¿A cuánto está el oro?





María Luisa Etchart

Muchas veces me he preguntado en qué momento de la historia del hombre sobre este bellísimo planeta se decidió que esas piedritas que, una vez pulidas, tienen un particular brillo y con las que se han fabricados millones de objetos, que dicen son de gran consistencia y duración casi eterna, en qué momento -repito- y quiénes fueron los que decidieron su valor y lo impusieron al resto de los mortales como un patrón con el cuál medir el resto de las cosas.

Hasta figura en las Escrituras, seguramente me contestarán. Bueno, también en las escrituras figura la tasa de interés que se debe cobrar a hermanos y ajenos (ver Deuteronomio, si no me creen), pero eso sólo puede servir para los estatutos del Fondo Monetario Internacional, no es ni una verdad absoluta, ni siquiera un pensamiento medianamente elevado.

Para obtener y acumular ese material que estaba allí, en la naturaleza, al alcance de quien lo notara, se cometieron crueldades, se aniquilaron culturas, se inventaron valores y organismos reguladores, y yo me pregunto: ¿Cuáles son sus propiedades intrínsecas? ¿Acaso es capaz de nutrir a un ser vivo, de curarlo, de aumentar su inteligencia, de darle paz y felicidad, de hacer sonreír a un niño o a un moribundo?

Convengamos que ya no se habla tanto de él como antaño, ahora ha sido reemplazado por otro elemento aún más ridículo: el dólar, un pedacito de papel impreso en gigantescas máquinas por un país que nadie controla en su emisión y que, se nos dice, vale lo que algunos grupos deciden que vale. Con total arrogancia, hasta tiene una leyenda que dice que los que lo inventaron “confían en Dios”. Hasta hace poco el que dirigía esa emisión era alguien cuyo nombre sintetizaba la proliferación de billetes con que se invadió el mundo: Greens-pan (verdes – sartén). Algo así como el que manejaba la sartén donde se cocinaban los “verdes” sin tregua.

Entre las sustancias de la naturaleza, mi admiración más sincera va dirigida hacia las semillas, que tras un aspecto humilde y generalmente poco colorido encierran el poder de producir con escrupulosa fidelidad otra planta o árbol similar al que la produjo. Sin hablar desde ya de la variedad infinita de plantas que existen y que han acompañado al hombre alimentándolo, curándolo, protegiéndolo de la intemperie o simplemente deleitándolo con vistosas flores de colores y aromas singulares.

Siguiendo con el plan de acumulación emprendido por miembros de la sub-especie rapaz, sedientos de petróleo, capaces de las máximas atrocidades y mentiras para asegurarse sus reservas, las semillas también están sucumbiendo al embate de su codicia. Las semillas nativas, esas que permitían sembrar y cosechar alimentos, y reservar una parte de esa cosecha para volver a ejecutar una nueva siembra han sido escamoteadas como por arte de magia y ahora los agricultores deben volver a comprar semillas híbridas y modificadas una y otra vez, a empresas que se dedican a “fabricarlas”. Un dramático paso más hacia la aniquilación de la naturaleza, hacia el empobrecimiento de masas numerosísimas de pobladores del planeta que ES DE TODOS. Ni hablar de los medicamentos: en vez de instruir sobre el uso de las plantas medicinales que ni siquiera han sido estudiadas en todo su potencial, se está envenenando a la población con sustancias sintéticas que, si te tomas el trabajo de leer los prospectos adjuntos a cada uno de estos medicamentos, tienen contraindicaciones y advertencias que cubren desde “un sarpullido en la piel leve” hasta “raramente se han registrado desenlaces letales” (¿QUÉ?) Todo ante la complicidad silenciosa de médicos, ministerios de salud, o farmacéuticos que parecen haber estudiado sólo para darte una receta cuyos componentes y consecuencias no conocen porque sólo repiten lo que los laboratorios les han dicho.

Les recomiendo buscar la página de Robert Kennedy Jr., donde figura un informe sobre las consecuencias de un producto llamado thymerosal que se incluyó durante años en la preparación de vacunas infantiles y que por tratarse de mercurio se cree ha sido responsable de daños cerebrales, autismo y otras lindezas y que fue silenciado para evitar los posibles juicios a laboratorios y a la DFA.

Todo esto está ocurriendo ahora, como los efectos de combinar las llamadas “bebidas energizantes” con alcohol en los jóvenes, la proliferación de drogas sin que las autoridades de los países afectados (que son todos) tomen medidas efectivas al respecto, ya que parecen no ver lo que los ciudadanos comunes percibimos, como tampoco hacen nada respecto a prohibir la venta de vehículos que desarrollan velocidades que teóricamente no pueden emplearse en ninguna carretera, en vez de exigir a los fabricantes que esos vehículos que van a poblar los caminos y serán manejados muchas veces por jóvenes motivados por las escenas de TV tengan un tope de velocidad que reduzca las posibilidades de accidentes.

Bueno, hoy me vine con todo. Debe ser que todos estos temas me rondan de día y de noche y siento que si los comparto tal vez cuantos más seamos que estemos atentos, tal vez podamos reducir los peligros a que están expuestas las nuevas generaciones, ya que es nuestra responsabilidad.

(Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

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