El sostén energético romano
Al comienzo del dominio romano, Italia estaba densamente poblada por bosques. La madera se vendía en los mercados libres y la tierra era transformada en cultivos y pastos. La tierra recién deforestada era rica en minerales y nutrientes y daba buenas cosechas. Pronto Roma necesitó de conquistas militares para mantener su estructura de Estado ( Cónsules, Senado, Asamblea del Pueblo, tribunales...); así anexionó militarmente Macedonia en el año 167 antes de Cristo (a. de C.), Siria en el 63 a. de C., la Galia 51 a. de C. Las conquistas militares eran tan lucrativas desde el punto de vista económico que cubrían los gastos e incluso dejaban beneficios para financiar nuevas aventuras militares. Mano de obra esclava, recursos minerales, bosques y cultivos, todo ello significaba un flujo cada vez más importante de energía disponible. El periodo de expansión terminó con la conquista de Egipto por parte de Octavio Augusto.
Tras sufrir una serie de derrotas, la primera de ellas en los bosques de Toutoburg a manos de las tribus germánicas en el año 9, Roma se atrincheró en sus posiciones y concentró sus energías en construir la infraestructura necesaria para mantener su imperio.
El coste de mantener un ejército, mantener las obras públicas, el alto nivel de vida de los ricos, la burocracia gubernamental, la beneficencia pública, las necesidades logísticas eran cada vez más costosas. Roma se vio obligada a volver al régimen energético anterior a las conquistas: la agricultura.
El aumento de la población urbana no productiva (la población de Roma llegó a superar el millón de habitantes) produjo una presión cada vez mayor sobre las pequeñas explotaciones agrícolas. La producción tuvo que intensificarse para cubrir las necesidades alimentarias de la población urbana y el ejército. La sobreexplotación del suelo hizo descender su fertilidad. Los dueños de las pequeñas explotaciones no podían sacar rendimiento a sus erosionadas tierras como para pagar los impuestos anuales que fijaba el gobierno sobre la tierra. Los campesinos pedían préstamos para pagar los impuestos; las cosechas eran cada vez más escasas; las pequeñas parcelas pasaron a manos de los terratenientes creándose los latifundios. Los campesinos emigraron a las ciudades donde pasaron a depender de la beneficencia pública. La decadencia de Roma está asociada al declive de la producción agrícola.
Con un régimen energético debilitado y próximo al agotamiento, el imperio comenzó a resquebrajarse, en el siglo VI los invasores estaban a las puertas de Roma (con menos de 30.000 habitantes). Tierras deforestadas, suelos erosionados, poblaciones empobrecidas y enfermas formaban el paisaje del Imperio. Europa tardaría seiscientos años en recuperarse.
Para saber más: La economía del hidrógeno. Jeremy Rifkin.
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