Turberas: los mayores depósitos de carbono del planeta, al borde del colapso

El calentamiento global y el cambio de uso de la tierra están llevando al borde del colapso a las turberas, los mayores reservorios de carbono del planeta. Varios estudios científicos han constatado la progresiva destrucción de las turberas del Amazonas y las de permafrost en el norte de Europa y Siberia Occidental. Aunque solo cubren menos del 4% de la superficie terrestre, estos ecosistemas almacenan la mitad del carbono de la Tierra, más que la biomasa de todos los bosques existentes. De tal forma que si se liberara su contenido se duplicaría la cantidad de carbono del planeta y las consecuencias serían desastrosas.

Ramón Díaz

La turbera es un tipo de humedal ácido en el que se acumula gran cantidad de materia orgánica en forma de turba. Son como esponjas de musgos y vegetación que se ha acumulado durante miles de años sin descomponerse del todo, en un ambiente saturado de agua. Suponen el 50% de los humedales del mundo y se pueden encontrar en los cinco continentes.
Estos ecosistemas son muy vulnerables a la intervención humana y están en riesgo de desaparecer: en Europa, Asia y América las turbas son drenadas para generar más tierra para la agricultura y la forestación. El problema es que al drenarlas y descomponerse la turba se libera carbono a la atmósfera.

La Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de las Naciones Unidas calcula que a causa del drenaje de turberas (ya se ha drenado el 15% de todas las existentes en el mundo) se está liberando alrededor de una gigatonelada de emisiones de gases de efecto invernadero al año.
ZONAS PROPENSAS A LOS INCENDIOS
Un equipo científico internacional ha realizado un estudio centrado en el Amazonas peruano y ha comprobado que el cambio en el uso de la tierra esta provocando la pérdida de grandes áreas de turberas, lo que se asocia con emisiones sustanciales de gases de efecto invernadero (GEI).

Los investigadores, que acaban de publicar su estudio en la revista ‘Nature Geoscience’, reclaman el diseño de políticas efectivas de conservación y restauración de las turberas, objetivo para el que los mapas de ubicación y almacenamiento de carbono de estos ecosistemas tropicales son vitales.
Solo en la Amazonía peruana las turberas ocupan más de lo que se creía hasta ahora, entre 62.000 y 67.000 kilómetros cuadrados, el doble que Cataluña (32.113 kilómetros cuadrados), y almacenan unos 5.400 millones de toneladas de carbono. Es el doble de lo calculado anteriormente y tanto como todos los bosques de Perú, pero concentrado en solo el 5% de la superficie terrestre del país.
La investigación, dirigida por las Universidades de Edimburgo y Saint Andrews y que ha contado con la participación de científicos del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana de Perú ha constatado áreas crecientes de deforestación y emisiones de CO2 asociadas a la descomposición de la turba debido a la conversión a la minería, las áreas urbanas y la agricultura.
Los autores del estudio sugieren un monitoreo, una protección y un manejo sostenible a medida de las turberas tropicales “para evitar una mayor degradación y emisiones de CO2”.
Las zonas de turberas drenadas son propensas a los incendios, lo que puede conducir a un aumento grande y rápido de las emisiones. En reconocimiento de estas amenazas, Perú ha aprobado una legislación que por primera vez ordena la protección explícita de sus turberas para la mitigación del cambio climático.
PROYECCIONES CLIMÁTICAS MUY PESIMISTAS
“Las turberas almacenan la mitad de todo el carbono del suelo en el planeta, pero son vulnerables a las presiones humanas. Es importante para todos nosotros saber dónde se encuentran para que podamos protegerlos y ayudar a mitigar el cambio climático. Todavía hay mucho por aprender”, señala Ian Lawson, líder del proyecto internacional.
Pero las turberas de permafrost también están cerca del punto de inflexión climática. Las turberas heladas de estas zonas de Europa y Siberia occidental almacenan hasta 39.500 millones de toneladas de carbono, el equivalente al doble del almacenado en el conjunto de los bosques europeos.
Un estudio dirigido por la Universidad de Leeds y publicado el pasado mes de marzo utilizó la última generación de modelos climáticos para examinar los posibles climas futuros de estas regiones y el posible impacto en sus turberas de permafrost.
Las proyecciones son muy pesimistas: incluso con los mayores esfuerzos para reducir las emisiones globales de carbono y limitar el calentamiento global, para 2040 los climas del norte de Europa ya no serán lo suficientemente fríos y secos para sostener el permafrost de turba.
No obstante, una fuerte acción para reducir las emisiones podría ayudar a preservar climas adecuados para las turberas de permafrost en el norte de Siberia Occidental, un paisaje que contiene 13.900 millones de toneladas métricas de carbono de turba.
El estudio, publicado en ‘Nature Climate Change’, enfatiza la importancia de las políticas socioeconómicas destinadas a reducir las emisiones y mitigar el cambio climático y su papel en la determinación de la tasa y el alcance del deshielo de las turberas del permafrost.
"NO DEBEMOS TIRAR LA TOALLA"
“Nuestro estudio muestra que estos frágiles ecosistemas están al borde del precipicio e incluso una mitigación moderada conduce a la pérdida generalizada de climas adecuados para el permafrost de turba para finales de siglo”, indica Richard Fewster, investigador en la Escuela de Geografía de Leeds y autor principal del estudio.
Fewster, no obstante, dejó abierta una puerta a la esperanza: “Eso no significa que debamos tirar la toalla. La velocidad y la medida en que se pierde el clima adecuado podrían verse limitadas, e incluso parcialmente revertidas, por políticas sólidas de mitigación del cambio climático”.

“Es probable que la magnitud del cambio climático del siglo XXI supere cualquier protección que puedan proporcionar las propiedades aislantes de los suelos de turba”, añade.
Las grandes cantidades de carbono almacenadas en los suelos de permafrost de las turberas están particularmente amenazadas por el rápido cambio climático. Cuando el permafrost se descongela, la materia orgánica comienza a descomponerse, liberando gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el metano, que aumentan las temperaturas globales y potencialmente aceleran el cambio climático global.

Estudio sobre las turberas del Amazonas: https://www.nature.com/articles/s41561-022-00923-4 - Imagen de portada: Andrew Shiva
 

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