Vulnerable al clima, Karachi es una gran amenaza para Pakistán
De pequeño pueblo de pescadores, Karachi pasó a ser el mayor centro comercial e industrial de Pakistán, generando alrededor de la mitad de los ingresos fiscales de este país asiático, por lo que el impacto del cambio climático en esta ciudad portuaria causaría estragos a escala nacional.
Rabiya Shabeeh
Karachi es responsable de por lo menos 42 por ciento del producto interno bruto nacional, es sede de la bolsa de valores, del banco central, además de muchos otros, y también de grandes corporaciones multinacionales.
La excapital tiene una población étnica y religiosamente diversa que supera los 17 millones de habitantes y, según un informe de 2015 del diario Express Tribune, un millón de personas de otras ciudades y áreas rurales se mudan aquí cada tres años por la gran oferta laboral.
Según la Federación Mundial de Vida Silvestre (WWF-Pakistán), una proporción cada vez mayor de migrantes está integrada por personas desplazadas por las crecientes inundaciones catastróficas, causadas por el derretimiento de los glaciares o por las sequías en regiones más cálidas.
El instituto alemán German Watch ubicó a Pakistán en el lugar cinco entre los 10 países más afectados por el cambio climático en su Índice Global de Riesgo Climático de 2016.
Karachi, la principal ciudad portuaria de Pakistán, no es inmune a las consecuencias del aumento de la temperatura global.
De hecho, las ciudades como Karachi suelen ser más susceptibles a las olas de calor por lo que se conoce como efecto “isla de calor”, que hace que la temperatura sea entre cinco y ocho grados centígrados más alta que en el campo.
“La deforestación, los varios kilómetros de caminos asfaltados y las estructuras verticales elevan al absorción del calor y limitan la circulación del aire”, explicó el arquitecto Zainub Al Rustamani, consultor sobre urbanismo sostenible.
“Las emisiones de vehículos y de la industria, así como el mayor consumo de energía de una población en crecimiento descontrolado en asentamientos mal planificados y densamente poblados también incide”, añadió.
En 2015, la severa ola de calor que golpeó el sur de Pakistán alcanzó temperaturas de hasta 49 grados, y solo en Karachi se cobró la vida de casi 1.200 personas, según la prensa local, algo nunca visto en la historia contemporánea.
Esta ciudad portuaria también está cerca del delta del río Indo, que desemboca en el mar Arábigo.
El aumento del nivel del mar hizo que el delta quedara al mismo nivel que el mar.
“Eso pone en riesgo la estabilidad del ecosistema porque genera la erosión del suelo y aumenta la salinidad de los arroyos que nacen del Indo”, alertó Amir Inam, del Instituto de Oceanografía de Pakistán.
La intrusión del mar aumenta las inundaciones temporales y permanentes en vastas extensiones de tierra, lo que limita el suministro de agua dulce y la seguridad alimentaria, añadió. También crea un ambiente inhóspito para la fauna acuática y para los árboles de manglares, que dependen del agua dulce.
De hecho, la superficie cubierta de manglares en Pakistán disminuyó de 400.000 hectáreas, en 1945, a 70.000 hectáreas, actualmente, según un informe de Climate Change News, en parte por el aumento del nivel del mar, y en parte por el acaparamiento de tierras.
Se talaron poco más de 101 hectáreas para dejar lugar a varias centrales eléctricas a carbón.
(http://www.climatechangenews.com/2015/11/16/pakistan-uproots-mangroves-to-install-coal-fired-power-plants/)
Las consecuencias de alterar el equilibrio del ecosistema son enormes. Según WWF, los manglares desempeñan un papel fundamental en la amortiguación de la erosión costera causada por las olas y las tormentas.
“Los manglares no pueden frenar ciclones ni tsunamis. Pero constituyen una primera línea de defensa contra desastres naturales y minimizan el daño”, explicó Inam.
Sin manglares, la costa de Karachi se volvió más propensa a los desastres naturales como ciclones y tsunamis.
Ningún gran tsunami ha golpeado a Karachi desde 1945, pero un simulacro de un fuerte terremoto en el océano Índico realizado por la Organización de las Naciones Unidas, alertó que las olas podrían llegar a Karachi en apenas una hora y media y “aniquilar la ciudad entera”.
Por ahora no existen planes para evacuar a la población en caso de emergencia.
Otra amenaza a la estabilidad de Karachi es el Proyecto de Energía del Puerto Qasim, que forma parte del programa Corredor Económico China-Pakistán, en desarrollo a lo largo de la costa del mar Arábigo.
La iniciativa fue concebida para atender la crisis energética en este país, pero el proyecto causó estragos en las poblaciones vecinas, y dañó uno de los ecosistemas más importantes de Pakistán y del que dependen muchas poblaciones costeras para cultivar y pescar.
Esos cambios ya expulsaron hasta a 80 por ciento de los cinco millones de pakistaníes que solían vivir en los márgenes del delta.
Las políticas para hacer frente al cambio climático no se han demorado y el primer proyecto de ley para “acelerar las medidas necesarias para implementar acciones en el terreno” se aprobó apenas el año pasado.
Las medidas que se habían tomado hasta entonces no se implementaron bien, según numerosos críticos.
“El gobierno pakistaní debe priorizar su respuesta al cambio climático para mitigar las amenazas ambientales y evitar futuras calamidades”, reclamó el ambientalista Sarfaraz Jan.
Rabiya Shabeeh
Karachi es responsable de por lo menos 42 por ciento del producto interno bruto nacional, es sede de la bolsa de valores, del banco central, además de muchos otros, y también de grandes corporaciones multinacionales.
La excapital tiene una población étnica y religiosamente diversa que supera los 17 millones de habitantes y, según un informe de 2015 del diario Express Tribune, un millón de personas de otras ciudades y áreas rurales se mudan aquí cada tres años por la gran oferta laboral.
Según la Federación Mundial de Vida Silvestre (WWF-Pakistán), una proporción cada vez mayor de migrantes está integrada por personas desplazadas por las crecientes inundaciones catastróficas, causadas por el derretimiento de los glaciares o por las sequías en regiones más cálidas.
El instituto alemán German Watch ubicó a Pakistán en el lugar cinco entre los 10 países más afectados por el cambio climático en su Índice Global de Riesgo Climático de 2016.
Karachi, la principal ciudad portuaria de Pakistán, no es inmune a las consecuencias del aumento de la temperatura global.
De hecho, las ciudades como Karachi suelen ser más susceptibles a las olas de calor por lo que se conoce como efecto “isla de calor”, que hace que la temperatura sea entre cinco y ocho grados centígrados más alta que en el campo.
“La deforestación, los varios kilómetros de caminos asfaltados y las estructuras verticales elevan al absorción del calor y limitan la circulación del aire”, explicó el arquitecto Zainub Al Rustamani, consultor sobre urbanismo sostenible.
“Las emisiones de vehículos y de la industria, así como el mayor consumo de energía de una población en crecimiento descontrolado en asentamientos mal planificados y densamente poblados también incide”, añadió.
En 2015, la severa ola de calor que golpeó el sur de Pakistán alcanzó temperaturas de hasta 49 grados, y solo en Karachi se cobró la vida de casi 1.200 personas, según la prensa local, algo nunca visto en la historia contemporánea.
Esta ciudad portuaria también está cerca del delta del río Indo, que desemboca en el mar Arábigo.
El aumento del nivel del mar hizo que el delta quedara al mismo nivel que el mar.
“Eso pone en riesgo la estabilidad del ecosistema porque genera la erosión del suelo y aumenta la salinidad de los arroyos que nacen del Indo”, alertó Amir Inam, del Instituto de Oceanografía de Pakistán.
La intrusión del mar aumenta las inundaciones temporales y permanentes en vastas extensiones de tierra, lo que limita el suministro de agua dulce y la seguridad alimentaria, añadió. También crea un ambiente inhóspito para la fauna acuática y para los árboles de manglares, que dependen del agua dulce.
De hecho, la superficie cubierta de manglares en Pakistán disminuyó de 400.000 hectáreas, en 1945, a 70.000 hectáreas, actualmente, según un informe de Climate Change News, en parte por el aumento del nivel del mar, y en parte por el acaparamiento de tierras.
Se talaron poco más de 101 hectáreas para dejar lugar a varias centrales eléctricas a carbón.
(http://www.climatechangenews.com/2015/11/16/pakistan-uproots-mangroves-to-install-coal-fired-power-plants/)
Las consecuencias de alterar el equilibrio del ecosistema son enormes. Según WWF, los manglares desempeñan un papel fundamental en la amortiguación de la erosión costera causada por las olas y las tormentas.
“Los manglares no pueden frenar ciclones ni tsunamis. Pero constituyen una primera línea de defensa contra desastres naturales y minimizan el daño”, explicó Inam.
Sin manglares, la costa de Karachi se volvió más propensa a los desastres naturales como ciclones y tsunamis.
Ningún gran tsunami ha golpeado a Karachi desde 1945, pero un simulacro de un fuerte terremoto en el océano Índico realizado por la Organización de las Naciones Unidas, alertó que las olas podrían llegar a Karachi en apenas una hora y media y “aniquilar la ciudad entera”.
Por ahora no existen planes para evacuar a la población en caso de emergencia.
Otra amenaza a la estabilidad de Karachi es el Proyecto de Energía del Puerto Qasim, que forma parte del programa Corredor Económico China-Pakistán, en desarrollo a lo largo de la costa del mar Arábigo.
La iniciativa fue concebida para atender la crisis energética en este país, pero el proyecto causó estragos en las poblaciones vecinas, y dañó uno de los ecosistemas más importantes de Pakistán y del que dependen muchas poblaciones costeras para cultivar y pescar.
Esos cambios ya expulsaron hasta a 80 por ciento de los cinco millones de pakistaníes que solían vivir en los márgenes del delta.
Las políticas para hacer frente al cambio climático no se han demorado y el primer proyecto de ley para “acelerar las medidas necesarias para implementar acciones en el terreno” se aprobó apenas el año pasado.
Las medidas que se habían tomado hasta entonces no se implementaron bien, según numerosos críticos.
“El gobierno pakistaní debe priorizar su respuesta al cambio climático para mitigar las amenazas ambientales y evitar futuras calamidades”, reclamó el ambientalista Sarfaraz Jan.
Y al igual que el gobierno, es difícil que la población priorice al cambio climático cuando el ciudadano promedio no tiene cubiertas las necesidades más básicas e inmediatas y los peligros para sus modos de subsistencia que acechan a largo plazo, todavía son una amenaza invisible.
Pero esa percepción cambia a medida que el cambio climático comienza a impactar en la vida cotidiana de las personas.
Un estudio de Gallup entre 2007 y 2008 concluyó que solo 34 por ciento de los pakistaníes consultados sabían qué era el cambio climático, y solo 24 por ciento lo consideraban una amenaza seria.
Pero en 2015, Pakistan empezó a formar parte de una lista elaborada por el Centro de Investigaciones Pew con 19 países donde la mayoría de la población ahora considera que el cambio climático es la mayor amenaza para el mundo.
“Durante décadas, Pakistán tuvo que lidiar con crisis urgentes, desde dificultades de infraestructura hasta terrorismo”, añadió Jan.
“No es para minimizar la gravedad de esas amenazas, pero al mismo tiempo, es fundamental reconocer que otro peligro que podría ser devastador acecha en la oscuridad”, apuntó.
Karachi fue incluida entre las ciudades menos seguras del mundo en un estudio sobre 60 centros urbanos, realizado en 2017 por la Unidad de Inteligencia Económica.
Solo otras cinco ciudades están por encima de Karachi en la categoría de muertes por desastres naturales.
Más de cuatro personas entre un millón mueren al año en esta ciudad por desastres naturales.
Si no se toman medidas para luchar contra el recalentamiento planetario, los factores ambientales continuarán empeorando la inestabilidad política y económica en Pakistán. Y una de las mayores amenazas a largo plazo es la estabilidad de Karachi, el sostén económico del país.
Traducido por Verónica Firme
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2018/02/vulnerable-al-clima-karachi-una-gran-amenaza-pakistan/ - Imagen: El impacto del cambio en la vida cotidiana es cada vez más visibles para todos. Crédito: Amjad Jamal/UN Photo/PMA.
Pero esa percepción cambia a medida que el cambio climático comienza a impactar en la vida cotidiana de las personas.
Un estudio de Gallup entre 2007 y 2008 concluyó que solo 34 por ciento de los pakistaníes consultados sabían qué era el cambio climático, y solo 24 por ciento lo consideraban una amenaza seria.
Pero en 2015, Pakistan empezó a formar parte de una lista elaborada por el Centro de Investigaciones Pew con 19 países donde la mayoría de la población ahora considera que el cambio climático es la mayor amenaza para el mundo.
“Durante décadas, Pakistán tuvo que lidiar con crisis urgentes, desde dificultades de infraestructura hasta terrorismo”, añadió Jan.
“No es para minimizar la gravedad de esas amenazas, pero al mismo tiempo, es fundamental reconocer que otro peligro que podría ser devastador acecha en la oscuridad”, apuntó.
Karachi fue incluida entre las ciudades menos seguras del mundo en un estudio sobre 60 centros urbanos, realizado en 2017 por la Unidad de Inteligencia Económica.
Solo otras cinco ciudades están por encima de Karachi en la categoría de muertes por desastres naturales.
Más de cuatro personas entre un millón mueren al año en esta ciudad por desastres naturales.
Si no se toman medidas para luchar contra el recalentamiento planetario, los factores ambientales continuarán empeorando la inestabilidad política y económica en Pakistán. Y una de las mayores amenazas a largo plazo es la estabilidad de Karachi, el sostén económico del país.
Traducido por Verónica Firme
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2018/02/vulnerable-al-clima-karachi-una-gran-amenaza-pakistan/ - Imagen: El impacto del cambio en la vida cotidiana es cada vez más visibles para todos. Crédito: Amjad Jamal/UN Photo/PMA.