El inmenso vertedero oceánico que destapó el avión malasio
Por Carlota Ming
La carrera por hallar los restos del boeing 777 produjo un descubrimiento colateral: el mar es un vertedero de plástico más grande de lo que imaginábamos.
La desaparición del vuelo 370 de Malaysian Airlines ha consumido un montón de recursos y atención mediática en el rastreo, pero sus hallazgos científicos han superado cualquier previsión. Al principio, la gran cantidad de bolsas de plástico, utensilios de pesca y restos de contenedores encontrados alrededor de Australia sólo representaban dificultades imaginables, y había que descartar que no se tratara de restos de la nave. Sin embargo, pasado un mes de atención global, un nuevo descubrimiento empieza a ensombrecer las pistas sobre el paradero de las cajas negras: resulta que la cantidad de basura flotando en el Índico supera cualquier estimación previa. Auténticos ecosistemas de plástico a la deriva han sido documentados a vista de pájaro.
Cuando se habla de “manchas oceánicas”, los científicos se refieren a las grandes áreas de basura flotante que han ido formándose desde 1970 debido a la práctica conocida como dumping, es decir, la descarga de desperdicios que los barcos efectúan en alta mar. En esa misma década la Organización Marítima Internacional prohibió la práctica, y hoy la basura que termina en el mar proviene principalmente de los ríos. Sin embargo, la suciedad va en aumento y las "manchas" se vuelven permanentes.
Los océanos Pacífico y Atlántico poseen dos extensiones de basura cada uno, al norte y al sur. El Océano Índico, donde se cree que el boeing 777 desapareció, es el menos estudiado en cuanto a contaminación. Su "mancha" de desperdicios fue descubierta en 2010 por el científico Marcus Eriksen, fundador del 5 Gires Institute. Eriksen navegó desde el oeste de Perth, Australia, en dirección a África, y allí pudo comprobar que sobre el Índico flota un área de plástico de cerca de cinco millones de kilómetros cuadrados.
Las últimas imágenes de la zona han localizado la mancha índica a medio camino entre África y Australia, y Eriksen ha podido confirmar que su contenido circula a través de una gran corriente hasta la costa del continente africano, la recorre en dirección al sur y vuelve a Australia en un viaje que dura seis años. Según los cálculos del científico, si el avión malasio se estrelló en la costa este de Australia (como las autoridades parecen creer), es posible que los deshechos ya estén viajando hacia el oeste en dirección a Madagascar para unirse a la gran mancha.
A menos que quede atascado en el centro de la misma, donde podría permanecer indefinidamente, los restos llegarían a África dentro de un año.
Ecosistemas mutantes
El plástico a flote en la tierra ha crecido 100 veces en cuatro décadas. El programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente calcula que en cada kilómetro cuadrado del Pacífico, el océano más afectado, pueden hallarse 46.000 piezas de plástico: sólo en él flotan 18 millones de toneladas de plástico, y la isla más grande de basura tiene la superficie aproximada del estado de Texas.
¿Pero qué ocurre con el plástico en el fondo del mar? El poliéster (el material más frecuente, presente en botellas y todo tipo de envases) no flota eternamente, sino que con el tiempo y el sol se oxida y se hunde. Por eso se calcula que en el fondo del océano hay diez veces más basura que en la superficie.
Al mismo tiempo, las manchas de basura transforman ecosistemas y atraen comunidades de vida. Investigaciones recientes sugieren que estas extensiones están produciendo una nueva ruta evolutiva para los microbios, además de una cadena alimenticia al margen del aire y del agua. Los envases más viejos de estas manchas muestran pequeñas mordeduras de peces, así que lentamente la materia se rompe en trozos cada vez más pequeños. Estos son ingeridos y pasan a formar parte de la organismos vivos. Las tortugas marinas y las ballenas grises de California son grandes consumidoras involuntarias de plástico procedente de la mancha del Atlántico Norte, una de las que posee mayor concentración, pues recibe los deshechos de los Estados Unidos, Canadá, México y Europa.
La tecnología para detectar estas manchas desde el aire no está creada, y las embarcaciones pueden toparse con ellas. Por eso las imágenes aéreas generadas durante la búsqueda del avión malasio suponen la mejor oportunidad que la comunidad científica ha tenido en mucho tiempo en el área de la contaminación marítima. La investigadora Kathleen Dohan, del centro de investigación de la Tierra y el Espacio de Seattle, estima que se trata de un buen momento para documentar las nuevas extensiones flotantes de residuos: “Esta es la primera vez que todo el mundo está mirando; la gente debe entender que nuestros océanos son vertederos de basura”.
Puede parecer irónico: con sólo una parte del despliegue militar y la inverisón de gobiernos como el chino, el malasio o el autraliano para localizar los restos de un avión que probablemente se estrelló en el mar y cuyos pasajeros ya se dan oficialmente por fallecidos, se podría documentar cómo se ven nuestros desagües desde las alturas. Y no se trata de un capricho científico: la contaminación ya es una de las principales causas de muerte en el planeta.
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La carrera por hallar los restos del boeing 777 produjo un descubrimiento colateral: el mar es un vertedero de plástico más grande de lo que imaginábamos.
La desaparición del vuelo 370 de Malaysian Airlines ha consumido un montón de recursos y atención mediática en el rastreo, pero sus hallazgos científicos han superado cualquier previsión. Al principio, la gran cantidad de bolsas de plástico, utensilios de pesca y restos de contenedores encontrados alrededor de Australia sólo representaban dificultades imaginables, y había que descartar que no se tratara de restos de la nave. Sin embargo, pasado un mes de atención global, un nuevo descubrimiento empieza a ensombrecer las pistas sobre el paradero de las cajas negras: resulta que la cantidad de basura flotando en el Índico supera cualquier estimación previa. Auténticos ecosistemas de plástico a la deriva han sido documentados a vista de pájaro.
Cuando se habla de “manchas oceánicas”, los científicos se refieren a las grandes áreas de basura flotante que han ido formándose desde 1970 debido a la práctica conocida como dumping, es decir, la descarga de desperdicios que los barcos efectúan en alta mar. En esa misma década la Organización Marítima Internacional prohibió la práctica, y hoy la basura que termina en el mar proviene principalmente de los ríos. Sin embargo, la suciedad va en aumento y las "manchas" se vuelven permanentes.
Los océanos Pacífico y Atlántico poseen dos extensiones de basura cada uno, al norte y al sur. El Océano Índico, donde se cree que el boeing 777 desapareció, es el menos estudiado en cuanto a contaminación. Su "mancha" de desperdicios fue descubierta en 2010 por el científico Marcus Eriksen, fundador del 5 Gires Institute. Eriksen navegó desde el oeste de Perth, Australia, en dirección a África, y allí pudo comprobar que sobre el Índico flota un área de plástico de cerca de cinco millones de kilómetros cuadrados.
Las últimas imágenes de la zona han localizado la mancha índica a medio camino entre África y Australia, y Eriksen ha podido confirmar que su contenido circula a través de una gran corriente hasta la costa del continente africano, la recorre en dirección al sur y vuelve a Australia en un viaje que dura seis años. Según los cálculos del científico, si el avión malasio se estrelló en la costa este de Australia (como las autoridades parecen creer), es posible que los deshechos ya estén viajando hacia el oeste en dirección a Madagascar para unirse a la gran mancha.
A menos que quede atascado en el centro de la misma, donde podría permanecer indefinidamente, los restos llegarían a África dentro de un año.
Ecosistemas mutantes
El plástico a flote en la tierra ha crecido 100 veces en cuatro décadas. El programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente calcula que en cada kilómetro cuadrado del Pacífico, el océano más afectado, pueden hallarse 46.000 piezas de plástico: sólo en él flotan 18 millones de toneladas de plástico, y la isla más grande de basura tiene la superficie aproximada del estado de Texas.
¿Pero qué ocurre con el plástico en el fondo del mar? El poliéster (el material más frecuente, presente en botellas y todo tipo de envases) no flota eternamente, sino que con el tiempo y el sol se oxida y se hunde. Por eso se calcula que en el fondo del océano hay diez veces más basura que en la superficie.
Al mismo tiempo, las manchas de basura transforman ecosistemas y atraen comunidades de vida. Investigaciones recientes sugieren que estas extensiones están produciendo una nueva ruta evolutiva para los microbios, además de una cadena alimenticia al margen del aire y del agua. Los envases más viejos de estas manchas muestran pequeñas mordeduras de peces, así que lentamente la materia se rompe en trozos cada vez más pequeños. Estos son ingeridos y pasan a formar parte de la organismos vivos. Las tortugas marinas y las ballenas grises de California son grandes consumidoras involuntarias de plástico procedente de la mancha del Atlántico Norte, una de las que posee mayor concentración, pues recibe los deshechos de los Estados Unidos, Canadá, México y Europa.
La tecnología para detectar estas manchas desde el aire no está creada, y las embarcaciones pueden toparse con ellas. Por eso las imágenes aéreas generadas durante la búsqueda del avión malasio suponen la mejor oportunidad que la comunidad científica ha tenido en mucho tiempo en el área de la contaminación marítima. La investigadora Kathleen Dohan, del centro de investigación de la Tierra y el Espacio de Seattle, estima que se trata de un buen momento para documentar las nuevas extensiones flotantes de residuos: “Esta es la primera vez que todo el mundo está mirando; la gente debe entender que nuestros océanos son vertederos de basura”.
Puede parecer irónico: con sólo una parte del despliegue militar y la inverisón de gobiernos como el chino, el malasio o el autraliano para localizar los restos de un avión que probablemente se estrelló en el mar y cuyos pasajeros ya se dan oficialmente por fallecidos, se podría documentar cómo se ven nuestros desagües desde las alturas. Y no se trata de un capricho científico: la contaminación ya es una de las principales causas de muerte en el planeta.
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