Peru: Machu Picchu endurece el acceso para no morir de éxito

Colas kilométricas para subir, colas de una hora para bajar, colas para comprar la entrada, colas en los baños… Machu Picchu, la más célebre ciudadela inca, está al borde del colapso.

Todos queremos visitar Machu Picchu. Pero el recinto arqueológico y su enrevesada ubicación geográfica tienen una capacidad de carga, que en los meses de julio a septiembre está llegando claramente a su límite. Acabo de regresar de allí y aunque la experiencia sigue siendo fascinante (es fácil ver gente llorando en el mirador de la Casa del Guardián, desde donde se toma la foto que abre esta noticia, “la que salió en National Geographic”, como dicen los guías), la sensación general es de agobio. Agobio en el pueblo de Aguascalientes, tomado por miles de mochileros y turistas que parecen recién salidos de un Decathlon; agobio para coger el bus de subida (quienes quieren ver amanecer arriba empiezan la cola a las 2,30 h de la mañana para poder montar en los primeros buses, que parten… ¡tres horas después, a las 5,30 de la mañana!); agobio en las zonas más concurridas del yacimiento y agobio supino cuando terminas la visita y ves que la cola para tomar el bus de vuelta tiene más de medio kilómetro de largo.
Por Paco Nadal

Machu Picchu fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1983. Durante aquellos primeros años, con las zonas rurales de Perú asediadas por el terrorismo fanático de Sendero Luminoso, la ciudadela inca recibía poco más de 100.000 visitantes al año. En 1991, año en el que una epidemia de cólera asoló el país, la cifra fue de 77.295. Pero todo se aceleró a partir de julio de 2007, cuando Machu Picchu fue reconocida como una de las “nuevas 7 maravillas del mundo moderno” en una polémica encuesta llevada a cabo por la empresa privada suiza New Open World Corporation. Ese año ya se vendieron 800.000 tickets de entrada.
En 2016 Machu Picchu recibió 1.419.507 visitantes.

Un incremento difícil de digerir por cualquier monumento. Menos aún por uno al que hay que llegar en tren por un estrecho valle selvático –no existe carretera- y al que luego hay que subir por una zigzagueante pista de tierra en unos minibuses con capacidad para 29 personas.
Es precisamente este sistema de buses el que -según todas las fuentes consultadas- genera el mayor embudo. Y si algún día se construye por fin el aeropuerto internacional de Chinchero, en sustitución del pequeño y saturado de Cusco, el colapso sería total. Se calcula que con esa instalación podría doblarse la cifra de visitantes a la región del Valle Sagrado. Y ninguno de ellos querría perderse Machu Picchu, claro.
Esos 24 buses autorizados para hacer el servicio entre Aguascalientes (la aldea donde están todos los servicios, a orillas del río Urubamba) y el acceso a la ciudadela, pertenecen a un conglomerado de nueve empresas que tiene el monopolio del sistema y no permiten que opere ninguno más. La más grande es Consettur, que gestiona el servicio y reparte beneficios con las otras ocho; las hay que tienen un solo bus, o dos; incluso una de las empresas pertenece a la municipalidad de Aguascalientes.
Pero es el negocio del siglo: 24 soles (unos siete euros) por viaje -subida y bajada- multiplicado por un millón y medio de viajeros anuales… ¡suma una cantidad formidable!
Existe un viejo proyecto de construir un teleférico, como el recién inaugurado en Kuelap (otra ciudadela al norte del Perú, ésta de la cultura Chachapoyas), pero –amén de conflictos medioambientales- los concesionarios del servicio de buses, liderados por Consettur, no quieren ni oír hablar de la perdida de sus derechos; tienen en concesión este monopolio hasta 2025.
La UNESCO amenazó con incluir Machu Picchu en la lista de lugares Patrimonio en riesgo y dio al gobierno peruano un plazo de dos años para que mejorara la gestión y tomara medidas para la conservación del monumento. Ese plazo espiraba en la reunión que el Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco tuvo en Cracovia (Polonia) del pasado 10 al 17 de julio. Y para alegría de los peruanos, las medidas presentadas fueron suficientes para que el Comité valorara el esfuerzo y decidiera no incluir las ruinas de la ciudadela inca en esa lista negra.

Esas nuevas normas entraron en vigor el pasado 1 de julio e incluyen:

-Se establecen dos horarios de visitas: un primer grupo de 6 a 12 de mediodía; y un segundo grupo, de 12 a 17,30 horas. (en la práctica si tienes el segundo y llegas a las 11 te dejan entrar; tampoco se ha explicado bien cómo van a echar a los que entraron en el primero)
-No se puede entrar a la ciudadela sin guía.
-Cada guía puede llevar un máximo de 20 personas (en su web anuncian 16, pero la realidad, al menos durante mi estancia, es que permitían 20).
-La entrada da derecho a estar solo 4 horas en el interior del yacimiento.
-En esas cuatro horas solo se puede salir y reingresar una vez (en su web dice que no se puede salir ninguna vez pero la realidad es que como dentro no hay servicios SÍ te dejan salir y volver a entrar porque si no habría colapso generalizado de vejigas).
-La entrada gratuita para ciudadanos del departamento de Cusco debidamente acreditados que antes era para domingos y festivos, se reduce solo a los domingos.
-Se prohíbe la entrada con: palos selfie, alimentos y bebidas, paraguas y sombrillas, animales, zapatos de tacón, instrumentos musicales y coches de bebé.
Conste decir que al menos la semana pasada, durante mi visita, estas nuevas normas no se aplicaban a rajatabla. Imagino que se irán implementando poco a poco.
Por el bien de Machu Picchu. No vaya a ser que se salvara porque no la encontraron los conquistadores españoles y terminara desapareciendo porque la encontramos los turistas.

Fuente: https://elpais.com/

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