Merkel prolonga la vida útil de las centrales nucleares otros 12 años







Ingo Niebel
Gara

La «revolución de la política energética» recién inaugurada por la canciller alemana, Angela Merkel, satisface las demandas de la industria nuclear y da oxígeno al movimiento anti-nuclear, que parece renacer de sus cenizas. Mientras el Gobierno se muestra contento y satisfecho por el compromiso alcanzado con las grandes empresas, los partidos de la oposición están cerrando filas tanto dentro como fuera del Parlamento para cambiar la política atómica.


Tras el reinicio del curso político, la canciller alemana Angela Merkel (CDU) se muestra alegre y combativa. Ayer mismo, la ex ciudadana de la RDA proclamó la «revolución de la política energética». Con la presentación de su nuevo concepto político ha querido poner fin, primero, a una bronca de las muchas que han caracterizado hasta ahora el trabajo de su coalición, compuesta por su Unión Demócrata Cristina (CDU), su hermanada Unión Social Cristiana y su socio, el Partido Liberaldemocrático (FDP). Y en segundo lugar, la mandataria ha tenido que satisfacer a un poder fáctico del país -la industria energética- para que baje la presión.
Ante la prensa, Merkel se mostró contenta de que las negociaciones de los socios de Gobierno «no hayan durado tanto» -sólo fueron 12 horas de reunión, todas el domingo-.
La jefa de Gobierno obvió que, en los meses anteriores, el debate estuvo a punto de costarle la cabeza a su ministro de Energía, Norbert Röttgen (CDU), que de todos modos se prepara para dejar Berlín rumbo a Düsseldorf, donde quiere presidir del comité regional de la CDU.
Ayer personificó junto con el ministro de Economía, el liberal Rainer Brüderle (FDP), el «compromiso» que Merkel elogiaba. Según Röttgen, el bipartito no sólo solucionó el futuro energético de Alemania: «Yo lo considero el programa de política energética más exigente habido hasta el momento, y no sólo en Alemania».
Sus puntos clave se refieren a la energía nuclear y a las plantas que generan electricidad quemando carbón. Según el Gobierno alemán, las 17 centrales nucleares deben funcionar unos 12 años más.
Dos grupos
El Ejecutivo las ha dividido en dos grupos: las centrales más obsoletas podrán producir unos ocho años más, mientras las más modernas lo harán catorce años. En total, la decisión gubernamental supone un plus multimillonario para la industria energética, que a su vez quiere utilizar sus plantas durante 15 ó 20 años más.
Desde 2011 y hasta 2016, los grandes trust como RWE, E.on, EnBW y Vattenfall tendrán que pagar un impuesto anual de 2.300 millones de euros por sus centrales nucleares. La medida forma parte del plan con el que el Gobierno quiere reducir el déficit durante el próximo lustro.
Röttgen anunció que la industria pagará también otros 3.000 millones de euros anuales para un fondo especial que fomentará las energías alternativas. Merkel añadió que, a partir de 2013, se utilizaría la totalidad del dinero obtenido por la venta de los certificados CO2 para invertirlo en la protección del clima y en las energías renovables.
Para poner en práctica esta nueva política, el bipartito piensa que no necesita consultar a la segunda Cámara, el Bundesrat, donde ha perdido su mayoría de votos. La oposición parlamentaria ha anunciado que lo primero que hará será llevar la ley reformada ante el Tribunal Federal Constitucional si no pasa por la representación de los 16 estados federales.
Aparte de este obstáculo legal, Merkel cuenta con otro problema: la prolongación de la vida útil de las centrales nucleares supone que producirán también más residuos atómicos para los cuales no existe solución duradera. Hay dos depósitos provisionales: Gorleben y Asse. En ambos casos se han detectado graves irregularidades, ya que ninguno de los dos lugares ofrecía las condiciones mínimas para una utilización segura cuando fueron construidos, hace ya más de treinta años.
El domingo, la larga mano de la industria nuclear volvió a mover los hilos en la Cancillería. Antes de lograr su «compromiso», Merkel llamó a los directores de E.on, RWE , EnBW y Vattenfall. Las cuatro empresas no sólo controlan el mercado energético en Alemania, sino que también apretaron las tuercas a la jefa de Gobierno el 20 de agosto cuando, junto con otros 40 empresarios, banqueros y políticos, «instaron» a Merkel a mantener la energía nuclear y de carbón: «Hay mucho en juego: la protección de las bases vitales de mañana y la futuribilidad de Alemania».
«Un regalo»
Ante este fondo el jefe del grupo parlamentario de los Verdes, Jürgen Trittin, consideró que la decisión del bipartito «no es ningún compromiso, sino un regalo multimillonario para RWE, E.on, EnBW y Vattenfall».
El presidente del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Sigmar Gabriel, arremetió contra el Gobierno diciendo que «nunca antes había dado, de manera tan insolente, la impresión de que en Alemania se puede comprar la política». La copresidente del partido socialista Die Linke (La Izquierda), Gesine Lötzsch, indicó que el Estado ha mostrado que se deja chantajear. En 2002, el SPD y los Verdes lograron un acuerdo con la industria nuclear para que ésta apagase escalonadamente sus centrales nucleares para 2023. Ahora, podría ser que la última central funcionase hasta 2050. Ambos partidos avisan de que cambiarán la política de Merkel cuando lleguen al poder. No es una hipótesis descartable, ya que ambos han empatado con el bipartito de la canciller.
Y algunas voces críticas se escuchan también desde el otro lado de los Alpes. El conservador ministro de Medio Ambiente austríaco, Nikolaus Berlakovich, ha sentenciado que con esta política «Alemania se lo hace muy fácil para poner límite a las emisiones del CO2».
Las organizaciones ecologistas han puesto el grito en el cielo. Greenpeace habló de un «día negro para Alemania» y de una «decisión irresponsable». La nueva política «hace daño a Alemania y sirve a los consorcios», opina su experto en energía, Tobias Münchmeyer.
El domingo tuvo lugar una manifestación anti-nuclear ante la Cancillería y podría haber sido la primera de muchas más porque la mayoría social no quiere este tipo de energía.
El medio ambiente vuelve a ser tema de conversación en Alemania
Hasta hace poco, parecía que la defensa del medio ambiente era algo nostálgico para los veteranos del movimiento anti-nuclear de los años 80 o una aventura para los jóvenes que jugaban al gato y al ratón con la Policía saboteando los transportes nucleares. Pero algo está cambiando en Alemania desde que varios miles de ciudadanos de Stuttgart están protagonizando manifestaciones masivas y constantes contra la reforma de su estación central.
Esta ciudad no tiene fama de ser una gran «luchadora» como Hamburgo o Berlín, más bien encarna la imagen del ciudadano burgués que paga sus impuestos y obedece a la autoridad. Desde agosto, muchos contribuyentes han cambiado de rol e intentan evitar que el Ayuntamiento y el Gobierno regional realicen su ambicioso proyecto de construir una estación central subterránea que, según el presupuesto, costará más de 4.000 millones de euros.
Aunque la demolición del edificio ya ha empezado, las protestas no cesan. Las autoridades locales han optado por aguantar, empleando a la Policía para abrir paso a las excavadoras, pero esto conlleva un alto riesgo: en primavera de 2011 se celebrarán las elecciones regionales.
Quizás Stuttgart no es más que un fuego de paja que arde algo más que otros incendios, pero también puede ser la chispa que dé vida al movimiento ecológico y anti-nuclear del siglo XXI en Alemania.
La organización antiglobalización ATTAC ha convocado junto a otros grupos una manifestación contra la política del Gobierno para el 18 de setiembre en Berlín. «Si el Ejecutivo pone en riesgo la vida de la presente y la futura generación, los ciudadanos tenemos la responsabilidad de evitarlo», dice su portavoz, Hendrik Sander, anunciando protestas pacíficas en todo el país.

Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20100907/219371/es/Merkel-prolonga-vida-util-centrales-nucleares-otros-12-anos

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