Hacia la soberanía energética. Un camino de oportunidades
La soberanía de un pueblo podría enmarcarse quizás como la soberanía de muchas soberanías: soberanía política, cultural, económica, alimentaria, identitaria, educativa, en la salud, financiera, feminista o soberanía energética. Se podría interpretar que es la intersección de muchas otras soberanías, incluyendo la personal.
Xabier Zubialde Legarreta
La soberanía energética es un concepto que establece un debate sobre el control de los recursos, el modelo energético y sus repercusiones sobre las personas, el entorno y sobre quién debe poseer el poder de decisión sobre todas estas cuestiones. Por lo tanto, es necesario entender que no estamos hablando únicamente de autoabastecimiento energético de independencia energética o de energía; lo que se plantea es que el modelo energético debe surgir como consecuencia de una planificación democrática, independientemente de si se utiliza petróleo o se utiliza energía solar, de eso ya hablaremos después. Eso sí, la planificación democrática exige mirar hacia adentro, en mi caso hacia Euskal Herria, pero también exige mirar hacia afuera, hacia el resto de los pueblos y personas del planeta.
La energía consumida por un pueblo es una de las sombras de la sociedad: sombra de los materiales utilizados, productos fabricados, movimientos de personas, mercancías, modelo cultural, alimentario, residuos generados, agua utilizada, etc. La energía es una de las sombras del modelo social.
El llamado modelo energético representa el cómo conseguimos la energía que este modelo de sociedad pide o demanda. La energía no es la causa del problema, es sólo la consecuencia del problema. La sociedad pide y el modelo energético da. ¿Vamos a la causa o vamos al síntoma del problema?
Se deberían plantear alternativas, por supuesto por razones éticas, pero sobretodo por lo que se está avecinando. E “sálvese quien pueda” que se reflejará en forma de tensión, entre nosotros/as y contra ellos/as, en otros lugares trae muros, traerá más patriarcado, más racismo y —por qué no— pueden traer gobernantes que personifiquen todos estos valores violentos.
Las energías renovables no van a traer la soberanía energética. El debate no está ahí, o no prioritariamente ahí: el debate importante es cómo reorganizar esto de otra manera. Por eso es fundamental, cuando se habla de soberanía energética, plantear el tema de cómo gestionar los residuos, hablar de modelo de transporte, soberanía alimentaria, modelo industrial. Hay que hablar de economía, patriarcado, urbanismo, cultura, agua, alimentación y también por supuesto del modelo energético. En definitiva, hay que hablar de democracia, de soberanía y de la palabra prohibida: el capitalismo.
Interpreto que el camino hacia la soberanía energética es un camino no exclusivo al modelo energético sino es un camino donde construir alternativas de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha, no solo energéticas o medioambientales, sino sociales, económicas y políticas. Es un camino —o, mejor dicho, una red de caminos— recorridos paso a paso y todos ellos, sin excepción, necesarios para construir en conjunto una alternativa. Todo ello implica irremediablemente un cambio de modelo social, apoyado sobre la educación, la información y sobre todo un revalorizado significado de la cultura. Por eso el camino hacia la soberanía energética es un camino lleno de oportunidades.
En las últimas décadas esta sociedad se ha transformado drásticamente, y en general nos han empujado hacia una sociedad menos soberana, el poder cada vez está más alejado del pueblo. En el caso concreto de la energía, la tendencia de los últimos años o incluso décadas ha sido —y es— hacia un recorte y una pérdida de soberanía energética. Me atrevo a afirmar que en la dictadura franquista había más soberanía energética que en la actualidad: la leña, redes eléctricas públicas y municipales, el carbón, molinos de molienda, batanes, centrales hidráulicas públicas y colectivas, animales de carga y un largo etcétera. Sin lugar a dudas, a nivel cualitativo y cuantitativo se podrían hacer muchas más cosas sin pasar por la caja de ningún oligopolio. Esta foto finish retrata nítidamente lo que ha ido sucediendo todos estos años.
La normalidad progresiva es un concepto utilizado descaradamente para manipular una sociedad. Ocultar las tendencias en los cambios sociales, en la economía, educación, energía, etc., manejando la transición y el deterioro de forma gradual de manera que sea casi imposible percatarse del deterioro en comparación al año anterior. Microdeterioros, microcambios que se asimilan poco a poco para que no se pueda percibir fácilmente la tendencia de los cambios. Hace cincuenta años en Navarra había más de sesenta centrales hidráulicas para la producción eléctrica, todas ellas de propiedad pública municipal o incluso colectiva mediante cooperativas.
Algunos/as políticos/as con máxima responsabilidad, con motivo de los desahucios, la “crisis económica” y la situación de desempleo, alzaron la voz para explicarnos que “habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Personalmente comparto esa afirmación sin titubeos, y afirmo que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades: hemos construido pantanos no necesarios, autovías con peajes en la sombra no necesarias, pabellones deportivos no necesarios, circuitos de carreras no necesarios, aeropuertos vacíos innecesarios, viviendas no necesarias, dietas triples no necesarias; hemos importado tomates no necesarios traídos de 1000 kilómetros, equipos de fútbol con personas que cobran sueldos millonarios no necesarios y que evaden impuestos, Trenes de Alta Velocidad innecesarios; a nivel humano nos hemos convertido en máquinas de consumo, y así un largo etcétera de cosas innecesarias que me hacen pensar que sí, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.
Debemos buscar soluciones que refuercen la justicia social, soluciones más duraderas en el tiempo, más sostenibles. Las soluciones sostenibles vienen desde abajo, no solo de expertos/as y de gobiernos: las soluciones también están en manos de cada persona, de cada organización, de cada barrio o de cada ayuntamiento… Hay muchas soluciones locales y de pequeña escala que no van a venir de arriba. Hay tres referencias que propongo no perder de vista: tejer redes sociales, el reparto del trabajo y la defensa del comunal, es decir de los servicios públicos. No hacen falta grandes obras o grandes infraestructuras, sino grandes reflexiones con grandes planes para no tener que hacer grandes obras.
(Xabier Zubialde Legarreta es autor del libro Hacia la soberanía energética. Crisis y soluciones desde Euskal Herria —Txalaparta, 2017— .)
Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2017/06/07/hacia-la-soberania-energetica-un-camino-de-oportunidades/
Xabier Zubialde Legarreta
La soberanía energética es un concepto que establece un debate sobre el control de los recursos, el modelo energético y sus repercusiones sobre las personas, el entorno y sobre quién debe poseer el poder de decisión sobre todas estas cuestiones. Por lo tanto, es necesario entender que no estamos hablando únicamente de autoabastecimiento energético de independencia energética o de energía; lo que se plantea es que el modelo energético debe surgir como consecuencia de una planificación democrática, independientemente de si se utiliza petróleo o se utiliza energía solar, de eso ya hablaremos después. Eso sí, la planificación democrática exige mirar hacia adentro, en mi caso hacia Euskal Herria, pero también exige mirar hacia afuera, hacia el resto de los pueblos y personas del planeta.
La energía consumida por un pueblo es una de las sombras de la sociedad: sombra de los materiales utilizados, productos fabricados, movimientos de personas, mercancías, modelo cultural, alimentario, residuos generados, agua utilizada, etc. La energía es una de las sombras del modelo social.
El llamado modelo energético representa el cómo conseguimos la energía que este modelo de sociedad pide o demanda. La energía no es la causa del problema, es sólo la consecuencia del problema. La sociedad pide y el modelo energético da. ¿Vamos a la causa o vamos al síntoma del problema?
Se deberían plantear alternativas, por supuesto por razones éticas, pero sobretodo por lo que se está avecinando. E “sálvese quien pueda” que se reflejará en forma de tensión, entre nosotros/as y contra ellos/as, en otros lugares trae muros, traerá más patriarcado, más racismo y —por qué no— pueden traer gobernantes que personifiquen todos estos valores violentos.
Las energías renovables no van a traer la soberanía energética. El debate no está ahí, o no prioritariamente ahí: el debate importante es cómo reorganizar esto de otra manera. Por eso es fundamental, cuando se habla de soberanía energética, plantear el tema de cómo gestionar los residuos, hablar de modelo de transporte, soberanía alimentaria, modelo industrial. Hay que hablar de economía, patriarcado, urbanismo, cultura, agua, alimentación y también por supuesto del modelo energético. En definitiva, hay que hablar de democracia, de soberanía y de la palabra prohibida: el capitalismo.
Interpreto que el camino hacia la soberanía energética es un camino no exclusivo al modelo energético sino es un camino donde construir alternativas de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha, no solo energéticas o medioambientales, sino sociales, económicas y políticas. Es un camino —o, mejor dicho, una red de caminos— recorridos paso a paso y todos ellos, sin excepción, necesarios para construir en conjunto una alternativa. Todo ello implica irremediablemente un cambio de modelo social, apoyado sobre la educación, la información y sobre todo un revalorizado significado de la cultura. Por eso el camino hacia la soberanía energética es un camino lleno de oportunidades.
En las últimas décadas esta sociedad se ha transformado drásticamente, y en general nos han empujado hacia una sociedad menos soberana, el poder cada vez está más alejado del pueblo. En el caso concreto de la energía, la tendencia de los últimos años o incluso décadas ha sido —y es— hacia un recorte y una pérdida de soberanía energética. Me atrevo a afirmar que en la dictadura franquista había más soberanía energética que en la actualidad: la leña, redes eléctricas públicas y municipales, el carbón, molinos de molienda, batanes, centrales hidráulicas públicas y colectivas, animales de carga y un largo etcétera. Sin lugar a dudas, a nivel cualitativo y cuantitativo se podrían hacer muchas más cosas sin pasar por la caja de ningún oligopolio. Esta foto finish retrata nítidamente lo que ha ido sucediendo todos estos años.
La normalidad progresiva es un concepto utilizado descaradamente para manipular una sociedad. Ocultar las tendencias en los cambios sociales, en la economía, educación, energía, etc., manejando la transición y el deterioro de forma gradual de manera que sea casi imposible percatarse del deterioro en comparación al año anterior. Microdeterioros, microcambios que se asimilan poco a poco para que no se pueda percibir fácilmente la tendencia de los cambios. Hace cincuenta años en Navarra había más de sesenta centrales hidráulicas para la producción eléctrica, todas ellas de propiedad pública municipal o incluso colectiva mediante cooperativas.
Algunos/as políticos/as con máxima responsabilidad, con motivo de los desahucios, la “crisis económica” y la situación de desempleo, alzaron la voz para explicarnos que “habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Personalmente comparto esa afirmación sin titubeos, y afirmo que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades: hemos construido pantanos no necesarios, autovías con peajes en la sombra no necesarias, pabellones deportivos no necesarios, circuitos de carreras no necesarios, aeropuertos vacíos innecesarios, viviendas no necesarias, dietas triples no necesarias; hemos importado tomates no necesarios traídos de 1000 kilómetros, equipos de fútbol con personas que cobran sueldos millonarios no necesarios y que evaden impuestos, Trenes de Alta Velocidad innecesarios; a nivel humano nos hemos convertido en máquinas de consumo, y así un largo etcétera de cosas innecesarias que me hacen pensar que sí, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.
Debemos buscar soluciones que refuercen la justicia social, soluciones más duraderas en el tiempo, más sostenibles. Las soluciones sostenibles vienen desde abajo, no solo de expertos/as y de gobiernos: las soluciones también están en manos de cada persona, de cada organización, de cada barrio o de cada ayuntamiento… Hay muchas soluciones locales y de pequeña escala que no van a venir de arriba. Hay tres referencias que propongo no perder de vista: tejer redes sociales, el reparto del trabajo y la defensa del comunal, es decir de los servicios públicos. No hacen falta grandes obras o grandes infraestructuras, sino grandes reflexiones con grandes planes para no tener que hacer grandes obras.
(Xabier Zubialde Legarreta es autor del libro Hacia la soberanía energética. Crisis y soluciones desde Euskal Herria —Txalaparta, 2017— .)
Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2017/06/07/hacia-la-soberania-energetica-un-camino-de-oportunidades/