Historias no contadas de robo y contaminación de agua


Editorial del WRM
Movimiento Mundial por los Bosques

Detrás de muchos productos bonitos en los supermercados de los principales centros urbanos del mundo se esconden varias historias silenciadas. Detrás de los bellos “sellos verdes” de certificación, del contenido mismo de los productos y de la gran cantidad de papel que los envuelve, hay toda una historia para contar sobre el consumo y contaminación del agua. Sería más adecuado llamar a este consumo como robo de agua, si consideramos que para hacer estos productos y sus materias primas muchas comunidades en los países del sur van a quedarse sin agua potable. Es importante darle visibilidad a esta realidad, pero se vuelve aun más crucial cuando hay empresas que esconden este robo detrás de una acción de “responsabilidad social” que se enfoca en el agua, como la empresa transnacional Procter and Gamble.

Hace años que la empresa Procter and Gamble (P&G), una de las mayores empresas del mundo en fabricación de productos para supermercados en Estados Unidos y en otros países, lanzó una campaña diciendo que está “salvando vidas” (1). Bolsas con una sustancia “purificadora” que sería capaz de transformar el agua sucia en agua limpia se distribuyen en decenas de países del Sur global para aliviar el drama de aquellas y aquellos que sufren la falta de acceso al agua potable. Esta actividad que forma parte de  la política de “responsabilidad social” de la empresa ya le dio varios premios. Pero P&G no cuenta otras historias, menos gloriosas, en las cuales también está involucrada. Son historias sobre consumo y contaminación de agua a gran escala en regiones del Sur global desde donde P&G consigue sus materias primas. 
En 2014, P&G tuvo una ganancia líquida de US$ 11 mil millones y no es por casualidad (2). Es una de las principales fabricantes mundiales de productos de papeles descartables como servilletas y papeles tissue. Son productos fabricados con celulosa de fibras de madera de empresas que promueven plantaciones de monocultivos de eucalipto, acacia o pino en países del sur. P&G está entre los principales clientes de esas empresas que tienen sus plantaciones lo más cerca posible de la fábrica de celulosa. El resultado son áreas con decenas o centenas de miles de hectáreas de monocultivos. La principal exigencia de P&G para comprarle a esas empresas es que las plantaciones sean certificadas, de preferencia por el sello del Consejo de Manejo Forestal  (FSC, por su sigla en inglés). Hoy en día, la gran mayoría ya cuenta con el sello FSC y, con eso según afirma la empresa P&G, la producción es declarada “sustentable” y la compra de la celulosa “responsable”. 
Eso genera preocupación en las comunidades directamente impactadas por las plantaciones en países como Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, África del Sur o Indonesia. Las personas que viven la realidad de esas plantaciones, con árboles que crecen cada vez más rápido, no ven nada de “responsable” en eso. Por el contrario, se espantan al escuchar que mientras ellas se quedan sin nada o casi nada de agua para beber y otras actividades domésticas, las empresas afirman que no hay impactos sobre el agua porque hicieron la plantación dentro de “criterios técnicos” aprobados bajo estándares internacionales. Un artículo en este boletín sobre la importancia del agua para las comunidades tradicionales, principalmente para las mujeres, da una idea de su relevancia, no solo para el consumo sino también para sus culturas y para su bienestar espiritual. Por lo tanto, esas poblaciones sufren cuando pierden sus fuentes de agua. Y el sufrimiento crece aún más cuando el agua que todavía corre o brota - a pesar de la “sed” de los árboles de rápido crecimiento – es contaminada con los agrotóxicos usados en las plantaciones. Esto pone la salud de los y las trabajadoras y comunidades todavía más en riesgo, además de la flora y fauna local. Otro artículo de este boletín explica en más detalle el tema de las plantaciones de árboles a gran escala y el agua. Es lamentable que los sistemas de certificación como el FSC, con apoyo de ONGs, pudieran producir y difundir una idea de “sustentabilidad”, aceptada por millones de consumidores, que contrasta duramente con la realidad y silencia la voz e invisibiliza más a las comunidades que sufren y mueren por falta de agua y otros impactos.
Pero el problema del agua que involucra la cadena de producción de los productos de P&G no termina ahí. Las fábricas que transforman las fibras de madera en fardos de celulosa listos para ser exportados también son grandes consumidores de agua para garantizar una producción 24 horas por día. Una fábrica de celulosa con su procesamiento químico demanda un consumo de agua igual o superior al consumo de una ciudad con más de 1 millón de habitantes y generalmente consume eso de forma gratuita. Con esto podemos decir que no solo estamos hablando de los fardos de celulosa que son exportados, sino que las empresas también “exportan” agua cuando por cada tonelada de celulosa exportada queda menos agua para la población local y más contaminación, como lo muestra un artículo sobre APP en Indonesia en este boletín. Lo mismo pasa con otras cadenas de producción en el Sur global unido al agronegocio que terminan con productos en supermercados en el Norte global, como la carne, frutas y legumbres, consumiendo también enormes cantidades de agua en todas las cadenas de producción y procesamiento.
Un ejemplo de otro problema denunciado recientemente por el Caucus de Agua de Sudáfrica (SAWC), una coalición de la sociedad civil que monitorea la situación del sector de agua en Sudáfrica, es la contaminación creciente de los ríos del país con productos tóxicos usados en la producción de celulosa y que están presentes en los papeles descartables tirados a la basura. Esto muestra un lado perverso del estímulo al consumo por empresas como P&G en los llamados “nuevos mercados”, como son los centros urbanos crecientes en los países del Sur global. Muchas veces esos centros carecen de sistemas de recolección de basura que funcionen bien. La contaminación de los ríos es notoria en esos países, y todavía aún más grave al poner en riesgo la salud de más personas que dependen de la captación directa de agua de los ríos para garantizar su consumo. (3) 
La respuesta a la crisis de falta y contaminación de agua en los países del Sur global ha sido de dos formas interconectadas. Por un lado, hace años que se expande la tendencia de privatización de las empresas de agua y saneamiento, parte de la “receta” dada por órganos internacionales como el Banco Mundial y el FMI a muchos gobiernos sobre todo del Sur global. Detrás de un discurso con promesas de mayor “eficiencia” en la gestión, se esconde el interés de crear más oportunidades de negocio para el sector empresarial. Por otro lado, esta tendencia es precursora para otra más amplia: la creciente visión de que el agua necesita ser “financierizada”. Empresas del mercado del capital financiero identifican una gran oportunidad de hacer negocios con el agua, ya que es esencial para las personas y para las actividades productivas, pero es cada vez más escasa. Por eso dedicamos uno de los artículos de este boletín a este tema. 
La privatización, mercantilización y financierización del agua crecen a nivel mundial, como también el actual número de mil millones de personas sin acceso al agua potable. La FAO en un reciente informe sobre el consumo del agua en el mundo señala que el problema de la intensificación de actividades industriales aumentará todavía más el consumo y la contaminación del agua. Pero la FAO subraya a la agricultura industrial - y dentro de esta categoría se pueden incluir a las plantaciones industriales de árboles -, como la actual y futura  principal consumidora - y contaminadora - de agua en las próximas décadas (4). Por lo tanto, si hoy y en el futuro queremos, como dice P&G, “salvar vidas”, es necesario luchar no para “certificar” sino para cambiar el modelo actual de producción y consumo. Este modelo “tiene sed” - es él quien más consume y contamina agua en el mundo - y pone mucho esfuerzo en expandirse aún más.  
Un paso importante, y lo que proponemos en este boletín, es contar y volver a contar los impactos reales que este modelo causa sobre poblaciones, porque las grandes empresas que más se benefician del modelo intentan invisibilizarlos sistemáticamente. 
Asimismo, esperamos que este boletín sea una inspiración para que más personas se unan a la lucha por el agua para todas y todos, que ya se libra en muchos lugares del mundo. Privatizar y apropiarse de aquello que en muchas culturas en el mundo es símbolo de vida ya generó fuertes reacciones populares. Basta recordar la lucha victoriosa años atrás de la población de Cochabamba, Bolivia, para revertir la privatización del agua. Un ejemplo más reciente viene de Jakarta, Indonesia. En marzo de este año, luego de años de protestas, una decisión de la corte institucional del país anuló el contrato con dos empresas que administraron el abastecimiento del agua de la ciudad desde 1998, marcada por denuncias de mala administración y corrupción. La decisión de la corte abre camino para la remunicipalización del sistema. (5) 
De esta manera, el modelo económico capitalista, por el cual la acumulación de capital está ligada al creciente control y captura de insumos baratos o “recursos naturales”, también se expresa con el saqueo masivo de agua. El agua, sin embargo, al ser símbolo de vida, interconecta muchas luchas en la defensa de los territorios. Por tanto, es también un elemento de fuerza y esperanza contra un modelo de producción y consumo que depreda bosques, territorios, y las redes de vida que éstos sostienen, incluyendo a las poblaciones que viven y dependen de los bosques.

4. FAO: Towards a Water and Food Secure Future, http://www.fao.org/nr/water/docs/FAO_WWC_white_paper_web.pdf
Fuente: Boletín Nº 214 de WRM

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