ¿Hablamos de defendernos de lo que más nos mata o de defender el statu quo del actual modelo socioeconómico que lucra con carros de combate y fusiles? Mientras Europa rueda cuesta abajo por la pendiente de valores y derechos humanos, esperando inútilmente que ese sacrificio le dé cierto protagonismo en el escenario económico, tecnológico y geopolítico, el norte global en su conjunto evita abordar con decisión los riesgos mayores que le amenazan, y se ilusiona pensando que defenderse es tener arsenal bélico. Se ilusiona porque lo ve al alcance de la mano y porque supone no hacer grandes cambios en casi nada.
Como sociedad cada vez más débil, el norte global endeuda, arrastra y sobreexplota al sur global. Y la deuda global, en las unidades en las que queramos expresarla (euros, agua, biodiversidad o esperanza de vida) no para de crecer, y ya no sirve transferirla al sur global, porque al final nos llegan los cheques devueltos sin pagar. Porque nadie puede pagar la factura y quienes nos prestan el dinero empiezan a dudar de seguir haciéndolo a medida que el cambio climático, la contaminación o la falta de recursos cuestiona la posibilidad no ya de devolver el préstamo sino de ni siquiera hacer frente a los intereses de la deuda.

Una sociedad débil se reconoce rápidamente por la proliferación de la hipocresía, el negacionismo y los populismos. No hace falta insistir mucho en que estas tres cosas no paran de crecer. Ya casi no nos sorprende que crezcan los números de negacionistas climáticos, de políticos que aseguran que “todo va bien” y del seguimiento creciente de eslóganes y propuestas tan vacuas como simplonas. Todo ello es síntoma de una sociedad débil, incapaz de enfrentarse a sus problemas más acuciantes y de trabajar en soluciones radicales. El consuelo solo viene de la historia, que nos demuestra que esto siempre ha sido así, que los tiempos fáciles, como los que ha disfrutado durante décadas el norte global, generan sociedades débiles, y que tras el colapso o el cambio abrupto de ciclo surgen sociedades fuertes capaces de remontar. Pero, ¿a qué precio? ¿Qué nivel de sufrimiento y cuántas muertes evitables nos esperan en este descenso a los infiernos? No son preguntas aptas para una sociedad débil. Es mucho más fácil debatir sobre cuánto debemos destinar a la producción de carros de combate y fusiles.
En los momentos actuales de incertidumbre e inseguridad geopolítica tras la escalada de violencia impulsada por Israel y Estados Unidos, la OTAN fuerza a los países miembros a subir la inversión en defensa a un 5% de su PIB. ¿Qué tal si reprimimos nuestra ansiedad y nos enfocamos en lo que realmente nos amenaza? Las prisas son malas consejeras, pero catalizadas por la neurosis, los resultados son impredecibles.

Ya que no nos decidimos ni nos decidiremos a defendernos de Estados Unidos, defendámonos al menos del cambio climático

Sin embargo, puestos a defendernos con las armas, a tiros, eso que llamamos eufemísticamente “defensa”, podríamos afinar la puntería. Nuestra debilidad manifiesta nos lleva a retratar a Rusia como enemigo contra el que armarse. Contra el que invertir “en defensa” Sin embargo, nuestro enemigo es Estados Unidos. Lo ha sido siempre, solo que ahora la situación es más descarnada y descarada que nunca. Para comprender mejor quién es el “enemigo”, en febrero de 2022, tras la invasión de Ucrania, el diplomático chino Lijian Zhao nos recordó la treintena de países bombardeados por Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. En esto Estados Unidos es líder mundial. La lista estremece. Atrevámonos a leerla:
·         Japón: 6 y 9 de agosto de 1945 (únicos bombardeos atómicos de la historia)
·         Corea y China: 1950-1953 (Guerra de Corea)
·         Guatemala: 1954, 1960, 1967-1969
·         Indonesia: 1958
·         Cuba : 1959-1961
·         Congo: 1964
·         Laos : 1964-1973
·         Vietnam : 1961-1973
·         Camboya: 1969-1970
·         Granada : 1983
·         Líbano: 1983, 1984 (ataques contra objetivos en Líbano y Siria)
·         Libye : 1986, 2011, 2015
·         Salvador : 1980
·         Nicaragua: 1980
·         Irán: 1987
·         Panamá : 1989
·         Irak: 1991 (Guerra del Golfo), 1991-2003 (invasiones estadounidenses y británicas), 2003-2015
·         Kuwait: 1991
·         Somalia: 1993, 2007-2008, 2011
·         Bosnia: 1994, 1995
·         Sudán: 1998
·         Afganistán: 1998, 2001-2015
·         Yugoslavia: 1999
·         Yemen: 2002, 2009, 2011, 2024 2025
·         Pakistán: 2007-2015
·         Siria : 2014-2015
·         Iran: 2025

Como no nos vamos a atrever a declarar a Estados Unidos como la principal amenaza para la seguridad mundial porque nuestra debilidad, nuestra neurosis y nuestra hipocresía global no lo va a permitir, aprovechemos el miedo para invertir en defensa ante lo que más mata...

Salvaríamos muchas vidas con ese 5% invertido en mitigación y adaptación ante el cambio climático. Esa sí que sería una decisión valiente. Avalada por la ciencia, que nos revela de qué muere el humano del siglo XXI, y valiente. Pero no se espera valentía de una sociedad débil. Ni tampoco que preste mucha atención a la ciencia.

Fuente: https://ctxt.es/es/20250701/Firmas/49665/cambio-climatico-defensa-industria-armementistica-estados-unidos.htm - Imagen de portada: Inundaciones causadas por el desbordamiento del río Guadalupe en Kerrville, Texas, el 4 de julio de 2025. / USCG

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