“Voces de Chernóbil”: el discurso coherente y aterrador de Svetlana Alexievich


Cualquier momento es bueno para releer las obras de un premio Nobel de Literatura. Sobre todo cuando estamos frente a un libro tan demoledor y necesario como Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexievich.


por Carlos Redondo

Cierto es que la autora escribe muy poco de su propia mano. Únicamente un diálogo consigo misma, como otra voz entre tantas, donde intenta explicar el por qué del libro. El resto de capítulos serán una amalgama de personas normales y corrientes que sufrieron en primera persona la tragedia. Héroes anónimos silenciados por la propia patria a la que salvaron. Pero en esas palabras de Alexievich encontramos un fascinante texto de amplísimas repercusiones filosóficas, y casi metafísicas, sobre lo que significó, significa y significará Chernóbil.
 
Ese 26 de abril del año 1986 no sólo se produjo la mayor catástrofe técnica provocada por el ser humano. Aquel día sucedió un auténtico apocalipsis en miniatura que podría haber tenido consecuencias mundiales. Es ahí donde se abrió la brecha moral porque la verdadera amenaza ya no estaba en el enemigo identificado por la propaganda soviética sino que el enemigo estaba en casa. Y lo más desconcertante de todo: que se trataba de un enemigo invisible a lo que nada escapa y para lo que nadie está preparado. El átomo, la pieza más elemental en la construcción de la vida, también puede ser la causante de la muerte más devastadora. Algo que merece el replanteamiento sobre dónde deben estar los límites del desarrollo.
El mayor talento de Alexievich, por tanto, reside en la elección de los testigos y cómo edita sus declaraciones. Relato durísimo y muy controvertido que necesitó dos décadas para ser completado y aún continúa estando prohibido en su Bielorrusia natal. Un arduo trabajo, como todos los de la autora, cuyo resultado tiene el ritmo de los mejores documentales, donde cada confesión, a veces separadas por el tiempo y los espacios, forman un discurso tan coherente como aterrador. Exigió valentía adentrarse en las zonas contaminadas para conocer y exige coraje leer los testimonios porque desnudar la verdad siempre resulta incómodo. Para quién la oculta y para quién desea hacerla pública.
Voces de Chernóbil es un documento que desata la indignación. Frustra leer las mentiras del régimen soviético, el abuso de su poder o el desdén hacia la vida de aquellos que se enviaban a una muerte segura. Los famosos liquidadores que llegaron a ser más de medio millón. Duele conocer el terrible sentimiento de ser un “apestado”. O reconocerse en el sentimiento de no querer abandonar la tierra donde uno nació a pesar de todo. De saber cómo todo un pueblo, que llega a reconocerse algo separado no sólo de Ucrania y Bielorrusia sino del mundo entero, sobrevive sin más perspectiva que la enfermedad y la muerte. Una comunidad obligada a compartir espacio con los fantasmas del pasado, el miedo y su propia locura. El ejemplo más extremo quizás sea el coro de niños agonizantes que nacieron sin infancia y por eso hablan con la dureza y desafección de los adultos.
Pero a estas voces desesperadas también se suman discursos donde subyace la esperanza. Como el de las esposas de los liquidadores. Hombres que ignoraban a lo que estaban expuestos y murieron en los meses o semanas siguientes reventados literalmente por la radiación. A pesar de la insoportable crueldad de sus experiencias algunas de éstas mujeres quieren hablar del amor incondicional. De la felicidad vivida y de la que no vivirán. O el de las parejas que tomaron el riesgo de tener hijos independientemente de los problemas con los que nacerían. Algo que nadie entiende pero que lo necesitaban para dar sentido a sus vidas. Como el conmovedor relato del hombre que decidió acudir a limpiar la zona para morir por el dolor que le provocó la infidelidad de su esposa. Sentimientos profundos y humanos que contrastan con la vergonzosa frivolidad del anuncio final donde un tour operador ofrece a turistas occidentales una visita segura y fascinante a las zonas prohibidas.
Esta confrontación tan desnuda es la que precisamente requiere del doloroso esfuerzo de leer estas voces. Para recordar un hecho que a veces obviamos y es que tras la tragedia, cualquiera, no sólo hay datos y cifras sino seres humanos que sufren y buscan respuestas. Y estas víctimas suelen concluir con un deseo unánime: que Chernóbil jamás caiga en el olvido y saquemos conclusiones para evitar la repetición de la Historia. De ahí que el subtítulo del ensayo sea “Crónica del futuro”. Por suerte, Alexievich ha contribuido inevitablemente a ello.

Fuente: http://lacuevadelerizo.com

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