De diligencias y nucleares

Autor: Carlos Bravo y Anna Rosa Martínez A mediados del siglo XIX, Miquel Biada, un catalán que había hecho fortuna en América, se dio cuenta, mientras viajaba en una diligencia desde Barcelona a Mataró, que ya estaba harto de tardar tres horas en hacer ese trayecto en tan lento e incómodo transporte. Decidió que era hora de dejar atrás ese obsoleto medio de desplazarse y apostar por el tren, mucho más rápido y cómodo. Venía de Cuba, donde en 1837 se inauguró la primera línea de tren española, y pudo disfrutar de la experiencia. En 1840, ya de vuelta en Cataluña, inició sus gestiones para construir la línea de ferrocarril Barcelona-Mataró. En 1848, ésta entró en funcionamiento.
Suponemos que a la compañía o compañías propietarias de las diligencias, que seguramente ya tendrían sus inversiones bien amortizadas, les sentaría a cuerno quemado la irrupción del tren, un competidor que, como los hechos demostraron, llevó a la desaparición definitiva de aquellas como medio de transporte.
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