Argentina: Gualeguaychú contra el cáncer: “La vida de nuestros hijos no se negocia”
Natalia Bazán es una mujer que tuvo que aprender a la fuerza. En un período menor a dos años, su hija de nueve se enfermó de leucemia, murió y ahora es un símbolo. Ella la convirtió en una imagen poderosa, una idea que desgarra. La cara de Antonella González sin pelo por la quimioterapia, está en las redes, en las noticias de algunos medios, para recordar que en Gualeguaychú hay algo que los está matando.
Juana Galarraga
La cara de Anto y el dolor de su mamá que la extraña desde el 6 de noviembre de 2017, es algo que quizás muchos no quisieran ver. En el año y medio que Anto peleó por vivir, Natalia entendió que a las cosas hay que decirlas y al dolor hay que mostrarlo. Por eso sigue subiendo videos de su Antito escuchando música, fotos de la internación en el Garrahan, de las condiciones en las que estaba cuando recibió el trasplante de médula, después de cinco quimioterapias que le destrozaron el cuerpo.
El dolor de la familia de Anto es la contracara de la ambición de quienes hacen de la vida de una población entera, una especie de ruleta rusa. Al que le toca, le toca el duro costo de enfermar y hasta morir en "honor" a las ganancias de los patrones ambiciosos. Fumigaciones con glifosato en campos sojeros, contaminación en tierra y aire por las empresas del parque industrial, los desechos de Botnia en el río Uruguay y la chimenea de aquella pastera, que a pesar de una inmensa lucha, ahí sigue en pie y no para de humear. “Quiero que se dejen de llenar los bolsillos a costa de la muerte de nuestros hijos”, afirma cada vez que puede Natalia Bazán y he aquí la principal conclusión que sacó en este largo y doloroso proceso: si la gente y los chicos se enferman en Gualeguaychú, alguien es responsable. La muerte de Antonella no puede quedar impune.
El tramo inicial de la pelea que impulsa la familia fue por encontrar un donante de médula ósea. Sin embargo, con el paso de los meses comprendieron que la pelea es otra. “Los chicos no se tienen que enfermar. Yo no hago más campaña por la donación de médula. Ahora sé que no es ninguna solución”, se lamenta Natalia. Anto soportó con fortaleza muchos meses hasta que apareció su donante, pero luego del trasplante no sobrevivió.
Por medio del intendente Natalia le envió una carta a Mauricio Macri con fotos de Anto, pero nunca le respondió. “Yo le pedía que se hagan las cosas en el hospital de Gualeguaychú. Y también le pedía que se ponga en Argentina un laboratorio de alta complejidad, ya que hoy hay que mandar las muestras a Estados Unidos para saber si alguien es compatible para donar médula ósea. Los chicos se mueren esperando un donante”.
Natalia y un sector de vecinos de la localidad entrerriana, exigen a las autoridades la realización de estudios para determinar con exactitud, cuáles son los factores que hacen que en Gualeguaychú, la cantidad de casos de cáncer por habitante triplique la media nacional. “Quiero saber contra quién tengo que ir”, le dijo Natalia al intendente de la ciudad, Esteban Martín Piaggio, un día en que el funcionario se acercó a su casa después de la muerte de Anto. “Si no me ayudás tendré que ir contra vos”, le aseguró, con plena conciencia de que la suya es una pelea difícil, pero con la determinación de una madre a la que nadie puede contarle nada sobre el dolor.
Natalia aprendió que lo que pasa en Gualeguaychú es un crimen social y que ante semejante injusticia no queda otra que pelear. Quiere que la foto de Antonella despierte a la población presa del mismo aire, la misma comida y la misma agua que pudo haberla enfermado. Tiene miedo por sus otros hijos. Quiere que ninguna otra madre ni ningún otro padre vea morir a un hijo así. “Antonella lloraba lágrimas de sangre por la quimio y eso es algo que yo tengo acá”. El puño en el corazón de Natalia marca con fuerza donde le duele más.
Lamentable
“Es lo que hay que hacer, es lamentable, pero es lo que hay que hacer para tratar de paliar allá. Lo que nos pasaba a nosotros, era que necesitábamos para comer en Buenos Aires y tener además para que coman los que estaban acá. Si necesitabas algo ¿qué hacés? lo ponés en Facebook y siempre a alguien le va a llegar”. Héctor Daniel González, papá de Antonella, también cuenta sobre sus aprendizajes.
Juana Galarraga
La cara de Anto y el dolor de su mamá que la extraña desde el 6 de noviembre de 2017, es algo que quizás muchos no quisieran ver. En el año y medio que Anto peleó por vivir, Natalia entendió que a las cosas hay que decirlas y al dolor hay que mostrarlo. Por eso sigue subiendo videos de su Antito escuchando música, fotos de la internación en el Garrahan, de las condiciones en las que estaba cuando recibió el trasplante de médula, después de cinco quimioterapias que le destrozaron el cuerpo.
El dolor de la familia de Anto es la contracara de la ambición de quienes hacen de la vida de una población entera, una especie de ruleta rusa. Al que le toca, le toca el duro costo de enfermar y hasta morir en "honor" a las ganancias de los patrones ambiciosos. Fumigaciones con glifosato en campos sojeros, contaminación en tierra y aire por las empresas del parque industrial, los desechos de Botnia en el río Uruguay y la chimenea de aquella pastera, que a pesar de una inmensa lucha, ahí sigue en pie y no para de humear. “Quiero que se dejen de llenar los bolsillos a costa de la muerte de nuestros hijos”, afirma cada vez que puede Natalia Bazán y he aquí la principal conclusión que sacó en este largo y doloroso proceso: si la gente y los chicos se enferman en Gualeguaychú, alguien es responsable. La muerte de Antonella no puede quedar impune.
El tramo inicial de la pelea que impulsa la familia fue por encontrar un donante de médula ósea. Sin embargo, con el paso de los meses comprendieron que la pelea es otra. “Los chicos no se tienen que enfermar. Yo no hago más campaña por la donación de médula. Ahora sé que no es ninguna solución”, se lamenta Natalia. Anto soportó con fortaleza muchos meses hasta que apareció su donante, pero luego del trasplante no sobrevivió.
Por medio del intendente Natalia le envió una carta a Mauricio Macri con fotos de Anto, pero nunca le respondió. “Yo le pedía que se hagan las cosas en el hospital de Gualeguaychú. Y también le pedía que se ponga en Argentina un laboratorio de alta complejidad, ya que hoy hay que mandar las muestras a Estados Unidos para saber si alguien es compatible para donar médula ósea. Los chicos se mueren esperando un donante”.
Natalia y un sector de vecinos de la localidad entrerriana, exigen a las autoridades la realización de estudios para determinar con exactitud, cuáles son los factores que hacen que en Gualeguaychú, la cantidad de casos de cáncer por habitante triplique la media nacional. “Quiero saber contra quién tengo que ir”, le dijo Natalia al intendente de la ciudad, Esteban Martín Piaggio, un día en que el funcionario se acercó a su casa después de la muerte de Anto. “Si no me ayudás tendré que ir contra vos”, le aseguró, con plena conciencia de que la suya es una pelea difícil, pero con la determinación de una madre a la que nadie puede contarle nada sobre el dolor.
Natalia aprendió que lo que pasa en Gualeguaychú es un crimen social y que ante semejante injusticia no queda otra que pelear. Quiere que la foto de Antonella despierte a la población presa del mismo aire, la misma comida y la misma agua que pudo haberla enfermado. Tiene miedo por sus otros hijos. Quiere que ninguna otra madre ni ningún otro padre vea morir a un hijo así. “Antonella lloraba lágrimas de sangre por la quimio y eso es algo que yo tengo acá”. El puño en el corazón de Natalia marca con fuerza donde le duele más.
Lamentable
“Es lo que hay que hacer, es lamentable, pero es lo que hay que hacer para tratar de paliar allá. Lo que nos pasaba a nosotros, era que necesitábamos para comer en Buenos Aires y tener además para que coman los que estaban acá. Si necesitabas algo ¿qué hacés? lo ponés en Facebook y siempre a alguien le va a llegar”. Héctor Daniel González, papá de Antonella, también cuenta sobre sus aprendizajes.
El 6 de enero, familiares y amigos convocaron a una nueva marcha contra el cáncer y por justicia para Anto. Ese día se cumplieron dos meses de su fallecimiento y además, coincidió con el inicio del carnaval y la temporada turística en la ciudad. “No me importa si tengo que estar sola. Yo voy a ir a pararme a la costanera a gritarles a los turistas ‘bienvenidos a la ciudad del cáncer’”. Natalia recuerda que desde que se desató la lucha contra las papeleras, el carnaval de Gualeguaychú abría cada noche de desfile con una bandera de arrastre con la consigna “Sí a la vida, no a las papeleras”. La temporada pasada, los familiares de Antonella solicitaron a la comisión organizadora del carnaval que les permitieran desfilar con una bandera por la lucha contra el cáncer. “No nos dieron permiso, pedimos, insistimos, pero no nos dejaron pasar”, explica.
El intento de caminar por el corsódromo con su bandera, fue una de las tantas iniciativas que impulsaron los familiares de Anto para visibilizar su historia. Si hay algo que supieron hacer, fue aprovechar la potencia de las redes sociales. Así obtuvieron que lo que pasaba con su hija, tuviera una amplia repercusión a nivel nacional e internacional. Así fue que muchas personas se acercaron a ellos para ayudarlos y porque querían conocer a Anto. Así fue que aprendieron también, muchas cosas sobre el funcionamiento del Estado.
El papá y la mamá de Anto tuvieron que pelear para conseguir un lugar apto para vivir, dado que los hoteles que dispone el Estado para niños oncológicos están en condiciones deplorables. Tuvieron que lidiar con la “burocracia de los medicamentos”, con la casa de Entre Ríos en Capital Federal, con autoridades del Garrahan, con el Hospital Centenario de Gualeguaychú y con la municipalidad.
“A ellos les molesta que uno diga lo que pasa porque no les conviene. Siempre fueron retos de parte del hospital o de la provincia”, cuenta Natalia. Cuando necesitaban medicación, además de tratar de obtenerla a través de la Casa de Ente Ríos, los papás de Anto apelaban a la solidaridad de sus seguidores en Facebook.
“Una vez, cuando publiqué que la casa de Entre Ríos no se hacía cargo de la medicación, me llamaron para decirme por qué, si yo no había hecho el trámite. Y yo les digo ‘pero si yo ya sé cómo es’. Y enseguida la medicación apareció, me la mandaron del hospital de Gualeguaychú, siendo que es una quimioterapia de 85 mil pesos. Eso no estaba acá. La otra quimio que demoró cuatro meses a través de la casa de Entre Ríos, salía 30 mil pesos y esa que salía 85 mil, apareció como por arte de magia”.
“La gente del municipio, la gobernación de Entre Ríos, el hospital Garrahan, estaban todo el tiempo en contacto y viendo lo que nosotros hacíamos. Yo publicaba algo en el Facebook en contra de ellos o quejándome y enseguida me llamaban y me decían algo”, remata Natalia.
No puede ser un negocio
“Nosotros vimos información, pero no la obtuvimos de parte de los directivos del Garrahan, porque ellos se negaron a hablar con nosotros, desde la jefa de trasplantes hasta el director del sector donde se alojan los chicos. Ninguno quiso darnos explicaciones sobre la cantidad de chicos con cáncer que hay y si es verdad que la mayoría son de Entre Ríos”, denuncia Natalia y agrega que “durante todo el tiempo que Anto estuvo en el hospital, tanto en el de Gualeguaychú como en el Garrahan, el Municipio estuvo al tanto de todo lo que pasaba con ella. Tenían contacto permanente con los directivos de cada hospital. Sabían todo sobre Anto. Por eso ahora más que nunca deberían apoyarnos en serio y exigirle al Garrahan que muestre las estadísticas”.
La falta de información pública impide ver las dimensiones del crimen que se está cometiendo. Los papás de Antonella conocieron, durante su estadía en el hotel Carlos Calvo y en el Garrahan, a muchos pacientes oncológicos niños provenientes de la provincia de Entre Ríos.
La provincia sojera por excelencia, donde se encuentra Urdinarrain, uno de los pueblos más fumigados con glifosato del mundo, es el lugar de donde proviene el ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere.
Vos decís que nuestras vidas no pueden ser un negocio. ¿Por qué decís eso?
Por lo que dijo Etchevehere, sobre que el glifosato no hace mal y que hay que poner más papeleras – responde Natalia a La Izquierda Diario.
“Estuvimos un año y cinco meses con Antonella en el Garrahan, vimos otra realidad. Estuvimos con muchas madres, de Gualeguaychú y de otros lugares. La última que conocí es de Rosario del Tala, la mamá de Lucas, un chiquito que falleció al otro día que murió Anto. A él le pasó lo mismo que a mi hija, le diagnosticaron un problema respiratorio y cuando lo trasladaron a Paraná terminó siendo leucemia”, recuerda Natalia.
El mundo y su risa
Cuando sus papás hablan de ella, cualquiera pensaría que Antonella era más grande, de más edad. Cuesta creer la fuerza que cabía en su cuerpito. Era solidaria. Repartía donaciones en el hotel donde se hospedaba con los demás nenes y nenas que estaban pasando por lo mismo. Su sueño era fundar una ONG para ayudar a otros chicos. Eso es lo que hizo su mamá. Quería donar sus juguetes y eso es lo que va a hacer su mamá. Porque ella lo deseaba y desde su corazón infante, soñaba con un mundo en el que los niños no sufran. Amaba la música y para cualquiera que no lo haya hecho, vale la pena ver los videos y fotos que publica su mamá. En algunas escenas se la ve enferma, pero en muchas otras se la ve jugando y disfrutando de cosas simples como un burbujero. Porque su risa a pesar del dolor que padecía, la fuerza con la que se aferró a la vida y peleó por ella, dice mucho del mundo donde se vive y de aquello por lo que necesariamente hay que luchar.
“La gente del municipio, la gobernación de Entre Ríos, el hospital Garrahan, estaban todo el tiempo en contacto y viendo lo que nosotros hacíamos. Yo publicaba algo en el Facebook en contra de ellos o quejándome y enseguida me llamaban y me decían algo”, remata Natalia.
No puede ser un negocio
“Nosotros vimos información, pero no la obtuvimos de parte de los directivos del Garrahan, porque ellos se negaron a hablar con nosotros, desde la jefa de trasplantes hasta el director del sector donde se alojan los chicos. Ninguno quiso darnos explicaciones sobre la cantidad de chicos con cáncer que hay y si es verdad que la mayoría son de Entre Ríos”, denuncia Natalia y agrega que “durante todo el tiempo que Anto estuvo en el hospital, tanto en el de Gualeguaychú como en el Garrahan, el Municipio estuvo al tanto de todo lo que pasaba con ella. Tenían contacto permanente con los directivos de cada hospital. Sabían todo sobre Anto. Por eso ahora más que nunca deberían apoyarnos en serio y exigirle al Garrahan que muestre las estadísticas”.
La falta de información pública impide ver las dimensiones del crimen que se está cometiendo. Los papás de Antonella conocieron, durante su estadía en el hotel Carlos Calvo y en el Garrahan, a muchos pacientes oncológicos niños provenientes de la provincia de Entre Ríos.
La provincia sojera por excelencia, donde se encuentra Urdinarrain, uno de los pueblos más fumigados con glifosato del mundo, es el lugar de donde proviene el ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere.
Vos decís que nuestras vidas no pueden ser un negocio. ¿Por qué decís eso?
Por lo que dijo Etchevehere, sobre que el glifosato no hace mal y que hay que poner más papeleras – responde Natalia a La Izquierda Diario.
“Estuvimos un año y cinco meses con Antonella en el Garrahan, vimos otra realidad. Estuvimos con muchas madres, de Gualeguaychú y de otros lugares. La última que conocí es de Rosario del Tala, la mamá de Lucas, un chiquito que falleció al otro día que murió Anto. A él le pasó lo mismo que a mi hija, le diagnosticaron un problema respiratorio y cuando lo trasladaron a Paraná terminó siendo leucemia”, recuerda Natalia.
El mundo y su risa
Cuando sus papás hablan de ella, cualquiera pensaría que Antonella era más grande, de más edad. Cuesta creer la fuerza que cabía en su cuerpito. Era solidaria. Repartía donaciones en el hotel donde se hospedaba con los demás nenes y nenas que estaban pasando por lo mismo. Su sueño era fundar una ONG para ayudar a otros chicos. Eso es lo que hizo su mamá. Quería donar sus juguetes y eso es lo que va a hacer su mamá. Porque ella lo deseaba y desde su corazón infante, soñaba con un mundo en el que los niños no sufran. Amaba la música y para cualquiera que no lo haya hecho, vale la pena ver los videos y fotos que publica su mamá. En algunas escenas se la ve enferma, pero en muchas otras se la ve jugando y disfrutando de cosas simples como un burbujero. Porque su risa a pesar del dolor que padecía, la fuerza con la que se aferró a la vida y peleó por ella, dice mucho del mundo donde se vive y de aquello por lo que necesariamente hay que luchar.