Chile / Aysen Reserva de Vida: Cuando la minería toca a tu puerta… ¿Terminó en veranito de San Juan?
Pasaron menos de dos años desde que Noranda se desistiera de su proyecto Alumysa, a mediados de agosto de 2003, hasta que Endesa informó en abril de 2005 sus intenciones de construir varias represas en los ríos Baker y Pascua. Fueron esos 20 meses solo un veranito de San Juan para quienes en Aysén compartimos una mirada concreta sobre la forma en que esperamos coexistan en este territorio todos sus alojados, humanos y no humanos.
Por Patricio Segura
A lo largo de estos años, mucho hemos aprendido. De la naturaleza, de la acción socioambiental, de la incidencia política e institucional. Los profesores han estado en todas partes. A las orillas de un río, en una madriguera, en un seminario, en la calle de aquel pueblo donde algunos creen que nada ocurre. Aprendizajes permanentes porque sabemos que aún falta demasiado por experimentar. Mucho por conocer.
En este camino una de las buenas enseñanzas ha sido que la tarea de construir Aysén reserva de vida es permanente y, más aún, no concluirá nunca. Así como tampoco su protección. Mientras los ríos de esta tierra mantengan sus caudales, el mineral permanezca en el subsuelo, los campos de hielos conserven sus glaciares, los bosques su biodiversidad, la amenaza persistirá.. Porque donde algunos ven plataforma de vida, otros seguirán divisando madera, megawatts, toneladas de oro y plata.
Pienso en esto hoy cuando ya tenemos la certeza que los proyectos HidroAysén y río Cuervo de Energía Austral definitivamente fueron desechados. Cuando sus impulsores llegaron a la conclusión de que son un mal negocio, gracias en parte en que se fue retrasando su entrada en operación permitiendo así el ingreso más económico de las ERNC, que sus costos se abultaran, que la sociedad cayera en la cuenta de que hay mejores opciones. Y tal no fue impulsado por el Estado, las empresas ni la elite política. Tal fue empujado por la ciudadanía organizada junto a actores clave y de vanguardia.
Hoy esperamos que este veranito de San Juan sea un poco más largo que el de hace 15 años. Pero sabemos que no será así. Ya no es así. Indicios de arremetidas tenemos todos los días y por distintos frentes.
Por Patricio Segura
A lo largo de estos años, mucho hemos aprendido. De la naturaleza, de la acción socioambiental, de la incidencia política e institucional. Los profesores han estado en todas partes. A las orillas de un río, en una madriguera, en un seminario, en la calle de aquel pueblo donde algunos creen que nada ocurre. Aprendizajes permanentes porque sabemos que aún falta demasiado por experimentar. Mucho por conocer.
En este camino una de las buenas enseñanzas ha sido que la tarea de construir Aysén reserva de vida es permanente y, más aún, no concluirá nunca. Así como tampoco su protección. Mientras los ríos de esta tierra mantengan sus caudales, el mineral permanezca en el subsuelo, los campos de hielos conserven sus glaciares, los bosques su biodiversidad, la amenaza persistirá.. Porque donde algunos ven plataforma de vida, otros seguirán divisando madera, megawatts, toneladas de oro y plata.
Pienso en esto hoy cuando ya tenemos la certeza que los proyectos HidroAysén y río Cuervo de Energía Austral definitivamente fueron desechados. Cuando sus impulsores llegaron a la conclusión de que son un mal negocio, gracias en parte en que se fue retrasando su entrada en operación permitiendo así el ingreso más económico de las ERNC, que sus costos se abultaran, que la sociedad cayera en la cuenta de que hay mejores opciones. Y tal no fue impulsado por el Estado, las empresas ni la elite política. Tal fue empujado por la ciudadanía organizada junto a actores clave y de vanguardia.
Hoy esperamos que este veranito de San Juan sea un poco más largo que el de hace 15 años. Pero sabemos que no será así. Ya no es así. Indicios de arremetidas tenemos todos los días y por distintos frentes.
La minería es un claro ejemplo. Sabemos de las intenciones de El Toqui de avanzar en sus faenas a través de las prospecciones mineras Santa Teresa y Katterfeld, y la extensión de la vida útil de la mina Concordia. Desde fines de 2017 y principios de 2018 el Sistema de Evaluación Ambiental acoge declaraciones que les permitan intervenir dichos territorios. Algo similar ocurre con el proyecto Terrazas en la comuna de Río Ibáñez de la minera Redhill Chile, cuya declaración para prospecciones también se encuentra en análisis.
Y claro, algunos ya han planteado su preocupación por la nueva categoría de conservación de la reserva nacional Jeinimeni, que junto a la reserva Tamango y Valle Chacabuco pasarían a ser el futuro Parque Nacional Patagonia. Como mandatados por la cuestionada minera Cerro Bayo que actúa cual amo y señor en áreas bajo protección oficial como el Sitio Prioritario para la Conservación de la Biodiversidad Estepa Jeinimeni-Lagunas Bahía Jara, incluso futuros representantes populares han alzado la voz para mantener un modelo extractivista a nivel local en circunstancias que voces de todo el mundo y el país van hacia el lado contrario, el de la protección de los ecosistemas. Lo paradójico es que estos clamores vienen también de personas que se hacen llamar “progresistas”. Claro ejemplo de que en ciertos casos el clivaje izquierda/derecha simplemente no da el ancho para nacientes paradigmas basados en una mayor armonía entre el ser humano y el mundo natural.
Las soluciones fáciles, como quemar los muebles para calentarse o comerse una pierna para alimentarse, son parte de la historia de la humanidad. Aysén no tiene por qué ser la excepción. En eso está el recurrir a actividades insustentables como eje económico basal, toda vez que la tecnología aún no ha logrado que exista la minería renovable. Esto sin ahondar en que sus impactos ecosistémicos y sociales están más que comprobados. ¿Es aquello coherente con la visión de una región a la cabeza de la responsabilidad ambiental?
Y claro, la pregunta es qué se hace con quienes tienen necesidades que satisfacer y son parte de este mundo productivo. Mucho es la respuesta.
De entrada, propender a la autosustentación de las comunidades en materia energética y alimentaria, por ejemplo. Si el dinero que requiere una familia es de forma importante para suplir su demanda de energía o comida, quizás teniendo menos egresos en estas áreas menos circulante requerirían. Existen países donde una parte fundamental del consumo eléctrico se logra a través de tecnologías ERNC autónomas y ya la FAO ha planteado la relevancia de avanzar hacia la agricultura urbana y periurbana.
También, convencerse de que la garantización de derechos sociales elementales es una forma de emancipación ciudadana. Al ser la salud, la previsión, la educación y todo lo que determinemos como fundamental para vivir en dignidad suplidos por la sociedad en su conjunto, sería más difícil que alguien se vea obligado a trabajar en actividades que diezmen los territorios.
Y claro, algunos ya han planteado su preocupación por la nueva categoría de conservación de la reserva nacional Jeinimeni, que junto a la reserva Tamango y Valle Chacabuco pasarían a ser el futuro Parque Nacional Patagonia. Como mandatados por la cuestionada minera Cerro Bayo que actúa cual amo y señor en áreas bajo protección oficial como el Sitio Prioritario para la Conservación de la Biodiversidad Estepa Jeinimeni-Lagunas Bahía Jara, incluso futuros representantes populares han alzado la voz para mantener un modelo extractivista a nivel local en circunstancias que voces de todo el mundo y el país van hacia el lado contrario, el de la protección de los ecosistemas. Lo paradójico es que estos clamores vienen también de personas que se hacen llamar “progresistas”. Claro ejemplo de que en ciertos casos el clivaje izquierda/derecha simplemente no da el ancho para nacientes paradigmas basados en una mayor armonía entre el ser humano y el mundo natural.
Las soluciones fáciles, como quemar los muebles para calentarse o comerse una pierna para alimentarse, son parte de la historia de la humanidad. Aysén no tiene por qué ser la excepción. En eso está el recurrir a actividades insustentables como eje económico basal, toda vez que la tecnología aún no ha logrado que exista la minería renovable. Esto sin ahondar en que sus impactos ecosistémicos y sociales están más que comprobados. ¿Es aquello coherente con la visión de una región a la cabeza de la responsabilidad ambiental?
Y claro, la pregunta es qué se hace con quienes tienen necesidades que satisfacer y son parte de este mundo productivo. Mucho es la respuesta.
De entrada, propender a la autosustentación de las comunidades en materia energética y alimentaria, por ejemplo. Si el dinero que requiere una familia es de forma importante para suplir su demanda de energía o comida, quizás teniendo menos egresos en estas áreas menos circulante requerirían. Existen países donde una parte fundamental del consumo eléctrico se logra a través de tecnologías ERNC autónomas y ya la FAO ha planteado la relevancia de avanzar hacia la agricultura urbana y periurbana.
También, convencerse de que la garantización de derechos sociales elementales es una forma de emancipación ciudadana. Al ser la salud, la previsión, la educación y todo lo que determinemos como fundamental para vivir en dignidad suplidos por la sociedad en su conjunto, sería más difícil que alguien se vea obligado a trabajar en actividades que diezmen los territorios.
No ha sido larga la espera tras la caída de HidroAysén y Energía Austral.
El boom inmobiliario se viene fuerte, con la imagen de una Patagonia -y Aysén en particular- como una gran parcela de agrado sin establecer lazos reales de comunidad ni pensando en forma alguna en el desarrollo económico local, el fomento de la cultura y la identidad. Al igual que la notable idea de Pablo Longueira de reflotar el proyecto de canalización del Istmo de Ofqui, transportar hielos por mar a otras latitudes mediante gigantescas bolsas bajo buques mercantes o electrificarlo todo siguiendo la utopía de los Supersónicos. La imaginación es un recurso inagotable.
Pero bueno, hay causas que no terminan nunca. Esas son las fundamentales. Vivir en Aysén –y nuestro planeta- por cierto que es un privilegio. Y así como es un don, es también una gran responsabilidad. Y eso nunca terminará.
El boom inmobiliario se viene fuerte, con la imagen de una Patagonia -y Aysén en particular- como una gran parcela de agrado sin establecer lazos reales de comunidad ni pensando en forma alguna en el desarrollo económico local, el fomento de la cultura y la identidad. Al igual que la notable idea de Pablo Longueira de reflotar el proyecto de canalización del Istmo de Ofqui, transportar hielos por mar a otras latitudes mediante gigantescas bolsas bajo buques mercantes o electrificarlo todo siguiendo la utopía de los Supersónicos. La imaginación es un recurso inagotable.
Pero bueno, hay causas que no terminan nunca. Esas son las fundamentales. Vivir en Aysén –y nuestro planeta- por cierto que es un privilegio. Y así como es un don, es también una gran responsabilidad. Y eso nunca terminará.
Fuente: Boletin de ecosistemas.cl