El cinismo del gobierno





El gobierno –y con él, el poder- es cínico. Se arropa con el mote de progresista, pero en materia ambiental es cínico hasta el hartazgo. Son conservadores, porque no quieren cambiar nada, dado que los negocios ya están en marcha.
En materia ambiental han colocado a la República de rodillas, sometiendo al pueblo a los caprichos de las multinacionales como Botnia (UPM), a las empresas mineras a cielo abierto, a las que saquean el agua, a las que construyen desiertos verdes con la soja y para eso se llevan puesto el monte nativo. Se está cometiendo el mayor ecocidio en la historia y los gobiernos no hacen nada, excepto asistir a quienes lo generan. El cinismo se ha expresado de múltiples maneras, con diferentes lenguajes, pero siempre implacable en su mensaje: les molesta que la gente salga a la calle a defender sus derechos, porque esa actitud expresa que el gobierno –y el poder- los avasallan.
Primero intentaron cooptar, llamaron a este movimiento “causa nacional”; pero las mentiras les duraron un suspiro en la insobornable marcha de los pueblos. Incluso pudieron quedar algunos asambleístas en el camino adhiriendo a esa “causa nacional”, pero el pueblo sigue de pie… resistiendo. Luego apostaron al cansancio, pero no entendieron que un pueblo que camina jamás detiene su marcha… ni siquiera en las maquilladas derrotas que han querido instalar. Más tarde, asumieron roles de pretorianos y acusaron a los asambleístas de atentar contra la paz social, cuando en realidad las empresas como Botnia son las que generan ecocidios, se instalan violando leyes y tratados y avanzan con las lustradas de botas de los parlamentarios. Los parlamentarios aprobaron una ley de protección a las inversiones de Finlandia que dice en su último párrafo: “En caso de divergencia, prevalecerá el texto en inglés”. Leyes que protegen las inversiones de Finlandia, pero desprotegen al pueblo. Y encima, ponen de rodillas a la República hasta el punto de renunciar a su propio idioma. El parlamentario ya no parlamenta, aprueba leyes que le escriben desde Botnia en inglés. Nada de esto ha resultado para acallar las voces que reclaman el derecho a la vida. Por eso ahora se intenta, desde las áreas de Salud dominar el discurso y presentarse como los cuidadores de los ciudadanos. Otro mamarracho cínico. Son un patético reflejo de los cipayos que entregan el medioambiente al mejor saqueador. Esta vez en nombre de la salud. La gente se muere de cáncer y nadie explica nada… “Estamos haciendo una vigilancia ambiental todos los días”, dicen desde el gobierno. Pero la hacen sin laboratorios, sin rendir cuenta al ciudadano, con aportes tardíos y con explicaciones vagas, contradictorias, casi sin sentido. Como saben que esto tampoco será suficiente, asumen el rol que mejor saben jugar: domesticar a quienes les cantan las cuarenta verdades, criminalizar las protestas sociales. Para ello cuentan –como en un juego de ajedrez- con sus peones bien distribuidos estratégicamente: la Justicia apura sus pasos para responder a ese mandato. La condena está escrita en la misma denuncia, lo demás es una puesta en escena, un ritual que rinde pleitesía a los amos como Botnia. Ante tanta desprotección, la Asamblea persiste en algo tan esencial como conmovedor: NO a las papeleras, SI a la vida. Es en esta lucha asamblearia donde a la Palabra (con mayúscula) se la honra en cada acto, en cada oración. Es en el discurso pacato de los funcionarios donde a la palabra se la tergiversa, porque deben adaptarla sólo a sus intereses y no a la realidad. La realidad –y con ella el futuro- se está malversando por estas distorsiones. Los funcionarios y los gobiernos quedan enredados en su propia anomia. Los destinados a mejorar la calidad de vida terminan siendo cómplices de este sistema inhumano, saqueador, ecocida y que sólo se sostiene cuando se gobierna denigrando a sus propios pueblos. Aunque digan lo contrario, aunque vuelvan a gozar de la confianza electoral en las urnas. “Que la ciencia hable”, es lo último que se les escucha decir para no expresar que están convalidando el mayor saqueo ambiental de la historia… y que como gobernantes son impotentes para que hable la ciencia política. En su impotencia saben que el único camino que les queda es la canallada. El golpe bajo, las amenazas, las cacerías de brujas… las emboscadas jurídicas. Por estos favores, el Gobierno logra dominio financiero, las intendencias aportan la anomia territorial, las fuerzas de seguridad el rol represivo contra el pueblo; pero no les alcanzan. Van por más: los órganos de control no controlan y del monitoreo nadie sabe nada ni siquiera bajo qué hipótesis científica se realizará. Científicos que no saben explicar sus hipótesis de investigación: una burrada por donde se la mire. Serviles y cínicos, apuestan al miedo y al apriete del ciudadano. En este contexto hay que estar atentos. Se vienen épocas muy duras. Arriba se darán todas las batallas –con todas las armas- para defender a Botnia. Abajo, un pueblo caminando para defender su vida. No podrán pasar, porque por cada asambleísta derrotado nacerán cientos, miles, que marcharán todos los días con la conciencia de que hoy más que nunca es necesario dejar un mundo mejor que el que se tiene.


Por Nahuel Maciel

Fuente: EL ARGENTINO

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