¿Cómo colaborar frente al cambio climático? Empecemos por comunicar

Aunque a veces suene como algo lejano, todos somos partícipes del cambio climático. Emitimos CO2 y otros gases de efecto invernadero en el transporte y cuando utilizamos energía en el hogar. Casi todo lo que consumimos lleva asociadas emisiones en su producción, embalaje, distribución, etc. Es indudable que nuestras acciones diarias contribuyen al cambio climático, y en algunas ocasiones somos conscientes de ello. Cabe decir que, más que luchar contra el cambio climático, deberíamos hacerlo contra algunos hábitos que lo fomentan. Hay muchas cosas que podemos hacer para participar en la solución del cambio climático, y muchas de ellas son beneficiosas para nosotros por varios motivos. ¿Por cuál deberíamos empezar?

VV.AA.
EFE doc.


Antes de decidir, rebobinemos unos años para entender la necesidad de nuestra participación frente al cambio climático. El acuerdo de Paris supone un antes y un después en la respuesta global ante el cambio climático. La fase de diagnóstico está superada. No sólo una gran mayoría de los científicos que estudian el clima coinciden en que la acción humana es la causa esencial del cambio climático que estamos observando. Ahora los gobiernos han asumido un compromiso firme frente al mismo. Es por tanto necesario pasar a la acción. Las instituciones, el tejido productivo y todos los agentes sociales públicos y privados, incluyendo a toda la ciudadanía, debemos ahora tomar un papel activo y coordinado frente al cambio climático.
Frente al cambio climático debemos replantear nuestras opciones personales, pero también las colectivas. De hecho, la participación es imprescindible para construir políticas públicas que gocen de un amplio respaldo social, orientadas a la descarbonización de nuestra sociedad y a la adaptación a los nuevos escenarios derivados de los cambios que ya son inevitables. Además de legitimar las políticas públicas, una participación real permitiría generar políticas más informadas, mejor comprendidas y más justas, y aumentar la confianza en las instituciones. La participación social en cambio climático es fundamental, dado que es la sociedad en su conjunto el actor último de los cambios requeridos (por ejemplo, una transformación de los modelos de consumo, la movilidad o el uso de la energía).
En el campo de la sostenibilidad contamos con experiencias inspiradoras que tratan de integrar participación social y gestión pública. Las Agendas 21, originadas en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, tienen como uno de sus principios básicos la participación ciudadana a través del Foro Ciudadano para definir el plan de acción ambiental municipal. A pesar de que la participación en las mismas se ha visto muchas veces limitada dentro de los marcos institucionales establecidos a un proceso de consulta y consenso, son una herramienta imprescindible para iniciar la transformación bajo el lema “piensa globalmente, actúa localmente”. Por ejemplo, el reciclaje efectivo de los residuos domésticos pasa por la colaboración ciudadana a través de la separación en el hogar. En los lugares en los que se han aplicado, de manera coordinada, medidas de gestión y de educación ambiental, se han obtenido los mejores resultados. Aunque el cambio climático presenta algunas particularidades como la incertidumbre asociada al mismo, hemos aprendido que los enfoques basados en el catastrofismo apenas ayudan a incentivar la participación y si lo hace un énfasis en las posibles soluciones y en los co-beneficios asociados a una cultura baja en carbono y resiliente ante el cambio climático.
Una forma sencilla de ampliar la implicación social es aumentar la presencia del cambio climático en nuestras conversaciones del día a día. Para ello, es necesario relacionarlo de forma más evidente con las cosas que nos afectan a diario. En este sentido, las olas de calor o los eventos extremos climáticos que vemos en la predicción del tiempo ayudan a concienciar a la sociedad del profundo cambio que estamos viviendo (tornados en las costas del Mediterráneo o súbitos cambios de invierno a verano, y viceversa). Podemos pasar de pensar que ‘el tiempo se ha vuelto loco’ a buscar soluciones compartidas mediante una buena comunicación y una participación social más activa.
En este sentido, aún nos quedan áreas qué mejorar. Según los expertos, en la comunicación sobre cambio climático el mensaje debe contener tres elementos: información sobre el cambio climático, ejemplos de acciones qué podemos hacer ante el mismo (o formas de participar en su solución), e información sobre otros beneficios asociados a estas acciones en muchos casos relacionados con nuestra salud o nuestra economía doméstica. Dado que no hay nada que conecte mejor con la sociedad que aquello que nos afecta día a día, para una mayor implicación social son necesarios nuevos discursos que sintonicen con las percepciones, intereses y valores de nuestra sociedad. Estos discursos, centrados más en soluciones que en problemas, permitirían comunicar con éxito sobre cambio climático e introducirlo en nuestros diálogos. Esto conseguiría, indudablemente, un importante primer paso de cara a una mayor participación frente a uno de los mayores retos a los que se enfrenta la especie humana.
Puesto que no es lo mismo dar parte, que tomar parte o ser parte, hay muchas formas de participar en la lucha contra el cambio climático. Quizá la primera de ellas es simplemente incluir esas dos palabras “cambio climático” en nuestro lenguaje cotidiano. ¿Podremos?

Ignacio Palomo (Basque Centre for Climate Change – BC3), Jamie Clarke (Climate Outreach), Paco Heras (Oficina Española de Cambio Climático), Iñaki Bárcena (UPV/EHU), Aitxiber Zallo (UPV/EHU), Sergio Faria (BC3), Marta Olazabal (BC3), Unai Pascual (BC3), Elisa Sainz de Murieta (BC3), María José Sanz (BC3).
Fuente: http://www.efedocanalisis.com/noticia/colaborar-frente-al-cambio-climatico-empecemos-comunicar/

Imagen: La comunicación es uno de los instrumentos básicos para luchar contra el cambio climático. En la imagen, el vapor de agua emana de varias chimeneas en una planta de Boxberg, Alemania, el 3 de febrero del 2017. EFE/Archivo/Filip Singe
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Bangladesh: Una isla tragada por el mar
Bangladésh. Cualquiera que tenga dudas sobre el cambio climático debería venir a esta adorable isla baja, bañada por suaves olas y hogar de cerca de 100.000 personas. Pero ha de venir pronto si aún quiere encontrarla aquí.

“Mi casa estaba ahí”, dijo Zainal Abedin, un agricultor, señalando las olas a aproximadamente 30 metros de la orilla. “Cuando la marea está baja, todavía podemos ver señales de nuestra casa”.
Gran parte de Kutubdia ya ha sido tragada por el creciente nivel del mar, dejando a incontables familias sin nada. Nurul Haque, un campesino que perdió todas sus tierras, pues quedaron cubiertas por el mar, me dijo que quizá tendrá que sacar a su hija, Munni Akter, de 13 años, de la escuela y casarla con un hombre mayor que busque una segunda o tercera esposa, pues a él le quedan pocas opciones económicas para mantenerla.
“Realmente no quiero casarla, porque no es bueno para las niñas”, dijo, taciturno. “Pero lo estoy considerando”. Insistió en que si no fuera por las aguas crecientes y el empobrecimiento en el que resulta, no pensaría en buscar un esposo para su hija.
Una de las paradojas del cambio climático es que las personas más pobres y más vulnerables —que no contribuyen casi nada al calentamiento del planeta— terminan siendo las más afectadas.
Se espera que Bangladés sea particularmente golpeado por la elevación de los mares, pues gran parte del país está a solo unos cuantos metros por arriba del nivel del mar.
“El cambio climático está destruyendo el futuro de los niños”, señaló Justin Forsyth, director ejecutivo adjunto de la división de Asociaciones de Unicef. “En Bangladés, decenas de millones de niños y familias están en riesgo de perder su hogar, sus tierras y su sustento debido a que el nivel del mar está aumentando, a las inundaciones y a la mayor intensidad de los ciclones”.
Forsyth dijo que un bangladesí promedio produce solamente un décimo del promedio mundial de emisiones de carbono per cápita al año. En contraste, Estados Unidos ha generado más de un cuarto de las emisiones de carbono acumuladas desde 1850, más del doble que cualquier otro país.
Si sacan a Munni de la escuela y la casan, no será la única. Los datos de Unicef indican que el 22 por ciento de las niñas en Bangladés se casan a los 15 años, una de las tasas más altas del mundo.
“Los cambios en el clima parecen estar aumentando la cantidad de niñas que son obligadas a casarse”, concluyó un estudio académico de tres años en Bangladés.
Hace un año conocí en Madagascar a una familia lista para casar a una niña de 10 años, Fombasoa, debido a una sequía vinculada con el cambio climático. Hay cada vez más informes de que la pobreza relacionada con el cambio climático está conduciendo al matrimonio infantil en Malawi, Mozambique y otros países.
En Kutubdia, el cambio climático no es el único problema. El nivel del mar se eleva, pero la isla misma parece estar hundiéndose: su línea costera se ha retraído casi un kilómetro desde la década de los sesenta, dicen los campesinos. Incluso cuando la tierra está seca en su mayor parte, las mareas altas ocasionales o el oleaje por las tormentas llevan agua salada que envenena los arrozales. Miles de refugiados por el clima ya han huido de Kutubdia y han formado su propio vecindario en la ciudad interior bangladesí de Cox’s Bazaar.
Una injusticia similar puede verse en muchos países pobres. “El cambio climático contribuye al conflicto”, señaló Neal Keny-Guyer, director ejecutivo de Mercy Corps, el grupo de ayuda. Observó que se cree de manera generalizada que el clima más seco causó desastres en la agricultura, tensiones y migraciones que desempeñaron un papel en la guerra civil siria, el genocidio en Darfur y la guerra civil en el noreste de Nigeria.
Además de reducir las emisiones de carbón, dijo Keny-Guyer, los países occidentales pueden hacer mucho más para generar resiliencia en los países pobres. Esto puede incluir apoyar cultivos resistentes a las sequías o al agua salada, y ofrecer microseguros a los agricultores y ganaderos de manera que una sequía no sea devastadora para ellos. Mercy Corps está desarrollando actualmente esos microseguros.
La evidencia del cambio climático es cada vez más seria, con los últimos cuatro años como los más calurosos registrados desde que comenzó a monitorearse la temperatura en la década de 1880.
También estamos comenzando a entender que el cambio climático podría causar un gran caos, cambiando las corrientes marinas, matando a los arrecifes de coral y promoviendo ciclos de realimentación que aceleran el calentamiento. Resulta que el 99 por ciento de las tortugas verdes de mar que salen del cascarón al norte de la Gran Barrera de Coral ahora son hembras porque su sexo está determinado por la temperatura.
La mayoría de los aldeanos con los que hablé tanto en Madagascar como en Bangladés nunca habían oído hablar de Donald Trump. Sin embargo, el pronóstico para sus descendientes puede depender de las acciones que él tome, y el retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático es una renuncia poco cooperativa del liderazgo estadounidense.
Hace poco los estadounidenses se horrorizaron por un video viral de un oso polar muerto de hambre, cuya condición podría estar relacionada o no con el cambio climático. Esperemos que podamos indignarnos por lo menos en igual medida por el impacto del cambio climático en los niños como Munni.

Fuente: https://www.nytimes.com/es/2018/01/23/kristof-opinion-una-isla-tragada-por-el-mar/ - Imagen: Zainal Abedin, parado en el lugar donde los restos del hogar de su familia se ubican bajo el agua, en la isla bangladesí de Kutubdia créditoThomas Nybo/Redux, para Unicef

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