El consumismo potencia un modo de vida esclavo que nos hace creer que somos felices
El profesor y escritor Carlos Taibo habla sobre un movimiento que va cobrando más fuerza entre personas de diversos perfiles que plantean alternativas a un sistema capitalista que ven obsoleto e inhumano.
Escribe muchos libros, casi uno por año. ¿Investiga mucho o está inspirado por la locura que nos rodea?
Bueno, he escrito muchos, pero bastante relacionados entre sí, recientemente recopilé artículos que beben de la discusión sobre las pensiones, la conducta de los sindicatos, la huelga, el plan de ajuste, etc. Ahora acaba de salir El decrecimiento explicado con sencillez , es un libro pensado para gente que aspira a acceder a algo complejo de la mano de argumentos más sencillos.
Parece que muchos caminos llevan a Roma, relacionados entre sí, como los bancos de tiempo, autoproducción, cooperativas de consumo... a la par del decrecentismo.En realidad lo que llamamos decrecimiento no es una cosa nueva. Es el producto de un amasijo de movimientos e iniciativas que tienen ya un lapsus temporal bastante prolongado. Pero es verdad que el decrecimiento bebe de muchos de esos movimientos que mencionas, y de manera más precisa de la idea de que cada vez es más urgente generar espacios autónomos en los cuales no dominen las reglas de los sistemas que padecemos. Creo que es una vieja idea de cariz libertario, anarquizante. Precisamente en 2010 publicó Libertari@s. ¿La anarquía sería la fórmula más total para sentirse libre?
En ese libro recogí el adjetivo libertario, aunque la mayor parte de las fuentes de ese pensamiento son anarquistas o anarquizantes. Lo de libertario me parece más interesante porque no reclama una adhesión ideológico-doctrinal. Hay gentes que deciden apostar con descaro por la democracia de base, por la autogestión, que recelan de la delegación del poder, que cuestionan las jerarquías, sin haber leído a Bakunin.
Muchas voces dijeron al desencadenarse esta crisis económica que el sistema capitalista está obsoleto, pero no parece que la clase dirigente esté aplicando otras metodologías. ¿Eso nos aboca a reincidir, en crisis cíclicas?
En efecto. Hay problemas, pero para resolverlos se aplican las mismas terapias que nos condujeron a ellos, con un escenario en términos ético-morales indefendible. Alguien podría decir "bueno, es que hay que reducir el gasto público en sanidad y educación porque es muy alto". No, la mayoría pensamos que es muy bajo, lo que ocurre es que hay que tapar los agujeros que han dejado las operaciones de especulación financiera, bursátil, inmobiliaria registradas en los últimos diez años. Cuando hay beneficios, se privatizan; cuando llegan las pérdidas, en cambio, las pérdidas se socializan.
Televisiones y móviles que se estropean deliberadamente, eficiencia anulada por el consumo... Este sistema es demencial. Sí, hay una maquinaria para engañarnos, la obsolescencia programada, pero es llamativo que la aceptemos resignados. Nuestros gobernantes no están interesados en frenar esos abusos y las propias asociaciones de consumidores no les prestan particular atención. Por otra parte, cualquiera convendrá que es preferible que utilicemos coches menos contaminantes, pero claro, hay que preguntarse si su elaboración es tan gravosa como la de los convencionales. Y más allá: tenemos que responder si precisamos objetivamente de coches. El primer paso será no utilizarlos, y de hacerlo, que sean lo más ecológicos posibles.
Las armas y las nuevas tecnologías se sofistican mientras miles de personas mueren por desnutrición...
Lo que estamos discutiendo son las presuntas virtudes del crecimiento económico. Decimos que no genera necesariamente cohesión social, que tampoco se traduce en creación de empleo, que aboca en muchas ocasiones a agresiones medioambientales irreversibles, que en los países ricos se asienta en el expolio de los recursos humanos y materiales de los países pobres y en el terreno individual potencia un modo de vida esclavo que nos hace pensar que seremos más felices cuantas más horas trabajemos y más bienes consumamos. Disponemos de 20 años lamentables para demostrar que eso no resuelve el escenario de exclusión y pobreza que comentas y nos sitúa ante un abismo medioambiental.
¿Cómo nos salvaría el decrecimiento de los expolios de recursos y las abismales diferencias entre clases?
Creo que está logrando poner en el mapa una actitud cada vez más recelosa hacia las promesas que nos hacen los dirigentes políticos, los economistas y la abrumadora mayoría de los sindicalistas. De forma más precisa, habría que reducir la actividad productiva; en su caso, clausurarla (del automóvil, la militar, la publicidad...). Alguien replicará de inmediato: "Si hacemos eso generaremos millones de parados en la UE". ¿Cómo encarar ese innegable problema? Echaremos mano de dos fórmulas. Una, propiciaremos el desarrollo de las actividades económicas relacionadas con la atención de las necesidades sociales insatisfechas y el respeto del medio natural. Dos, en los sectores económicos convencionales que persistan procederemos a repartir el trabajo. ¿Cuál será la secuela? Trabajaremos muchas menos horas, dispondremos de mucho más tiempo libre y reduciremos nuestros a menudo hilarantes y estúpidos niveles de consumo.
En un mundo dominado por la codicia, eso es difícil. Sí, aunque hay partes vírgenes en nuestra cabeza que convenientemente estimuladas conducen a conductas distintas. Otorgar primacía a la vida social frente a la lógica frenética de la producción, del consumo; establecer rentas básicas de ciudadanía; recuperar la vida local, frente a la globalización desbocada; restaurar formas de democracia directa y autogestión, y en el terreno individual, pronunciarnos en provecho de la sencillez, la sobriedad. Aunque este no es un proyecto que invite a la infelicidad, hablamos de un incremento sustancial de las relaciones sexuales en una primacía de una vida social alejada del consumo.
Haz el amor y no la guerra, ¿no?
Sí, precisamente la vida que tenemos hoy está marcada por el blanco y negro, pretendemos ampliar el espectro del arco iris.
¿En sus clases en la UAM suele introducir estos términos?
No, porque allí de lo que hablo es una cosa mucho más convencional y técnica, de partidos, de burocracias, de elecciones. En algún caso se presta, pero por lo general la disciplina va por otros caminos.
Pero, ¿sus alumnos se interesan por ello?
Hay una minoría que se interesa, sí.
¿Qué le gustaría transmitir?
(Medita) Me gustaría transmitir la idea de que lo del decrecimiento es un proyecto provocador, original y que tiene respuestas objetivas a muchos de los problemas que debemos afrontar en este escenario de crisis, frente a lo que es común en los discursos oficiales, que me parece que no hacen otra cosa que volver una y otra vez sobre sí mismos y sus miserias. Creo que no deja indiferente, y que abre un horizonte de reflexión que es cada día más urgente.
Fuente: Entrevista a Carlos Taibo en Noticias de Guipúzcoa - Imagen de portada: lito-bacaicoa
Escribe muchos libros, casi uno por año. ¿Investiga mucho o está inspirado por la locura que nos rodea?
Bueno, he escrito muchos, pero bastante relacionados entre sí, recientemente recopilé artículos que beben de la discusión sobre las pensiones, la conducta de los sindicatos, la huelga, el plan de ajuste, etc. Ahora acaba de salir El decrecimiento explicado con sencillez , es un libro pensado para gente que aspira a acceder a algo complejo de la mano de argumentos más sencillos.
Parece que muchos caminos llevan a Roma, relacionados entre sí, como los bancos de tiempo, autoproducción, cooperativas de consumo... a la par del decrecentismo.En realidad lo que llamamos decrecimiento no es una cosa nueva. Es el producto de un amasijo de movimientos e iniciativas que tienen ya un lapsus temporal bastante prolongado. Pero es verdad que el decrecimiento bebe de muchos de esos movimientos que mencionas, y de manera más precisa de la idea de que cada vez es más urgente generar espacios autónomos en los cuales no dominen las reglas de los sistemas que padecemos. Creo que es una vieja idea de cariz libertario, anarquizante. Precisamente en 2010 publicó Libertari@s. ¿La anarquía sería la fórmula más total para sentirse libre?
En ese libro recogí el adjetivo libertario, aunque la mayor parte de las fuentes de ese pensamiento son anarquistas o anarquizantes. Lo de libertario me parece más interesante porque no reclama una adhesión ideológico-doctrinal. Hay gentes que deciden apostar con descaro por la democracia de base, por la autogestión, que recelan de la delegación del poder, que cuestionan las jerarquías, sin haber leído a Bakunin.
Muchas voces dijeron al desencadenarse esta crisis económica que el sistema capitalista está obsoleto, pero no parece que la clase dirigente esté aplicando otras metodologías. ¿Eso nos aboca a reincidir, en crisis cíclicas?
En efecto. Hay problemas, pero para resolverlos se aplican las mismas terapias que nos condujeron a ellos, con un escenario en términos ético-morales indefendible. Alguien podría decir "bueno, es que hay que reducir el gasto público en sanidad y educación porque es muy alto". No, la mayoría pensamos que es muy bajo, lo que ocurre es que hay que tapar los agujeros que han dejado las operaciones de especulación financiera, bursátil, inmobiliaria registradas en los últimos diez años. Cuando hay beneficios, se privatizan; cuando llegan las pérdidas, en cambio, las pérdidas se socializan.
Televisiones y móviles que se estropean deliberadamente, eficiencia anulada por el consumo... Este sistema es demencial. Sí, hay una maquinaria para engañarnos, la obsolescencia programada, pero es llamativo que la aceptemos resignados. Nuestros gobernantes no están interesados en frenar esos abusos y las propias asociaciones de consumidores no les prestan particular atención. Por otra parte, cualquiera convendrá que es preferible que utilicemos coches menos contaminantes, pero claro, hay que preguntarse si su elaboración es tan gravosa como la de los convencionales. Y más allá: tenemos que responder si precisamos objetivamente de coches. El primer paso será no utilizarlos, y de hacerlo, que sean lo más ecológicos posibles.
Las armas y las nuevas tecnologías se sofistican mientras miles de personas mueren por desnutrición...
Lo que estamos discutiendo son las presuntas virtudes del crecimiento económico. Decimos que no genera necesariamente cohesión social, que tampoco se traduce en creación de empleo, que aboca en muchas ocasiones a agresiones medioambientales irreversibles, que en los países ricos se asienta en el expolio de los recursos humanos y materiales de los países pobres y en el terreno individual potencia un modo de vida esclavo que nos hace pensar que seremos más felices cuantas más horas trabajemos y más bienes consumamos. Disponemos de 20 años lamentables para demostrar que eso no resuelve el escenario de exclusión y pobreza que comentas y nos sitúa ante un abismo medioambiental.
¿Cómo nos salvaría el decrecimiento de los expolios de recursos y las abismales diferencias entre clases?
Creo que está logrando poner en el mapa una actitud cada vez más recelosa hacia las promesas que nos hacen los dirigentes políticos, los economistas y la abrumadora mayoría de los sindicalistas. De forma más precisa, habría que reducir la actividad productiva; en su caso, clausurarla (del automóvil, la militar, la publicidad...). Alguien replicará de inmediato: "Si hacemos eso generaremos millones de parados en la UE". ¿Cómo encarar ese innegable problema? Echaremos mano de dos fórmulas. Una, propiciaremos el desarrollo de las actividades económicas relacionadas con la atención de las necesidades sociales insatisfechas y el respeto del medio natural. Dos, en los sectores económicos convencionales que persistan procederemos a repartir el trabajo. ¿Cuál será la secuela? Trabajaremos muchas menos horas, dispondremos de mucho más tiempo libre y reduciremos nuestros a menudo hilarantes y estúpidos niveles de consumo.
En un mundo dominado por la codicia, eso es difícil. Sí, aunque hay partes vírgenes en nuestra cabeza que convenientemente estimuladas conducen a conductas distintas. Otorgar primacía a la vida social frente a la lógica frenética de la producción, del consumo; establecer rentas básicas de ciudadanía; recuperar la vida local, frente a la globalización desbocada; restaurar formas de democracia directa y autogestión, y en el terreno individual, pronunciarnos en provecho de la sencillez, la sobriedad. Aunque este no es un proyecto que invite a la infelicidad, hablamos de un incremento sustancial de las relaciones sexuales en una primacía de una vida social alejada del consumo.
Haz el amor y no la guerra, ¿no?
Sí, precisamente la vida que tenemos hoy está marcada por el blanco y negro, pretendemos ampliar el espectro del arco iris.
¿En sus clases en la UAM suele introducir estos términos?
No, porque allí de lo que hablo es una cosa mucho más convencional y técnica, de partidos, de burocracias, de elecciones. En algún caso se presta, pero por lo general la disciplina va por otros caminos.
Pero, ¿sus alumnos se interesan por ello?
Hay una minoría que se interesa, sí.
¿Qué le gustaría transmitir?
(Medita) Me gustaría transmitir la idea de que lo del decrecimiento es un proyecto provocador, original y que tiene respuestas objetivas a muchos de los problemas que debemos afrontar en este escenario de crisis, frente a lo que es común en los discursos oficiales, que me parece que no hacen otra cosa que volver una y otra vez sobre sí mismos y sus miserias. Creo que no deja indiferente, y que abre un horizonte de reflexión que es cada día más urgente.
Fuente: Entrevista a Carlos Taibo en Noticias de Guipúzcoa - Imagen de portada: lito-bacaicoa