El dios cóndor
En una entrevista que el periodista Horacio de Dios le hace a Guillermo Patricio Kelly en 1984, este rememora sus primeras actividades como fuerza de choque de la Alianza Libertadora Argentina. En 1943 Kelly tenía 21 años. Autodefinido a la sazón como “puberto político” su unión a la Alianza ocurrió “por accidente” la jornada previa al golpe militar del 4 de junio. Esa noche al joven Kelly le avisan que su mujer está por dar a luz su primer hijo. Cierra su negocio, una cartonería del centro, pero en el camino a la clínica se distrae en la esquina de Carlos Pellegrini y Corrientes con una manifestación que grita “Patria sí, colonia no”. Como en un canto de sirenas, sirenas nacionalistas y sirenas policiales, Kelly —a pesar de la urgencia que lo convertirá en padre— se zambulle en la batahola contra las fuerzas del orden que buscaban sofocar el inminente golpe de estado contra el gobierno del catamarqueño Ramón Castillo. La noche que nace su hijo nace también desde la cárcel el militante nacionalista.
Por Vicente Mario di Maggio
La Alianza Libertadora Argentina tenía su local en la esquina de San Martín y Corrientes, el mismo que fue bajado a cañonazos durante el golpe del 55. En los años previos, aquellos del peronismo, Kelly no demoró en ascender entre las filas de la Alianza hasta expulsar a Juan Queraltó, el fundador del movimiento, y hacerse cargo del movimiento como nuevo líder.
¿Qué había en el local en esa época? —pregunta Horacio de Dios. Y Kelly responde: “Estaba el retrato de Hitler, de Mussolini y de Franco”. Pero según el entrevistado esos figurones no le provocaban “ni fu, ni fa”. A él le interesaba la causa nacional. Y aquí viene lo interesante: “Lo único que me atrajo del local de la Alianza fue la figura de un cóndor con una leyenda que decía Dios Cuntor”.
¿Quién es este dios que sobrevolaba las afiliaciones nacionalistas del momento? ¿Y de dónde sale eso de “cuntor”? Cuntor, en corso, quiere decir contorno, pero cóndor en el mismo idioma se escribe “cundoru”. En alemán, si nos dejamos llevar por la presencia del retrato del archifamoso líder nacional-socialista, se dice “kondor”, y en italiano “condor”. Imaginamos que el reportero desgravó una charla con la fonética de Kelly de la palabra quechua “kuntur”.
Ahora bien, tener al ave más grande del mundo, como un símbolo del nacionalismo es una cosa, tenerlo como un dios es otra distinta. Hay que decir que la filiación del cóndor con la familia de los buitres no lo hace un tótem muy agraciado. No obstante, su vuelo majestuoso le otorga una dignidad que alterna en importancia entre la militaria vernácula y las cosmogonías de los círculos tribales andinos.
Para los aymaras el mallku (cóndor) representa el espíritu de las montañas y con estas, una fuente de vida. Los colores del ave, el negro, el blanco, el gris, semejan justamente a la piedra y a la nieve de los picos que, al desprenderse de las cumbres, transportan el agua necesaria para los cultivos. Se entiende entonces el carácter positivo en relación a su simbolismo.
Para los incas el kuntur era un mensajero, su vuelo altivo lo convertía en el vecino del mundo superior, el encargado de transportar las plegarias dedicadas a los dioses.
Para los mapuches el maiñque —o su presencia en el cielo— era el símbolo de las almas nobles, aquellas que desde las alturas acompañaban a los mortales. A su vez era el representante de la cordillera por la misma similitud entre su plumaje y el paisaje de su entorno.
En las naciones modernas, los países que comparten la cadena cordillerana, Colombia, Bolivia, Ecuador, Chile, Perú, Argentina, el cóndor se volvió, en el mejor de los casos, el símbolo de la Patria Grande. Un idealismo compartido en el imaginario de los escudos nacionales y en emblemas patrios de estados que no dudaron en entreverarse en conflictos bélicos cada vez que el peso de sus rencores superó las utopías de uniones trasandinas.
Actualmente el cóndor es una parte fundamental del Escudo Nacional de Chile. No siempre fue así. El primer escudo chileno tuvo otras características: estaba formado por una pareja: un indio robusto con una lanza y un garrote, y una bella mujer, también mapuche, sosteniendo un arco, más una curiosa mano a la espalda, la que posiblemente escondiese una flecha. La pareja estaba presente a ambos lados de una columna. Sobre esta columna una bola representaba al Mundo. Sobre el Mundo un hacha y una palma cruzada. Sobre estos dos una estrella de plata de cinco puntas, y sobre la estrella, finalmente, el lema en latín que cuya traducción sería “Tras las tinieblas, la luz”. Muy lindo, aunque en la base de todo el conjunto otro lema advertía: “O por consejo o por la espada”. De modo que el escudo nos invita a aceptar las condiciones del nuevo orden o de lo contrario tenemos una lanza, un garrote, un arco, un hacha, una palma, un suriken de cinco puntas si no optamos por no penetrar en la luz que se nos ofrece. Aquel primer escudo tuvo corta vida, alrededor de dos años, hasta que los realistas reconquistaron Chile en 1814.
Recuperado Chile cuatro años más tarde O’Higgins interpretó que aquel escudo, representativo del gobierno de su enemigo José Miguel Carrera, no tenía las cualidades estéticas que la nueva administración buscaba. De modo que en 1819 lo modificó retirando a los mapuches, al hacha, a la palma, y a las advertencias, agregando sucintamente la palabra “Libertad”. La imagen-concepto tuvo quince años de vida hasta que el gobierno de Joaquín Prieto sintió que “Libertad” no emitía en un todo envolvente el mensaje político que la nueva nación quería transmitir. Buscó entonces un nuevo diseño y con él en mano lo introdujo al Congreso con las siguientes palabras: “La República debe tener un escudo de armas que la simbolice conforme al uso casi inmemorial de todos los pueblos y naciones (¿europeas?)”. El anterior, nos dice el presidente, “no contiene pieza alguna alusiva al objeto que debe representar (¿?)”. Y por tal “el gobierno (ha creído) que no debe tolerar por más tiempo ese escudo insignificante y abortivo”.
“Los nuevos atributos —agrega Prieto cual representante de marketing— cuadran perfectamente con la naturaleza del país y el carácter de sus habitantes. Los soportes representan un huemul y un cóndor; éste, el ave más fuerte, animosa y corpulenta que puebla nuestros aires, y aquél el cuadrúpedo más raro y singular de nuestras sierras (…) Por último, la corona naval que supera la cabeza de ambos animales será el monumento que recordará siempre el glorioso triunfo de nuestras fuerzas marítimas sobre las de España en las varias aguas del Pacífico”.
La corona naval que menciona Prieto tiene su origen en la Antigua Roma. Se otorgaba como estímulo al primer infante que abordaba una nave en el ataque. Con el tiempo se incorporó a la heráldica. La marina británica, por ejemplo, acostumbraba a utilizar el emblema como parte de las insignias de sus buques. No es casualidad que el diseñador del escudo chileno, Mister Charles Wood —marino y militar británico—, haya optado por agregarlas a las testas del huemul y el cóndor, como representativas de las victorias navales del Almirante Cochrane, frescas en la memoria de cualquiera que viviese en 1834. En gran medida el nuevo escudo de Chile reemplazaba al unicornio por el huemul y al león por el cóndor en una reversión del Escudo del Reino Unido.
El nuevo diseño eligió rescatar también un mensaje del primer escudo aunque con una frase mucho más directa: “Por la razón o la fuerza”. No obstante. la aplicación del lema no fue obligatoria hasta muchas décadas más adelante, es decir que fue optativo hasta que finalmente se oficializó.
El uso constante del mensaje, algo incómodo para cualquier lector contemporáneo, está relacionado históricamente al viejo derecho romano. Con buena voluntad y erudición de por medio se podrá alegar que el sentido de la frase es el respeto a la ley y a la autonomía de una república que defiende su soberanía.
Dicho esto no deja de ser sintomático que desde el mismo Chile se hayan alzado voces en disconformidad. Hace un cuarto de siglo, por ejemplo, un grupo de legisladores intentó modificar la advertencia a un más conciliador “Por la fuerza de la razón”, pero por alguna razón, la sugerencia no encontró la fuerza para prosperar. No obstante, la presencia del cóndor más la frase autoritaria no dejan de tener sus resonancias. Para la poeta chilena Gabriela Mistral, cóndor y huemul representaban la fuerza y la gracia, las que encontraba en contradictoria combinación. “Una proposición —nos advertía— difícil para el espíritu”. Para la década en que se institucionalizaba por ley la inclusión del lema la poeta escribió un breve ensayo llamado Menos cóndor y más huemul.
Para Mistral se habla demasiado del cóndor y se dice poco del bello huemul. “Yo confieso mi escaso amor por el cóndor, que, al fin, es solamente un hermoso buitre. Sin embargo, yo le he visto el más limpio vuelo sobre la Cordillera. Me rompe la emoción el acordarme de que su gran parábola no tiene más causa que la carroña tendida en una quebrada […] Me quedo con ese ciervo, que, para ser más original, ni siquiera tiene la arboladura córnea; con el huemul no explicado por los pedagogos, y del que yo diría a los niños, más o menos: "El huemul es una bestezuela sensible y menuda; tiene parentesco con la gacela, lo cual es estar emparentado con lo perfecto. Su fuerza está en su agilidad. Lo defiende la finura de sus sentidos: el oído delicado, el ojo de agua atenta, el olfato agudo. Él, como los ciervos, se salva a menudo sin combate, con la inteligencia, que se le vuelve un poder inefable. Delgado y palpitante su hocico, la mirada verdosa de recoger el bosque circundante; el cuello del dibujo más puro, los costados movidos de aliento, la pezuña dura, como de plata. En él se olvida la bestia, porque llega a parecer un motivo floral. Vive en la luz verde de los matorrales y tiene algo de la luz en su rapidez de flecha".
Bien por Mistral. En Buenos Aires ciudad, habría que aclarar que, no podemos tener ninguna ventaja moral para criticar el Escudo de Chile y su cóndor con ese esperpento que tenemos por bandera con el águila de la dinastía de los Hohenstaufen, su corona imperial, sus cuatro aguiluchos hambrientos que representan ciudades de la vieja colonia, más una anticuada cruz de calatrava que aún hoy usa el rey de España en sus fastos de monarquía.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/852570-el-dios-condor