Patagonia Argentina: Destruyendo la dinámica que regula la vida


Por: Lucas Chiappe

Al plantearme cuáles son los retos y los motivos de preocupación que más requieren nuestra atención aquí y ahora en nuestra biorregión... van emergiendo en el horizonte algunas de las causas que van a condicionar la vida misma de nuestros hijos y nietos en este frágil territorio Patagónico: La "condenable y bien condenada" minería metalífera a cielo abierto junto con la extracción del gas y petroleo «no-convencionales», el famoso "fracking" (con sus temibles secuelas ambientales y sociales)... Y la asombrosamente "tolerada y poco combatida" especulación inmobiliaria que trae aparejada una explosión demográfica exponencial que colapsa la infraestructura de servicios y supera la capacidad de carga de estos valles...

O sea, por un lado la continuidad del llamado «extractivismo», que en palabras sencillas vendría a ser el último saqueo de los bienes naturales no renovables...  y por otro, la urbanización salvaje, producto de una falta de regulación y planificación pautada y efectiva en su implementación... 
Un panorama sólo posible debido a la corrupción y la falta de previsión generalizada entre los mandatarios a cargo de nuestros bienes comunes, y a la instalación de un modelo de vida absolutamente individualista, consumista y poco solidario, que pretende suplantar las ventajas de la vida rural, por el típico modelo urbano basado en el «sálvese quien pueda»... 
Es que lamentablemente en la Comarca Andina (S.O. de Río Negro y N.O. del Chubut), como un reflejo de lo que ocurre en el resto del mundo, se está pasando de un clima de ruralidad o naturaleza poco intervenida, que proveía a sus pobladores una calidad de vida envidiable, a la locura de querer remplazar ese ritmo pausado y saludable, por un caótico océano metropolitano, con enclaves de campo adquiridos por una elite adinerada y poco respetuosa con su entorno... Y todo en aras de un mal llamado progreso que instala en la población una brecha de desigualdad, que, lejos de producir un bienestar común, destruye los valores culturales que nos permiten un desarrollo mínimamente compatible con los derechos de la «madre» naturaleza. Situación que a su vez, estimula la mal llamada «inseguridad» de la que pretende escapar esta ola de inmigrantes y refugiados ciudadanos, que fueron seducidos por un paisaje hermoso... que va dejando de serlo, a medida que el asfalto cubre las tierras fértiles y los tendidos eléctricos oscurecen los cielos trasparentes... 
Que paradoja esta cultura humana desbordante de creatividad, y con enormes capacidades tecnológicas, filosóficas y científicas... acercándose peligrosamente hacia una especie de suicidio colectivo, al no poder controlar más su propio destino; empujado por una inercia productiva totalmente des-cerebrada, que hace rato sobrepasó la capacidad de regeneración natural del planeta. 
No puedo dejar de asombrarme, como seguramente le ocurre a muchos de ustedes, con las actitudes de la gobernanza mundial, quienes, al poseer datos concretos e irrefutables del acelerado cambio climático que vivimos día a día, siguen rehusándose tozudamente a implementar medidas de mitigación y de prevención, aludiendo a una serie de "problemas económicos temporarios"...  Incluso acaban de borrar ese mamarracho llamado Protocolo de Kioto que imponía la disminución de emisiones de gases tóxicos a la atmósfera, para frenar el llamado «efecto invernadero»... Y en su lugar, decidieron instalar y estimular el comercio de bonos de carbono, disfrazándolo de «economía verde», provocando un deterioro ambiental aún más severo y mucho más acelerado: Algo parecido a vislumbrar un gigantesco crater en el camino, y en cambio de parar a inspeccionar alguna via alternativa para sortearlo, decidir acelerar a fondo con la ridícula esperanza de llegar al otro lado por el impulso... sin tener en cuenta la fuerza de gravedad al que estamos sometidos todos lo que vivimos en este planeta. 
Delante de tantas incógnitas sin respuesta coherente, intuyo que es hora de abrir el paraguas dejando de lado la tibieza y los prejuicios, para seguir explorando y aplicando todo tipo de estrategias que nos permitan luchar, como seres diseñados con un fuerte instinto de sobrevivencia innato y como comunidades activas, en la búsqueda de soluciones concretas: una vía de escape al fondo de este atolladero... Sin esperar o suponer que, quienes nos sumieron en este caos, sean quienes encuentren las soluciones correctas para salvarnos de esta crisis sistémica...
Pareciera que estamos esperando y a veces casi deseando que venga algun "mesías extraterrestre" o se encargue alguna catástrofe, de destruir lo que está mal, con la absurda esperanza de que "éste lugar" se salve milagrosamente, para luego restablecer un mundo mejor... ¿Pero, para qué esperar que los océanos se acidifiquen, que la temperatura aumente 4 Cº y desaparezcan todas las áreas costeras de los cinco continentes? 
Mejor sigamos priorizando la conservación y las causas ambientales como el tema transversal que nos involucra a todos, sin distinción de razas o de credos... Un colectivo de indignados que sea constante en la acción, que no se tiña con banderías partidarias (sí políticas, por supuesto), que no idolatre ni privilegie a sus conductores y, sobretodo, que mantenga la mayor coherencia posible entre la prédica y la práctica... 
Recordando que la propuesta no debe ser transformar los ecosistemas naturales según nuestros caprichos, sino adaptarnos a cada uno de ellos, minimizando los daños y maximizando la unión y la armonía con nuestro maravilloso entorno: La única fuente de vida que nos permite subsistir en el planeta Tierra

Fuente: HOJA POR HOJA Nº 31

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