Del decrecimiento a la descolonización

El movimiento de decrecimiento comenzó como una preocupación medioambiental por la disminución del uso de los recursos, se convirtió más adelante en la punta de lanza de los movimientos de emancipación contra el desarrollo, el capitalismo y el crecimiento económico para, finalmente, madurar como un proyecto utópico propio.

Jamie Tyberg

Había algo en "El Mensaje del Futuro" de Alexandria Ocasio-Cortez que no me encajaba. Narrado por la propia joven congresista e ilustrado por la artista y activista Molly Crabapple, este vídeo intentaba describir un mundo tras el Green New Deal, o nuevo pacto verde. El vídeo ilustraba la propuesta contenida en el nuevo pacto verde de la congresista, presentado tan solo dos meses antes, e imaginaba un futuro con sanidad pública universal, empleo garantizado a nivel federal, cuidado infantil universal y campañas electorales financiadas de manera pública. Todas las personas  trabajadoras de Estados Unidos tenían un trabajo digno y vivían libres de discriminación. Las escenas mostraban a trabajadores construyendo una red eléctrica inteligente nacional, reacondicionando estructuras y colocando nuevas vías de ferrocarril de alta velocidad por todo el país. El mundo tenía una atmósfera vibrante y habíamos evitado la catástrofe climática. Sin embargo, esta visión no acababa de convencerme.
CONSUMO
En el año 2018, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) informó que si no se producía una transformación radical de los sistemas energéticos, de transporte y agricultura en los próximos 12 años, el mundo iría camino de alcanzar un calentamiento más allá de los 1,5 grados centígrados, considerado el máximo posible para la habitabilidad del planeta.
Para el año 2030, las emisiones mundiales de dióxido de carbono deberían reducirse en un 45 % por debajo de los niveles del 2010 y alcanzar un valor neto cero para el 2050. Aunque, como es obvio, esta iniciativa requiere un esfuerzo internacional, los Estados Unidos han utilizado de manera acumulativa más energía per cápita que cualquier otro país desde el año 1960.
Al mismo tiempo, los EE. UU. producen la menor proporción de electricidad renovable del mundo, y su ejército produce por sí solo más emisiones de gas invernadero que 140 países juntos.
A vista de pájaro, esta visión revela que los Estados Unidos es el mayor consumidor de energía mundial, de un modo injustamente desproporcionado, y no solo para la conservación y reproducción de la vida, sino para gastos no productivos como el lujo y la guerra. Por lo tanto, las transformaciones socioecológicas que debemos llevar a cabo deben comenzar en EE. UU.
No obstante, el vídeo ni mencionaba la reducción del consumo energético estadounidense. Al contrario, el vídeo concibe un mundo en el que las instituciones como el ejército (que, entre otras cosas, destruye la agricultura autoabastecida) se mantienen intactas. Parece que los policías, políticos y soldados consiguen más tiempo de pantalla que cualquier otra profesión.
Opresión
Del mismo modo, el vídeo aboga por que los trabajadores estadounidenses reciban salarios y prestaciones adecuados, pero no dice nada sobre el fin de la sobreexplotación de los pueblos y naciones desposeídos en todo el mundo, a través de los cuales Estados Unidos acumula su riqueza.
En esta iteración del futuro parece darse por sentado que opresores y oprimidos pueden coexistir en armonía, sin explicar en ningún caso cómo.
¿Por qué se omitió este hecho en el discurso dominante que acompaña este popular vídeo viral? Cierto es que no ha habido demasiadas imágenes esperanzadoras del futuro que nos espera tras la crisis climática, así que entiendo el atractivo. Sin embargo, un enfoque materialista en la tradición de Epicuro y Marx pondría en duda las contradicciones del consumo infinito de energía en un planeta con recursos finitos.
De hecho, ese análisis demostraría que ningún intento previo a gran escala (ya sea capitalista o socialista) ha sido capaz de permanecer dentro de los límites ecológicos.
DECRECIMIENTO
Quizás estas lagunas llamaran mi atención porque he estado involucrada en el ámbito del decrecimiento. Como una descendiente del pueblo colonizado de Corea que no es ciudadana estadounidense por elección, y como miembro de la última generación que podría poner freno a la crisis climática, descubrí un hogar pedagógico en el decrecimiento.

Se trata de un discurso y un movimiento específicamente libre (y ferozmente en contra) del denominador común de la sociedad post-industrial: el crecimiento infinito. En mi opinión, el movimiento de decrecimiento está concebido tanto para los colonos como para “los que llegan”. Jodi Byrd, ciudadana de la nación Chickasaw de Oklahoma, define a “los que llegan” en The Transit of the Empire (El tránsito del imperio) y toma prestado el término del poeta barbadense Kamau Brathwaite. Los que llegan son “aquellas personas forzadas a entrar en las Américas mediante la violencia del colonialismo e imperialismo europeo y angloamericano en todo el mundo”.
Como una amarilla “que llega” y vive en tierras robadas, convertí el decrecimiento en mi deber, en una herramienta de agitación intelectual y política en pos de la descolonización.
Según el historiador del decrecimiento Timothée Parrique, el movimiento de decrecimiento “comenzó como una preocupación medioambiental por la disminución del uso de los recursos, se convirtió más adelante en la punta de lanza de los movimientos de emancipación contra el desarrollo, el capitalismo y el crecimiento económico para, finalmente, madurar como un proyecto utópico propio”.
Con el tiempo, el decrecimiento dejó de ser tanto una crítica a la sociedad de crecimiento actual para convertirse en una alternativa hecha y derecha, “un marco en el que convergen diferentes líneas de pensamiento, imaginarios y estrategias”. En resumen: el decrecimiento nos enseña a cuidar de los ecosistemas de la Tierra, a cuidar de las personas y a redistribuir y devolver cualquier excedente de vuelta a la tierra y a las personas.
FUTUROS
Además, leyendo obras sobre el decrecimiento escritas por pensadores negros e indígenas tales como The Black Shoals: Offshore Formations of Black and Native Studies (Los bajíos negros: formaciones marinas de estudios negros y nativos) de Tiffany Lethabo King, pude comprender cómo el decrecimiento podría utilizarse en aras de la descolonización.
La autora escribe sobre la necesidad de “frustrar los modos liberales (y otros) de humanismo” mediante la “el movimiento negro abolicionista, la descolonización de los nativos y nuevas formas de sociabilidad y futuro”. El libro arrojaba luz sobre la necesidad de “un proceso de reorganización” en contraposición a una alternativa.
Esto requería el lenguaje que usa la Primera Internacional Ecosocialista, un programa de lucha común publicado por “100 personas de 19 países de los cinco continentes, incluyendo a 12 personas originarias de [su] América”. Los autores nos recordaron en este encuentro que “el único superávit es este sistema y lo que hace falta no es una alternativa a este sistema ni crear otro mundo posible o nuevos modelos. Lo realmente necesario es reconocer que somos el modelo original”.
Fue mediante estos textos que pude darme cuenta de la forma en que el decrecimiento podría ser un “proceso de reorganización” de vuelta al “modelo original”.
Ese modelo original no es otro modelo productivista y extractivista disfrazado de alternativa democrática. Es por eso que el modelo no puede ser lo imaginado por el Mensaje del Futuro de Ocasio-Cortez, pues no rompe con el paradigma del crecimiento.
DESCOLONIZACIÓN
En su lugar, el modelo original es un proceso para reparar con delicadeza lo que Marx denominó la “brecha metabólica” entre los seres humanos y la tierra.
El objetivo es la descolonización, que tan solo alcanzaremos, según Frantz Fanon, mediante la adopción de un ritmo propio y, con él, “un nuevo lenguaje y una nueva humanidad”.
El decrecimiento es la fórmula del desaprendizaje basada en los cuidados, la autonomía y la suficiencia, los tres valores que Timothée Parrique utiliza para definir el decrecimiento. Estos valores son esenciales para comprender que el objetivo final de los decrecentistas no es el decrecimiento, sino la descolonización.

    •    Producido por Guerrilla Translation bajo una Licencia de Producción de Pares.
    •    Traducido por Lara San Mamés y editado por Marta Cazorla.
    •    Artículo original de Jamie Tyberg, publicado en The Ecologist. Jamie Tyberg (@jtbrg) es una activista por el clima de Brooklyn de origen surcoreano. En la actualidad es la directora de desarrollo de New York Communities for Change (NYCC), un movimiento político comunitario de miembros racializados de bajos ingresos que luchan contra la opresión racial y la injusticia económica.
    •    Este artículo es un extracto de Unlearning: From Degrowth to Decolonization, (Desaprendizaje: Del decrecimiento a la descolonización), reproducido con el permiso de la Fundación Rosa Luxemburgo.
    •    Imagen de portada de Okuda San Miguel, fotografía de Antonio Marín Segovia
    •    Fuente: https://www.elsaltodiario.com/guerrilla-translation/del-decrecimiento-a-la-descolonizacion

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