La Amazonía: un territorio a fuego cruzado

La Amazonía –que abarca parte de lo que ahora se considera Brasil, Perú, Colombia, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Guyana, Guyana Francesa y Surinam- es un territorio vivo en permanente transformación que coexiste con cientos de pueblos y comunidades dependientes de los bosques.

Por: Joanna Cabello

A pesar que los bosques bajo territorio indígena son los mejores cuidados, las prácticas y conocimientos que los salvaguardan siguen siendo marginalizadas e incluso criminalizadas. El fuego es una pieza clave. 
 
¿Quién está realmente quemando los bosques en la Amazonía?
La mayoría de los científicos asumían que los incendios estacionales a gran escala eran improbables en zonas con alta humedad como la Amazonía, los hechos de los últimos años sin embargo han desmentido este supuesto. El Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE por su sigla en portugués) registró más de 200 mil incendios forestales en la Amazonía brasilera solo en 2017. (1)
De acuerdo a uno de sus investigadores, la causa fundamental por la cual los incendios se esparcen tan rápido no son las frecuentemente culpadas “quemas indígenas”, ni tampoco las sequías –que de hecho aparecen de manera cada vez más frecuente y prolongada –, sino la llamada “tala selectiva” o “tala con impacto reducido”.
Este tipo de tala se volvió popular a nivel mundial desde los años 90 ya que prometía la extracción de madera sin provocar los efectos devastadores la tala rasa o desbroce. Bajo esta práctica, llamada también de “manejo forestal sustentable”, los madereros extraen solo las maderas consideradas valiosas para el comercio. Sin embargo, estudios recientes demuestran que incluso cuando hay tasas muy bajas de extracción se puede llegar a la pérdida de biodiversidad, ya que se termina degradando y fragmentando el bosque, no solo con el madereo sino también con la apertura de caminos. (2) La tala selectiva además afecta a la vegetación remanente, al suelo, a los procesos hidrológicos y de erosión y facilita la expansión del fuego. (3)  También deja a su paso palos y restos que al secarse se vuelven inflamables. Al fragmentar el bosque, los incendios se propagan más y más rápidamente en las temporadas de sequías. El cambio climático solo agudiza este proceso.
Por otra parte, después de comparar 12 años de datos satelitales de cinco países amazónicos (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Brasil), Dolors Armenteras, una especialista en fuego y deforestación en Colombia, concluyó que los fuegos a gran escala están asociados con las vías de comunicación en la Amazonía. En Ecuador, por ejemplo, la explotación de hidrocarburos y la apertura de caminos asociados con éstos está fuertemente ligado a los fuegos y la deforestación amazónica. (4) El investigador Carlos Porto-Goncalves, reflexiona al analizar un mapa de la Amazonía que muestra las carreteras en fase de implementación: “el área tradicionalmente continua de bosque comienza a ser fraccionada en bloques de bosque separados por las carreteras. Hasta hace unos 20 años las vías se encontraban a orillas de la región, pero ahora ya no solo avanzan contra la Amazonía, sino que empiezan a fragmentarla, lo que provoca efectos metabólicos de gran alcance. Entre esas grandes carreteras que pasan a fragmentar la región, o mejor dicho, a partir de ellas, surge una miríada de caminos vecinales que hacen avanzar la deforestación en un proceso que parece no tener control y cuyos efectos son a todas luces devastadores en sus múltiples escalas: local, regional, nacional y global.” (5)
La tala selectiva y las carreteras sin embrago nos advierten de un problema mayor.
Con el proceso de colonización de la región amazónica se comenzó una intervención “desarrollista”.  Un modelo de “desarrollo” impuesto que busca identificar, cuantificar, explotar y acaparar la mayor cantidad posible de “recursos naturales” para alimentar un mercado capitalista que se intensifica y acelera cada vez más. La fuerte destrucción y despojo que esta intervención sigue ocasionando en aquellas personas y lugares de acaparamiento y contaminación es parte de su inherente injusticia y racismo ambiental. (6) Este “desarrollo” se encuentra subyacente a las muchas actividades que se suelen identificar como los “motores de la deforestación”. Estas incluyen a la industria maderera, agrícola, ganadera, y de celulosa, así como a la extracción, transporte y procesamiento de combustibles fósiles y minerales y la proliferación de hidroeléctricas. (7) Estas industrias requieren a su vez de caminos, vías fluviales, puertos, campamentos de trabajadores, etc.
Cabe mencionar que, en muchos casos, dichos “motores de la deforestación” queman áreas enormes de bosque para abrirle campo a su “desarrollo”. Estos incendios, que no son ni prohibidos ni criminalizados, constituyen el mecanismo más barato y de uso corriente por muchas de estas industrias.
Asimismo, es importante resaltar que los incendios forestales son también una amenaza para los territorios indígenas de la Amazonía. De octubre a diciembre de 2017, por ejemplo, en Brasil, 24 mil hectáreas del territorio indígena de Kayapó fueron quemadas, mientras que el territorio indígena de Xikrin do Rio Cateté perdió alrededor de 10 mil hectáreas. (8) Ambos territorios ya habían sufrido por la extracción ilegal de árboles de caoba y ambas comunidades todavía siguen combatiendo la minería. En el caso del territorio Xikrin, el madereo conllevó la construcción de 130 kilómetros de caminos primarios y 173 kilómetros de caminos secundarios. (9)
El manejo indígena del fuego
La agricultura llamada itinerante, migratoria o de “tala y quema”, una práctica milenaria utilizada por los pueblos de los bosques, casi siempre es culpada de provocar los fuegos y la deforestación. Sin embrago, se sabe que su uso conserva y mejora los suelos, estimula el crecimiento de determinada vegetación y contribuye a la protección de hábitats específicos. Al abrir claros en el bosque y quemar los restos de ramas y hojas se producen nutrientes que enriquecen el suelo, previniendo además incendios mayores en tiempos de sequía. La práctica de emplear lotes distanciados, en lugares, escalas y ciclos temporales específicos, con períodos largos de descanso para permitir la regeneración, indica el importante conocimiento ancestral de las comunidades sobre cómo respetar y coexistir de manera sensible y respetuosa con su entorno.
No obstante, el fuego cumple un rol que va mucho más allá de abrir áreas para el cultivo. Los pueblos amazónicos saben que las selvas tupidas no pueden ser muy ricas en fauna y los lotes abandonados para el descanso se convierten en una atracción muy grande para animales de caza. Dichos lotes dispersos también limitan la propagación de pestes, hongos e insectos, e incentivan cierta vegetación. Además, con el fuego incentivan frutales, crean espacios sagrados, controlan ciertos pastizales y forrajes para los animales domésticos, abren caminos de viaje, mantienen espacios comunales y de vivienda, etc. Este uso sabio del fuego ha sido un elemento crucial en la evolución histórica de la diversidad amazónica.
Muchas comunidades, sin embrago, se han quedado sin posibilidades para cultivar en sus lugares de origen ya sea debido a que sus tierras y/o entornos de vida fueron acaparados, contaminados, expropiados bajo políticas injustas o por escapar de situaciones de violencia y criminalización. Esto las ha obligado a “adaptar” los ciclos de la agricultura itinerante, las áreas de cultivo y pastoreo y los tiempos de rotación, a espacios y tiempos mucho más reducidos.
Frente a esto y con un discurso de “detener la deforestación”, las políticas de conservación tildan de improductivas a las prácticas agrícolas milenarias y se aprovechan de la crisis climática para imponer programas que argumentan hacer su agricultura más “eficiente”. No se busca detener la tala, las carreteras o las industrias que fomentan la fragmentación de la selva. Bajo slogans de “agricultura baja en carbono” o “climáticamente amigable”, se busca prohibir y criminalizar la práctica indígena de uso del fuego. Muchos programas incluso buscan asimilarlos como una opción barata en proyectos de supresión de fuego.
En Roraima, Brasil, las agencias de gobierno quieren reemplazar las prácticas indígenas de uso de fuego con el uso de tractores bajo el slogan “la tecnología es blanca, no indígena.” (10) En el parque nacional Canaima, Venezuela, muchos jóvenes indígenas Pemón han criticado el uso tradicional del fuego debido en gran parte a programas público-privados de educación ambiental enfocados en el control de fuego. Esto ha generado un declive en el uso del fuego por parte de las comunidades Pemón y por tanto la acumulación de biomasa inflamable, ya que la hojarasca no es quemada en los ciclos acostumbrados. Esto a su vez ha facilitado el aumento de incendios forestales a gran escala en la estación seca. (11)
En los pocos casos que al menos se reconoce la importancia de este manejo local, se le termina socavando al incluirlo en mecanismos de mercado o de incentivos dentro de los programas de mitigación del cambio climático. Así, se incluyen diversas quemas locales como posibles actividades que generen beneficios con el mercado de carbono (12)
El no reconocer el importante rol que el fuego cumple en los bosques tiene implicaciones cruciales tanto para su regeneración, conservación y mantenimiento como para los pueblos que dependen de ellos. El fuego, dentro de una coexistencia respetuosa, siempre fue y sigue siendo parte de la vida en los bosques amazónicos.

Joanna Cabello, joanna [at] wrm.org.uy
Miembro del secretariado internacional del WRM

(1) Mongabay, Record Amazon fires stun scientists; sign of sick degraded forests, Octubre 2017
(2) Ver por ejemplo: Science Direct, Identifyind thresholds of logging intensity on dung beetle communities to improve the sustainable management of Amazonian tropical forests, 2017 o Mongabay, Ecologists are underestimating the impacts of rainforest logging, 2014
(3) Asner, G. et al. (2005) Selective logging in the Brazilian Amazon
(4) La catalana que estudia los incendios forestales en Colombia, El Espectador, Febrero 2018
(5) Porto-Goncalves, C. (2018), Amazonía. Encrucijada civilizatoria
(6) Boletín del WRM 223, abril 2016, Racismo en los bosques: un proceso de opresión al servicio del capital
(7) Mapa sobre las represas en la Amazonía; Concesiones petroleras; Mapas de diferentes industrias en la región: “Amazonía bajo presión”
(8) Weisse M. and Fletcher K., Places to Watch: 5 Forests at Risk This Month, 2017
(9) Watson F. (1996) “A view from the forest floor: the impact of logging on indigenous peoples in Brazil”
(10) Oliveira, J. et. al. (2005) Agricultura familiar nos lavrados de Roraima, en Jayalaxshimi M. Et. al. (2016) Community owned solutions for fire management in tropical ecosystems: case studies from indigenous communities in South America
(11) Sleto, B (2006) Burn marks: the becoming and unbecoming of an Indigenous landscape y Sleto, B (2008) The knowledge that counts en Jayalaxshimi M. Et. al. (2016) Community owned solutions for fire management in tropical ecosystems: case studies from indigenous communities in South America
(12) Ver por ejemplo: Fire is REDD+: offsetting carbón through early burning activities in south-eastern Tanzania y Jayalaxshimi M. Et. al. (2016) Community owned solutions for fire management in tropical ecosystems: case studies from indigenous communities in South America

Fuente: Boletin Nro. 238 de WRM Junio-Julio 2018 - Imagenes: ‪Desinformémonos‬ - ‪Opanoticias‬



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