Reflexiones sobre la ‘Cumbre del Clima en París’


Somos una especie rara. Ninguna especie en peligro de extinción reaccionaría como nosotros.

Ya hace unas décadas que somos plenamente conscientes de nuestra capacidad de acabar con la vida humana en este planeta e incluso, de la posibilidad real de destruir parte o la totalidad del resto de la vida en este maravilloso mundo azul perdido en la inmensidad del espacio. Así las cosas, el problema ambiental subsecuente a dicha eventual extinción, debería ser el más importante para la Humanidad, ya que en él nos va nuestra supervivencia como especie y sin ella, no se sigue nada más. Si desaparecemos, nada más tiene ya importancia. Es más, siendo la crisis ambiental causada por las emisiones de los denominados "gases de efecto invernadero" -el llamado Cambio Climático- su expresión más terrible, tendríamos que priorizar, por encima de todo, nuestras acciones para estabilizar el clima de la Tierra. Pero, no es así... Somos una especie rara. Ninguna especie en peligro de extinción reaccionaría como nosotros. A veces pienso que deberíamos posponer nuestra denominación como especie de Homo sapiens y encima, sapiens. De momento, no la merecemos. Una vez más en París, esperábamos más. Estábamos acostumbrados a los fracasos y a los incumplimientos, pero muchos creíamos que al fin, habría compromisos concretos y legalmente vinculantes. Sin embargo, la llamada COP21 (XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático o 21ª Conferencia de las Partes) nos deja un sabor amargo. Este se debe a que, por una parte es cierto que se trata del mejor acuerdo alcanzado nunca en materia de Cambio Climático, pero aun así, no es suficiente y deja en el aire enormes incertidumbres sobre las acciones realmente eficaces, cualitativamente y cuantitativamente, a las que deberían comprometerse las naciones para obtener la estabilización climática deseada por los expertos. Hay demasiadas nebulosas en el texto final, así como todo tipo de concesiones para que finalmente sea aceptado por todos. Los defensores de una postura "realista" siempre nos dirán que más vale algo que nada. Pero yo les argumentaría que me dijeran si ser "realista" es dejar en manos de la volatilidad el futuro de la Humanidad. John Kerry apostilló sobre el acuerdo: "*pero la historia nos juzgará por la manera en que seamos capaces de hacer cumplir los compromisos y llegar a los objetivos que nos hemos propuesto". Pero la historia también les deberá sentenciar además por no haber querido llegar a más. No obstante, para cuando esto sea posible, el mundo puede ser ya un infierno y ellos ya no estar en él. El "legado" lo recibirán sus hijos, nietos y todas las generaciones futuras. 
Es la primera vez pues también, que la Humanidad se enfrenta a un problema que trasciende las generaciones actuales, sin posibilidad de pedir responsabilidades por parte de las generaciones futuras, para quienes decidieron cómo será su mundo, pensando en muchas ocasiones, solo en clave egoísta del presente. En el terreno de lo concreto, el acuerdo no fija específicamente un pico límite de emisiones. Se limita a decir que este se alcanzará tan pronto como sea posible, aunque los países pobres necesitarán más tiempo. Se precisa que se creará un fondo de 100.000 millones de dólares, revisable anualmente, a partir de las aportaciones de los países desarrollados, y un "organismo internacional" para su regulación. Dichos fondos se destinarán a la compensación de pérdidas y daños producidos en los países más afectados por el Cambio Climático, pero su constitución queda para "más adelante". 
Los objetivos de emisión serán fijados por cada país, de lo contrario EEUU no hubiera firmado el acuerdo, ya que era inaceptable una imposición externa. A China e India no se les obliga a reducir las emisiones. Se les emplaza a mejorar sus esfuerzos contra el Cambio Climático en función de sus circunstancias nacionales. 
En el año 2019 debería haber la primera rendición de cuentas de los compromisos acordados. Los países industrializados piden, a tal efecto, un sistema transparente de rendición de cuentas, a lo que se oponen también China, India y, en este caso, algunos países más. 
No se ha podido cerrar un consenso en aviación y transporte marítimo. Esta vez han sido Rusia y los EEUU los más férreos opositores. Galileo ya hizo célebre la frase "Y sin embargo se mueve". 
Lo mismo sucede con el Cambio Climático. Christiana Figueres, Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático pidió más esfuerzo a todos, ya que, según ella, suponiendo que lo acordado se cumpla, nos dirigimos hacia un aumento de la temperatura global rozando ya los tres grados centígrados (2.7ºC). Recordemos que el límite dado por los científicos para evitar una gran catástrofe ambiental planetaria es de máximo 2ºC. 
Recordando a otro gran hombre de la historia humana, Carl Sagan, nos decía que el universo, la naturaleza, no son hostiles a la Humanidad, pero tampoco le son favorables. Son simplemente indiferentes. Así que, si algún día desaparecemos, al universo le dará completamente igual. 
Eso sí, si alguien más inteligente que nosotros, nos nombra en el futuro, nos llamará sin ningún lugar a dudas, Homo stupidus. 
Teresa Ribera, directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales de París decía: ¿Es un acuerdo ambicioso o se trata de un tratado descafeinado más? El tiempo nos lo dirá... 

Francisco Lozano Winterhalder es profesor de ESADE (Universidad Ramón Llull), speaker y consultor internacional en temas de medio ambiente y sostenibilidad ('www.flwinterhalder.net') ep 


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