Google contra Turquía es el primer gran conflicto de una empresa tecnológica frente a un estado

En el mundo del siglo XX las sanciones entre países surgieron con fuerza. Las disputas que anteriormente se resolvían con una guerra se reemplazaron con sanciones, como por ejemplo la que EEUU levantó contra Cuba. Hay también sanciones a empresas, como por ejemplo la que EEUU impuso a Huawei. Pero lo cierto es que es una novedad que una empresa sancione a un Estado, como ha hecho Google con Turquía.

Alejandro Nieto

El conflicto, la ley
El problema que ha tenido Google con Turquía es que no le gusta su ley, y se ampara en su capacidad de hacer negocio donde quiera para dejar de trabajar en Turquía.

¿Y cuál es la ley que tanto ha molestado a Google? ¿Algo relacionado con los derechos humanos? No. Simplemente que el regulador de la competencia quiere que el sistema operativo Android muestre alternativas al buscador Google.
Ante esto Google ha anunciado a sus socios locales que no podrá trabajar con ellos en nuevos terminales con Android. Esto no implica que los servicios de Google dejarán de funcionar en Turquía, pero sí es un duro varapalo pues los fabricantes tendrán que hacer su propia versión de Android sin los servicios de Google preinstalados. Ante las preguntas que le hemos hecho a Google para aclararnos este punto se han remitido al comunicado oficial en el que aseguran que "Google continúa trabajando con la TCA (Autoridad Turca de Competencia) para resolver esto tan pronto como sea posible"
Donde antes había un status quo en el que los Estados presionaban y sancionaban a empresas ahora tenemos una organización no soberana que presiona y sanciona con la misma intensidad. Este es el mundo del siglo XIX.
Realmente no es una novedad
Pero esta acción de Google recuerda a una decisión que tomó hace ya diez años. Google tenía su buscador en China y las autoridades cada vez les presionaban más para censurar búsquedas y espiar a sus ciudadanos. Y entonces decidió irse del país.
Realmente es una decisión mucho más dura que la que está tomando ahora con Turquía por dos motivos: primero, porque fue una retirada completa; segundo, porque el mercado chino tenía mucho más potencial que el turco.
Sin embargo hay que tener en cuenta que desde 2010 ha llovido mucho y que este golpe sobre la mesa de Google es un aviso a los pequeños: no pretendáis acosarnos porque nos podemos marchar y los ciudadanos del país tienen más que perder que nosotros.
Google no se atreve con los grandes
Google y su regimen de sanciones solo ha afectado un país grande, China. Y de hecho en la dirección de la empresa están arrepentidos, ya que existe un proyecto de volver al país cumpliendo con la legislación. Esto provocó fuertes protestas internas, pero el mercado es demasiado jugoso para ser abandonado. Seguramente la vuelta de Google a China sea realidad en no mucho tiempo.
Por otro lado es curioso que esto que pide Turquía, que Android ofrezca buscadores alternativos a Google, es lo mismo que la UE y Rusia han logrado que acepte. Y es que Google no puede permitirse irse de estas regiones, aunque sí de Turquía u otros países más pequeños.
Tampoco va a haber problemas en cualquier cosa que exija EEUU, ya que Google es una empresa que reside legal y fiscalmente en dicho país. Al final los Estados soberanos siguen teniendo algo de poder.
¿Están obligadas las empresas a hacer negocios con cualquier país?
Existe una versión alternativa a esta realidad que estamos viendo: las empresas tienen que cumplir la legislación de los países, pero no a hacer negocio allí. Si un país requiere, por ejemplo, que el impuesto de sociedades sea el 100% para empresas extranjeras, no tienen por qué operar allí. Y si la normativa es demasiado complicada para que sea rentable estar en el país, tampoco.
Las empresas tienen autonomía y la pueden ejercer. Si algo no les parece rentable, no están obligados a hacerlo. Eso sí, tienen que atenerse a las consecuencias: dejar de implementar Android en Turquía como respuesta a una nueva normativa puede hacer que pierdan cuota o que haya represalias por parte de Turquía que les acabe haciendo tener que cerrar totalmente sus operaciones en el país.
Desde siempre las empresas han intentado influenciar a los Estados. Y para atraer inversión muchas veces los Estados han hecho concesiones (impuestos, inversiones en infraestructuras, etc.). No estamos ante una novedad, aunque sea algo más llamativo.
Nota al margen: ser grande es importante
Es curioso que en esta ocasión haya sido Turquía la sancionada, cuando lleva años intentando entrar en la UE y precisamente la UE tiene una normativa parecida a la de Turquía y Google se limita a cumplir los requerimientos. Pertenecer a un bloque normativo más grande es importante para tener poder, aunque sea ceder parte de la soberanía a un tercero.
Los Estados soberanos tienen poder, pero cuanto más grandes (en población y PIB), más importantes son. La UE es un gran ejemplo de ello y, aunque tiene problemas, reporta ventajas a sus Estados miembros que a veces no son tan evidentes.
El Reino Unido debería mirar con preocupación este movimiento de Google, pues ahora tienen menos peso para contrarestar los deseos de las empresas después del Brexit de la semana pasada.

Fuente: https://www.xataka.com/legislacion-y-derechos/google-turquia-primer-gran-conflicto-empresa-tecnologica-frente-a-estado-va-ganando-google - Imagen de portada: Insurgenciaministerial -

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El antivirus "gratuito" Avast, comercializa los datos de sus usuarios
A partir de una filtración de datos, se conoció que el antivirus gratuito Avast comercializa masivamente información vinculada a la navegación de sus usuarios. Pedazo a pedazo, se cae el sueño digital de libertad, igualdad y gratuidad. Los casos más conocidos son los que afectan a Google, Facebook o Amazon, pero en realidad ellos, aun con sus escándalos y multas crecientes, siguen siendo el faro de un modelo basado en la acumulación de datos que atraviesa a casi todos los emprendimientos digitales. Uno de los casos más recientes es el de la empresa Avast, dueña del popular antivirus AVG, el cual, paradójicamente, debería protegernos de malware, del robo de información o del daño informático. Este programa es utilizado por cerca de 435 millones de usuarios mensuales en el mundo, incluida la Argentina. Su éxito se debe en buena medida a que ofrece una versión --supuestamente-- gratuita que, en realidad, no lo es tanto.

Por Esteban Magnani

En octubre del año pasado, un investigador denunció que Avast recababa datos de sus usuarios a través de un complemento que prometía dar mayor seguridad durante la navegación. 
La empresa, como suelen justificarse la mayoría de estas firmas, aseguró que sólo buscaba conocer a los usuarios para mejorar el servicio. La información acumulada por el antivirus incluía todo lo que se hiciera desde el navegador, como búsquedas en Google, compras y tiempo que el usuario permaneció en cada página. Los datos se vendían anonimizados, es decir, sin el nombre, mail o la dirección que permitieran reconocer a un individuo particular, según justificó Avast. Sin embargo, cruzando datos como la ubicación, la hora o a qué sitios entró el usuario, es posible saber quién los produjo. Por ejemplo, si un usuario se registró en la propia página a una hora determinada, es fácil individualizarlo en la base de datos comprada y conocer sus otros intereses. Poco después de la denuncia, navegadores como Firefox, Opera y Chrome quitaron las extensiones de Avast y la empresa aseguró que ya no compartiría datos con Jumpshot, subsidiaria de Avast encargada de comercializarlos.
Pese a la promesa, a fines de enero último las revistas especializadas Motherboard y PCMag publicaron documentos filtrados de la empresa Jumpshot donde quedaba claro que tras el escándalo, sólo había cambiado el mecanismo: en lugar de utilizar los complementos para los navegadores, Avast comenzó a recabar los datos directamente desde el antivirus y luego los comercializaba a través de su subsidiaria. Luego de la filtración, la empresa empezó a preguntarle a los usuarios si estaban de acuerdo en compartir sus hábitos de navegación, algo que antes ocurría por default.
Este tipo de información, que en la era analógica sólo se obtenía a través de costosos y limitados estudios de mercado, en la era digital se puede recabar a una escala muy (pero muy) superior en tiempo real y con niveles de detalle inimaginables en otros tiempos. Además, ya no es lo que la gente cuenta que hace sino lo que realmente hace, aun lo que no le contaría a nadie. Ese tipo de información resulta muy valiosa cuando se acumula en grandes cantidades, pero no todos pueden acceder a ella. Por ejemplo, Facebook, la red social más utilizada, puede acumular datos de distintas maneras porque conoce a sus usuarios, sus dispositivos y hábitos. Por muchas razones, Google también tiene esa capacidad, sobre todo gracias a Android, el sistema operativo que recibe detalles de uso de millones de celulares de todo el planeta. Para las demás empresas, la tarea no es tan fácil, por lo cual deben esforzarse por conseguir acceso a nuestros hábitos cotidianos. Es por eso que en una publicidad Jumpshot aseguraba ser la “única empresa que abre el jardín cerrado de los datos” y busca “brindar a los publicistas una visión más profunda del viaje online completo de sus clientes”. Según las filtraciones, empresas como Expedia, IBM, Yelp, Microsoft, Pepsi y muchas más compraron o al menos demostraron interés por esos datos.
El caso del antivirus es sólo uno más de un modelo de negocios basado en los datos de los usuarios que permiten diseñar campañas de publicidad, calcular cuánto puede pagar esa persona por un producto, conocer sus intereses y miedos o, por ejemplo, si tiene una enfermedad, está por hacer una compra, un viaje o cambiar el auto. Con grandes cantidades de datos se pueden conocer los puntos a estimular para manipular a un grupo de personas con cierto grado de éxito. Es por eso que el caso de Avast no debe ser tomado como una excepción sino como lo que es: otro ejemplo de un modelo de negocios que la mayoría de sus participantes no puede reconocer abiertamente.

Fuente: Pagina12.com.ar

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