Rio Abajo desde Belo Monte





Antes de que la semana pasada se aprobara en Brasil la construcción de Belo Monte, la tercera represa más grande del mundo, un fotógrafo de revista Veja recorrió el río Xingú, corazón del proyecto energético. En este relato describe cómo viven algunos pueblos que verán alterada su geografía y rutina para siempre.

por Fernando Cavalvante, desde Altamira / veja.com -

Un punto solitario en el mapa de Brasil. Eso es Altamira. La ciudad grande más cercana es Belem, que está a 740 kilómetros en dirección hacia la costa Atlántica. 

Al recorrer el río Xingú, que cruza el municipio de Altamira, cada dos o tres kilómetros uno se encuentra una casa o un pequeño grupo de viviendas. Hacia adentro, sólo jungla. Con sus casi 90 mil habitantes, Altamira está rodeada por la selva amazónica.  

La pobreza en Altamira ya sobrepasa hoy la mitad de la población. Incluso, los más ricos de aquí sólo ostentan casas de clase media-alta. Nada más. 

Tal vez por eso, y aunque la represa de Belo Monte está lejos de empezar a operar, los precios de arriendo en Altamira -la ciudad que va a acoger a la gran mayoría de los que trabajen en la construcción de esta hidroeléctrica- ya se han triplicado. Mucha gente que tenía una casa de estándares aceptables en el centro de la ciudad, ya  ha arrendado su vivienda a los ingenieros y técnicos de Belo Monte. Y han decidido ir a instalarse a los palafitos que bordean el río Xingú. 

En estos palafitos vive la población más pobre de la ciudad. Para empezar, la gran mayoría de las casas no tiene alcantarillado. Por ahora, no parece ser un gran problema, porque el pueblo es relativamente chico. Pero cuando aumente su población, esto puede transformarse en un gran desastre sanitario, especialmente para el río Xingú. 

Aunque las comodidades de la gente que arrienda sus casas en el centro disminuyen notoriamente, parece ser un buen negocio para ellos instalarse en la barriada más pobre de Altamira.

La aprobación del proyecto hídrico provoca incertidumbre en la ciudad. Por un lado, ven la instalación de la represa -que en realidad son tres represas- como una gran oportunidad para surgir. Pero, por otro, sospechan que Belo Monte les puede traer más problemas que beneficios. 

Saben que a la ciudad va a llegar una gran mezcla de gente a trabajar: ingenieros, policías, trabajadores poco calificados, prostitutas. Así como el precio de los arriendos sube, la población se va a triplicar de aquí al 2014, cuando se estima que empezará a funcionar la hidroeléctrica. El problema es que los servicios básicos todavía no están cubiertos del todo: en Altamira hay déficit de hospitales, de escuelas, de relleno sanitario y de sistema de alcantarillado. Existe el temor de que la ciudad, con más gente, se transforme en un gran caos.

Por el momento, es poco lo que se ha hecho en infraestructura. Eletronorte, la empresa a cargo del proyecto, estuvo esperando hasta la aprobación final de éste para empezar a trabajar. Quizás por eso, cuando recorrimos la zona, hace dos meses, sólo habían empezado la construcción de un consultorio.

A pesar de las carencias, la gente de Altamira parece conforme con el estado actual de las cosas. No hay dramatismo. En el río me encontré con dos lavanderas. Ellas están contra la instalación de la represa, porque no quieren ver su entorno alterado. Ambas viven en una zona que va a ser inundada por Belo Monte. Pero como sus casas quedan en un cerro, no hay necesidad de que sean trasladadas.  

EL RIO ES TODO
En mi recorrido de cinco días por la zona donde se instalará Belo Monte me encontré con dos situaciones opuestas en pueblos que, a simple vista, parecen similares. 

El primero, llamado Cila da Ressaca, era de unos dos o tres mil habitantes. En el pasado, este asentamiento era un grupo de viviendas para prostitutas que prestaban servicios a un grupo de mineros que explotaban un pique de oro. Esta mina desapareció, pero al parecer algunas prostitutas y mineros se quedaron allí para forjar su vida. Instalaron un supermercado y un par de restoranes  para la gente que pasa por la zona. Y también se dedicaron a la pesca y a algo de agricultura en pequeños pedazos de jungla. 

Quizás por sus orígenes de gente sufrida, la atmósfera en este pueblo es algo violenta. Uno camina por sus calles y se siente algo intimidado. Ellos saben que, con Belo Monte y sus represas que cortará el flujo del Xingú, este pueblo va a quedar seco. Sin río.

Lo mismo ocurre en otro pueblo, aún más pequeño, de unos mil habitantes: Ilha da Fazenda. La diferencia es que es un pequeño pedazo de paraíso. La gente que vive ahí es humilde, pero parece feliz. Todos se apoyan y se conocen. Son una verdadera comunidad, donde conviven negros, indios y blancos, pero a nadie le importan las razas. Es una villa donde el tiempo parece estar detenido. 

Aunque la gente puede estar preocupada, su estilo de vida los hace ver con relajo la instalación de Belo Monte. Sólo van a reaccionar cuando los trabajos los afecten directamente. Algunos están más resignados y se preguntan cómo la empresa va a ser capaz de calcular sus compensaciones. Nadie sabe. 

Para hacer cualquier alteración al Xingú hay que tener claro que el río lo es todo para quienes viven en esta zona: es la ruta que une a Altamira con el resto de los minipoblados y las comunidades indígenas repartidas en la Amazonía. Y también es la fuente de su existencia misma, de su economía.

La regla aquí es clara: sin río no hay vida.

LA CENTRAL EN CIFRAS
1975 fue el año en que por primera vez se empezaron a tramitar los permisos para instalar Belo Monte. Debido a la presión de diferentes grupos, quedó en nada. En los años 90 hubo un segundo intento que tampoco fructificó. 

18.700 mil puestos de trabajo directos para la región de Pará es el  impacto positivo que tendría la instalación de la represa. A ello hay que sumar 25 mil puestos de trabajo indirecto. 

Entre 20 mil y 40 mil personas se verán desplazadas por la instalación de la represa, ya sea por la inundación de su zona residencial o porque el río Xingú quedará virtualmente seco. Esto incluye nueve grupos étnicos de la Amazonía. 

US$ 16 mil millones es el costo estimado de Belo Monte. Su línea de transmisión costaría US$ 2,5 billones.  

400 kilómetros cuadrados de selva es la superficie que inundará este proyecto hidroeléctrico: un 0,01 de la superficie de la Amazonía. 

11  mil megawatts es la capacidad estimada para esta represa. Es casi cinco veces la capacidad de HidroAysén. Y será la tercera más grande del mundo después de Tres Gargantas, en China, e Itaipú, en Brasil. 

20 millones de casas en Brasil podrán ser abastecidas con electricidad por Belo Monte.

70% de la energía producida será destinada al uso doméstico. El resto será para uso industrial.    

Diciembre de 2014 es la fecha estimada para el inicio de operaciones de la central.  

73% de la matriz energética de Brasil es producida por el sector hidroeléctrico.

Tres represas considera el proyecto Belo Monte. La más grande tendrá más de seis kilómetros de largo.

Fuente: http://www.latercera.com/

Entradas populares de este blog

Científicos declaran oficialmente el fluoruro (flúor) como una neurotoxina

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Japón decidió deshacerse de todos los hornos de microondas en el país antes de finales de este año