Entrevista a Maristella Svampa: “Los progresismos pactaron con el gran capital”
-Hace varios años que venís investigando sobre extractivismo, medioambiente y las resistencias que se fueron articulando en relación a su avance. ¿Cómo operó en las experiencias progresistas esa tensión entre el avance del neoextractivismo y las resistencias? ¿Cuáles son las continuidades y rupturas que ves en Argentina tras el agotamiento del ciclo kirchnerista en relación a la matriz extractiva y a las narrativas desarrollistas?
Mariano González y Azul Picón
Yo creo que el ciclo es necesario leerlo en clave latinoamericana, porque esto no se da solo en Argentina sino en toda América Latina y efectivamente, como todo ciclo, tiene diferentes fases y momentos. El primero fue un momento de “positividad”, en el cual los gobiernos progresistas minimizaron los conflictos socioambientales y estigmatizaron a los movimientos y organizaciones que cuestionaban el modelo extractivista. Fase de positividad porque fue un momento de rentabilidad extraordinaria: el boom de los commodities. Y, efectivamente, gran parte de esa tasa de ganancia fue utilizada para fomentar mayor cantidad de planes sociales, políticas públicas focalizadas y programas para una mayor inclusión a través del consumo. Hubo una reducción de la pobreza importante en América Latina, que no solo se vio en países con gobiernos progresistas sino con gobiernos conservadores y liberales. Hay una segunda etapa que se inicia hacia 2008, en la cual ya se visibilizan los conflictos socioambientales y se producen una serie de conflictos emblemáticos en América Latina, que hacen que los gobiernos progresistas sean interpelados y reaccionen de manera muy virulenta contra las resistencias socioambientales.
Pasó en Brasil con Belo Monte, en Argentina con Famatina en 2012 y en Bolivia con el Tipnis en 2011. Las reacciones fueron las mismas: deslegitimar las luchas socioambientales, asociándolas con ONG extranjeras o intereses foráneos. Ese es el discurso de Álvaro García Linera en Bolivia. Es una época en la cual se multiplicaron los proyectos extractivos: mayor cantidad de mega represas, la expansión de la frontera extractiva. En el caso de Argentina es, sobre todo, el Programa Estratégico Agroalimentario, que implica la multiplicación del 60 % de la producción de granos. Esta segunda fase, que yo sitúo entre 2008 y 2013, es de mucha conflictividad. En 2013, con la caída del precio de los commodities, ya se advierte un impacto en las economías latinoamericanas, algo ligado también a que en América Latina, a partir del 2007, se da el ingreso de China. La demanda de materias primas por parte de China produce un efecto de reprimarización, inclusive en Brasil, que es un país diversificado económicamente, generando lo que se llama desindustrialización temprana. Y los gobiernos de los países latinoamericanos, en vez de repensar los modelos de desarrollo, continuaron obturando la discusión y multiplicando aún más los proyectos extractivos para obtener los mismos beneficios que durante el boom de los commodities.
Este proceso va ligado también al giro conservador que ya en 2015 comenzamos a ver en la región. Y ahí lo que se detecta es una fase de exacerbación del neoextractivismo, que es visible en parte en la cantidad de asesinatos a activistas ambientales. América Latina es la región donde se asesinan más activistas de derechos humanos y ambientales en todo el mundo. Pero el incremento de muertes arranca en 2007 y se pronuncia aún más a partir del 2015. Otro elemento relacionado con el neoextractivismo es la emergencia de enclaves criminales ligados a la minería ilegal en Venezuela, Colombia y Perú. Y por otro lado, la expansión de las energías extremas: la expansión de la frontera petrolera a través de la explotación de hidrocarburos no convencionales (fracking). Se habla de energías extremas porque es necesario utilizar tecnologías muy lesivas para su extracción, muy costosas económicamente y con menor rendimiento energético, que aumenta la tasa de accidentes a nivel ambiental y a nivel laboral. Realmente es un régimen de gran peligrosidad en un contexto agravado de crisis ecológica. Entonces hay que leer la expansión del neoextractivismo en términos de fases. Si al principio el éxito de los progresismos venía asociado a la reducción de la pobreza, hacia el final del ciclo progresista, encontramos gobiernos más interpelados por las luchas socioambientales, que redujeron la pobreza pero no la desigualdad. Es decir, son gobiernos que al calor del Consenso de los Commodities, hicieron el pacto con el gran capital. Entonces no es lo mismo 2003/2005 que 2013/2015, donde estamos ya en el ocaso del ciclo progresista y podemos ver con claridad cuáles son los déficits y las grandes limitaciones que presentaron estos gobiernos. Si al inicio fueron considerados gobiernos de izquierda y levantaron fuertes expectativas políticas, al final del ciclo fueron caracterizados como modelos de dominación más tradicional, como populismos.
Fragmento de la entrevista publicada en: http://rebelion.org/noticia.php?id=260489 - Recientemente galardonada con el Premio Nacional de Ensayo Sociológico por su libro Debates latinoamericanos, desarrollo, dependencia y populismo (Edhasa, 2016), la socióloga e intelectual anfibia, Maristella Svampa, conversó con Ideas de Izquierda sobre extractivismo, medioambiente, los límites de los denominados gobiernos progresistas en la región, su apoyo a la declaración de intelectuales en favor del FIT-Unidad.