España: El Sur también resiste. Rioja Alavesa y fracking
Diario de Noticias de Álava
Para llegar a captar el concepto que las gentes de la Rioja Alavesa pueden tener en torno al fracking, hay que acercarse y escuchar. Se comprobará que la gente no alcanza siquiera a articular semejante palabra, y una ya empieza a pensar que no es solo por el inglés, sino que más bien resulta impronunciable por inconcebible. Se observará igualmente que hay muchos que, una vez puestos al tanto de lo agresivo de la técnica extractiva -y como si de un monstruo se tratara-, la personalizan o humanizan al punto que acaban llamándole algo parecido a franklin, en un ejercicio natural de prosopopeya popular que dice mucho sobre qué se siente cuando tras toda una vida dedicada a la viña te dicen que van a venir unas empresas (una de ellas del Gobierno Vasco) a perforar estas tierras. Cuando eso ocurre se impone el abatimiento, tal es la impotencia en estos casos. Pero un día decidimos ponernos manos a la obra, y hoy, unos cuantos meses más tarde, si alguien se propone encontrar un representante político de la Rioja Alavesa que diga unas palabras a favor del fracking, lo tiene francamente difícil. La aprobación de la moción de Fracking Ez Arabako Errioxa en el Pleno de la Cuadrilla de Rioja Alavesa del pasado jueves 28 (por unanimidad de los junteros presentes, correspondientes a todos los partidos, a excepción de una sola abstención), después del reguero de Ayuntamientos que ya habían hecho lo propio, es un hecho relacionado con nuevas variables de lo político que ganan protagonismo cada día que pasa.
Así, por ejemplo, el impulso que guía la reivindicación que reside en la lucha contra la fractura hidráulica no se ha manejado desde ámbitos ligados a partidos, sino desde la sociedad autoorganizada en red. Hemos visto de cerca lo que significa la ilusión de la sociedad en movimiento, en abrupto contraste con la desafección que transmiten unas estructuras partidarias en evidente proceso de declive. Si el discurso contrario al fracking ha calado ha sido gracias a un movimiento social pujante, sin el que hubiese sido imposible ni siquiera plantear el debate. Primera lección: la autogestión, la acción política colectiva de abajo hacia arriba, sigue siendo una formidable arma de construcción masiva. Valga aquí la cita del periodista latinoamericano Aram Aharonian, con una imagen que -como se verá- viene muy al caso: “Lo único que se construye desde arriba es un pozo”. Dos metáforas antagónicas, la del pozo y la de la dinámica popular, frente a frente.
No es nada fácil operar contracorriente, sobre tierra quemada. En una zona como la Rioja Alavesa, con un tejido asociativo triturado, con una sociedad en gran medida socio-políticamente desestructurada y sin cohesión interna, parecería una entelequia proponer una lucha de estas características. Pero de este banco de pruebas podemos concluir que el Sur también resiste, que una gran parte de la sociedad ansía encontrar el modo de tomar las riendas, empezando por lo más cotidiano; y que el latido del sentido común popular y la decencia pervive en medio de tanto desmán.
Hay algo que ya es palmario. El discurso antifracking ha devenido hegemónico. Los proyectos en curso continúan vivos y en tramitación, pero se puede decir que carentes de lo que ha venido en llamarse “licencia social”: porque un proyecto determinado puede disponer de todos los permisos que la maquinaria administrativa requiere, pero si le falta la aceptación de la comunidad que vive en ese espacio, lisa y llanamente, está muerto. La hegemonía del discurso contra la fractura hidráulica es notoria, y ha sido el movimiento popular quien lo ha logrado. Pero lo mejor de todo es haber conseguido cristalizar su mensaje, no con invectivas que finalmente apelan al miedo -tal y como ciertos profetas de la política han practicado recientemente con singular éxito electoral-, sino a pulso, pueblo a pueblo, mesa a mesa bajo la lluvia. Grabando en la mente aquello que un día glosara Miguel de Unamuno: “La vida es lucha, y la solidaridad para la vida es lucha y se hace en la lucha”. Alguien en Araba defendió hace poco la necesidad de buscar un “instrumento eficaz para parar el fracking”. Estimado señor político: ¡eso existe desde antiguo! Compromiso social se llama a eso…
Culmina ya un largo primer asalto de la pelea antifracking. Lo hará con el colofón de la Frackanpada o Acampada Internacional que se celebrará en julio en los parajes de Subijana. Se cierra con la constatación de una marea que ha obligado a unos a rectificar sus postulados hasta hace no mucho completamente pro-fracking o a otros a inventarse una moratoria de un lustro con aroma a miedo al movimiento social. Pero también llega la hora de enfocar de forma directa hacia quien detenta la competencia en primera persona, para que no cometa la torpeza de sumar un frente más a los muchos que ya padece, este de carácter peligrosamente transversal.
Se dice que si hoy alguien subiera a la Luna y mirara hacia abajo, en caso de otear en dirección correcta, acertaría a ver una nube de puntitos diseminados: miles y miles de plataformas y pozos de fracking. Creo que no cabe imaginar nada más triste que eso como tarjeta de visita de la Humanidad. Ilustra bien la insensatez que nos ocupa. Pero dejemos la Luna, aquí y ahora la Tierra es la que está en juego, nuestra tierra, nuestras tierras. Decía recientemente la escritora Naomi Klein que la acción no puede ser sino local, que el activismo ecologista ha mirado hasta ahora al mundo como desde una nave espacial, sin darse cuenta de algo que hoy se impone y nuestra lucha verifica: que es imprescindible actuar desde un vínculo local concreto, desde un topos que amas sobre todas las cosas y por tanto defenderás a toda costa. “Creo que lo que impulsa a los más fuertes movimientos de resistencia es el amor a algún lugar en particular”, declaró. Esa sí sería una muy buena tarjeta de presentación. ¡A Subijana!
Yolanda Gil Gaztelurrutia es miembro de Fracking Ez Arabako Errioxa. - Imagenes: www.diariovasco.com - unecologistaenelbierzo.com