El camarote de las prioridades




Después de tres años de enfocar gran parte de nuestros recursos como educadores ambientales en trabajar el cambio climático, creo que, en parte, hemos errado con la estrategia para tratar de convertir esta situación en una prioridad en la vida de las personas.

SERAFÍN HUERTAS ALCALÁ
SOCIO FUNDADOR DEL PROYECTO AKTÚA

En general, tenemos limitada la capacidad para acumular asuntos prioritarios en nuestra vida, afortunadamente, y seguro que en muchos casos ya está desbordada, algo así como el camarote de los Hermanos Marx de las prioridades personales, en el que la preocupación sobre el cambio climático toca la puerta cuando está más lleno. "Vengo a barrer el camarote", Groucho abre y responde: "Precisamente lo que hacía falta, manos a la obra."

Un asunto que hemos presentado como de máxima importancia, pero que al final se demuestra que la relevancia se la da cada uno de nosotros, categorizando en función de un complejo entramado de creencias, ideas, conocimientos, intuiciones, informaciones, etc.

¿Acaso alguien cree que la lucha contra el cambio climático puede ser una preocupación para alguien entre cuyas prioridades no está la de llevar una vida más sostenible, más acorde y respetuosa con el entorno en el que vive? No lo creo.

Creo que la estrategia que hemos seguido algunos de los actores que desarrollamos acciones de comunicación y educación ambiental, ha resultado errónea, en parte, porque no existían las bases necesarias sobre las que construir la respuesta que la sociedad ha de dar al problema del cambio climático.

Toda la información procedente de informes, estudios o análisis recibida casi a diario, así como los contenidos de programas educativos o de acciones de comunicación, han de resultar significativos para nosotros si queremos que deje un poso y pase a formar parte de ese entramado cerebral que tenemos y que otorga las categorías a los asuntos que nos ocupan. De otro modo no dejará de ser más de lo mismo de esos ecologistas alarmistas, o fruto de una moda ambientalista pasajera o ni siquiera eso, será nada de nada.

Fuera de tanta retórica y en el terreno de lo concreto, solo tenemos que mirar la calle, nuestra calle y observarnos a nosotros mismos. Si tomamos como referencia un hito significativo en la lucha contra el cambio climático, con gran repercusión entre la población general, podemos escoger la producción del documental “Una verdad incómoda”, que con sus luces y sus sombras, puso el tema en primera línea mundial. Cualquier persona que lo viese en su momento, sin ninguna información previa, podría haber llegado a la conclusión de que la humanidad se enfrentaba a uno de los mayores retos colectivos de su historia, que el problema lo habíamos creado entre todos y que las consecuencias podrían llegar a ser dramáticamente negativas para gran parte de la población del planeta y no quedaba otra opción que actuar frente a el.

Otro evento de referencia en los últimos años fue Copenhagen. Durante meses oímos y leímos declaraciones grandilocuentes (entre ellas las mías) del estilo: “ Es la última oportunidad de la humanidad”, “Ahora o nunca”, “La historia juzgará a los líderes políticos que acudan a la COP15 por las decisiones que allí se tomarán”. De nuevo, cualquier persona que con un mínimo de interés siguiera el evento, podría haber pensado que el asunto tratado en Copenhagen era verdaderamente importante y decisivo y que las decisiones que de allí salieran, marcarían el destino de la humanidad.

Finales de agosto de 2010 ¿Qué queda de todo eso? ¿Qué ha despertado entre nosotros? ¿Nos ha hecho más conscientes del problema? ¿Vivimos en una sociedad camino de estar formada por ciudadanos que miran de frente el problema del cambio climático y están inmersos en un cambio de modelo de vida que se ajuste a los actuales requerimientos sociales, económicos y ambientales? La respuesta está abierta.

Un ejercicio práctico que ayude a articular respuestas puede ser algo tan sencillo como salir a la calle y observar a nuestro alrededor. Salgo a la calle y encuentro en el suelo los restos del botellón de anoche, que reunió a vecinos del barrio que habían decidido beber y beber para desafiar a los rigores del verano. [Botellón: Reunión de gente en la calle para beber y relacionarse]. Como resultado quedan en la acera botellas de vidrio, tapones, vasos de plástico, bolsas, papeles y mugre, mucha mugre. Eso si, los contenedores que están a 100 metros, vacíos. Continuo por la calle y encuentro a un conocido que va en su coche y para a saludarme ¿Dónde vas? –le pregunto- A comprar el pan –responde-. [Comprar el pan: Acción que se realiza habitualmente en el horno del pueblo, situado en la plaza del mismo y a escasos 300 metros del domicilio del protagonista.] Solo 300 metros. Le advierto que no podrá aparcar porque la plaza está cortada al tráfico y me responde que no importa, que lo aparcará en la estación de tren. [Estación de tren: Espacio donde los usuarios suben y bajan al tren de cercanías y que se encuentra a escasísimos 200 metros de la plaza del pueblo y, en consecuencia, a 500 metros de la casa del individuo.] Un rápido repaso a estas cifras nos indican que, si fuese a comprar el pan andando y dejase el coche en casa, recorrería un total de 600 metros, que a un ritmo normal es una distancia que se puede salvar en 10 minutos. Mientras que utilizando el coche, se va a desplazar 400 metros andando y 1000 metros en coche, para acabar empleando más de un cuarto de hora y con un balance de: Gasto de combustible, contaminación, ruido y ningún saludable ejercicio físico. El supermercado de referencia al que acudo ha dado marcha atrás como paladín de la defensa del medio ambiente, nada de bolsas a 5 céntimos, vuelta a las bolsas gratis, que la competencia es fiera y los demás las siguen regalando. Dicen que en definitiva es el cliente el que quiere coger bolsas sin límite y gratis, que lo de los avances ambientales pueden esperar a superar la crisis.

Hechos del día a día, que quizás no sean suficientes para dar una respuesta a los interrogantes anteriores, pero que vemos y vivimos, y a los que me remito.

La realidad es que no existen referencias en la conciencia de muchos de nosotros que ayuden a darle al cambio climático el estatus de problema prioritorio a resolver. Lo hemos presentado como tal, hemos dado los argumentos, mostrado las evidencias, las posibles consecuencias en diferentes escenarios futuros, pero no hemos conseguido que la gente traduzca esa realidad en acciones, al menos no entre una parte suficientemente importante de la población.

De un vídeo de la organización water.org que habla sobre la crisis del agua a nivel mundial, extraigo el siguiente texto: “Cada 15 segundos un niño muere a causa de una enfermedad relacionada con el agua que podría haberse evitado ¿Dónde está nuestra indignación?” Está, pero dura el tiempo justo en que esta información sale de nuestro cerebro para dejar espacio al último fichaje de un equipo de fútbol o a las declaraciones del tertuliano sobre la madre coraje que vive de hablar de su hija, que sin duda también pueden tener un espacio en nuestro disco duro, ¿Porqué no? Pero ¿Las podemos clasificar en la misma carpeta de asuntos relevantes? ¿Porqué unas salen tan rápidamente de nuestros archivos y otras las mantenemos entre nuestros favoritos? Mientras no cambien esos criterios entre muchos de nosotros todavía quedará mucho camino por recorrer y cada vez más cuesta arriba.

Pero no todo ha caído en saco roto. La realidad es que algo se mueve desde muchas instituciones, empresas, asociaciones, ciudadanos, que si han captado el mensaje, que han entendido que más allá de las polémicas iniciales (que algunos se empeñan en perpetuar), de los debates sobre el reparto de responsabilidades, de la incerteza de las consecuencias reales, o de si su verdad es incómoda o comodísima, hemos de cambiar nuestra manera de entender la relación con nuestro entorno, re-aprender cosas que llevamos grabadas a fuego desde pequeños y que a día de hoy están desactualizadas. Asumen que hay que incorporar nuevos valores, repensar las prioridades y poner “patas arriba” muchas cosas.

Con mayor o menor pendiente y dificultad en el camino, hemos de reconocer que sí estamos en el. Tenemos un buen ejemplo en el proyecto aktúa, desde el que trabajamos para crear el terreno de cultivo idóneo donde sembrar nuevas ideas, nuevos criterios y desde donde mostrar al mundo que otra manera hacer las cosas es posible, que existen ejemplos inspiradores del cambio que invitan a reflexionar y que podemos crear un movimiento humano que sea contagioso y estable. El tiempo apremia y no nos podemos permitir que tanto trabajo caiga en saco roto.

Debemos seguir insistiendo en la creación de una mayor conciencia ambiental que sirva para que ese señor que baja a comprar el pan en coche, valore la opción de hacerlo andando por los beneficios que tiene; que sirva para que las empresas asuman criterios ambientales por encima o al nivel, de otros puramente económicos y descubran que en el medio y largo plazo es una inversión con beneficios en todos los aspectos; y que sirva para que las instituciones públicas tomen decisiones de futuro para nosotros, acorde a las verdaderas necesidades del conjunto de la sociedad. Así si, así priorizar asuntos de la magnitud del cambio climático para adoptar estrategias y desarrollar acciones que lo afronten será posible.

ENVIADO POR: WWW.AKTUAYA.ORG -
http://www.aktuaya.org -

Entradas populares de este blog

Científicos declaran oficialmente el fluoruro (flúor) como una neurotoxina

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Japón decidió deshacerse de todos los hornos de microondas en el país antes de finales de este año