El monopoly de tierras


Palabre-Ando
Con las fichas amarillas a modo de moneda de un dólar: Goldman Sachs. A su derecha y con las fichas rojas, como su bandera: China, la nueva potencia. En frente: Cargill, con sus piezas en forma de grano verde. El último contrincante son los petrodólares esgrimidos por un jeque de harén, palacios y halcones amaestrados. Y el tablero del juego: el mapa del mundo.
Inicia la partida China; tira los dados que caen sobre las mejores tierras comunales de África del Oeste y ni rumia la decisión ―la necesitamos para proveer de alimentos a nuestra creciente población, aquí nadie le saca provecho, ―y con el talonario por estrenar grita, ¡compro! En su mismo turno saca una carta del mazo de ‘cartas de desarrollo’, que dice «ha obtenido permisos para construir carreteras, autopistas e hidrovías por donde sacar las mercancías obtenidas».
Es el turno del jeque que contraataca, ―nuestras granjas de vacas estabuladas necesitan mucho más forraje del que producen nuestras tierras ― y hace una oferta nada suculenta por las tierras de regadío de la cuenca del Nilo, que gana sin problemas.
Cargill, la empresa que controla más del 40% de venta de granos en el mundo, levanta la carta de ‘negociación’ y propone a China ser ellos quienes gestionen la agricultura en las tierras que adquirió. China acepta al escuchar a Cargill explicarle que plantando cereales para combustibles -en lugar de comestibles- el lucro será brutal. Cierran la operación, y con los yuanes Cargill agranda sus dominios en los territorios indígenas de Sudamérica. Saben que acceder a cosechas genera tremendos beneficios en las bolsas de valores.
Le toca a Goldman Sachs. Los dados le llevan a la casilla de ‘grupos armados’ y pimpampum asalta tierras campesinas salpicadas por aquí y por allí. Sus colegas del juego le aconsejan trapicheos con cosechas, minerales, agua y todos los recursos que da la tierra fértil, pero ni se inmuta, nada quieren hacer con sus millones de hectáreas por ahora. Las poseen para cuando el mercado especulador pague miles de veces su coste actual.
El monopoly de tierras no es una invención, hoy día es el mercado más jugoso para bancos, fondos de inversión, empresas del agronegocio o países emergentes. En cada ronda o turno millones de seres humanos ruedan del tapete hacia los infiernos del hambre.

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