Prohíben usar a los grandes monos para experimentos de laboratorio
En 2005, este chimpancé fue utilizado para revelar el código genético de su especie. Se hizo famoso y hasta alcanzó la tapa de una revista cientifica. En su caso, no hubo daños físicos. Pero el resto de los monos utilizados en otras pruebas no corren la misma suerte.
Tras dos años de intensas negociaciones y bajo la presión de grupos sociales, el Parlamento Europeo aprobó esta semana una normativa que prohíbe el uso de “grandes simios” en los experimentos de laboratorio.
En nombre de la ciencia, cerca de 12 millones de vertebrados son destinados anualmente a testeos por las 27 naciones del bloque europeo. Cerca del 80% son ratones y ratas, mientras que los primates representan una porción cercana a los 12 mil. Sin embargo, la protección rige sólo para los parientes más cercanos al hombre: chimpancés, gorilas y orangutanes.
La mitad de estos son usados para el desarrollo de fármacos, un tercio para exámenes biológicos y el resto, para pruebas de cosméticos, de toxicología y diagnósticos.
Los investigadores argumentan que los primates son indispensables para analizar ciertas enfermedades. Aunque su empleo podrá justificarse sólo en experimentos que garanticen un avance en enfermedades como el virus del sida, cáncer, esclerosis múltiple, mal de Alzheimer y Parkinson. En el primer borrador de la Comisión, la propuesta planteaba exceptuar a los macacos, pero su utilidad para el conocimiento de enfermedades neurodegenerativas –como es el caso del Alzheimer– condicionó esa medida.
Sobre esta cuestión, Ricardo Jiménez Cárdenas, gerente de Comunicaciones de la Sociedad Mundial para la Protección Animal (WSPA) le dijo a Clarín que “aunque se va a prohibir el uso de ciertas especies, hay otras que se seguirán usando bajo regulaciones más estrictas, las cuales deberían ayudar a asegurar que se hagan todos los esfuerzos posibles para evitarles sufrimiento a estos animales. De todos modos, vemos con buenos ojos cualquier desarrollo que lleve a la reducción de estos experimentos, el número de ejemplares usados o el nivel de sufrimiento de los mismos”.
El texto consensuado por el Parlamento Europeo aboga para que “los experimentos con animales se sustituyan, en la medida de lo posible, por métodos alternativos científicamente satisfactorios”.
En otro apartado recomienda reducir al mínimo el uso de seres vivos “sin poner en entredicho la calidad de los resultados” y, en la medida de lo posible, el dolor que se les causa. Veta, con alguna salvedad, el uso de animales que no hayan sido criados en cautiverio, aboliendo expresamente el uso de perros vagabundos y exige que cada experimento sea evaluado y autorizado.
Es así que los especialistas tendrán que mantener archivos sobre la historia de cada primate, perro o gato, para satisfacer sus necesidades de bienestar. Los equipos están obligados a usar alternativas, en caso de haber otras opciones. Se sabe que menos del 2% de los experimentos en animales han tenido algún resultado favorable a una investigación; en otras palabras: más del 98% de las pruebas serían inconducentes.
En referencia a este dato, el doctor Juan Enrique Romero, médico veterinario, comenta que “el sufrimiento no ha reportado tantos beneficios como se suponía. Hay muchas líneas de pensamiento, entre las que me incluyo, que plantean otras técnicas alternativas. Los modelos experimentales como la reproducción computarizada y el cultivo de tejidos, sirven para restringir el padecimiento a los animales”. Sin embargo, el dictamen no conformó ni a los partidarios de una abolición total ni a los defensores de poner por delante la causa científica. “El progreso de la medicina es crucial para la humanidad y desgraciadamente para avanzar es necesaria la experimentación animal”, subrayó el diputado conservador italiano Herbert Dorfmann. Los ecologistas, en cambio, argumentaron que “es posible reducir el número de animales utilizados con fines científicos sin obstaculizar la investigación”, según la diputada belga Isabelle Durant.
clarin.com