Argentina: ”El río es todo para mí, el agua es la vida"
"Por el Paraná" y "Teoría del derrame" son documentales sobre el cuidado de los cursos de agua, la organización popular y las culturas locales. Cuestionan la depredación del agronegocio y de la explotación petrolera, pero también dan cuenta del accionar de las asambleas socioambientales, pescadores, grupos vecinales y estudiantes secundarios. Conocimientos y territorios en disputa.
Por Nahuel Lag
¿Qué es un río? Es una vía para buques contenedores, cerealeros y petroleros en el caso argentino, así se llevan los bienes naturales rumbo a los mercados internacionales. O es biodiversidad, fuente de agua dulce y alimentos, creador de modos de vida y de culturas. El Río Paraná es una de las cuencas hídricas más importante de Sudamérica y su desembocadura es en el Río de La Plata, el más ancho del mundo, y puerta de entrada al Océano Atlántico. Ambos están atravesados, intervenidos y dañados por el modelo extractivo agroexportador; pero tienen, como guardianes, las voces de quienes los viven, estudian y protegen, las de las comunidades ribereñas, las organizaciones socioambientales, artistas, académicos y activistas. Los documentales “Por el Paraná, la disputa por el río” y “Teoría del derrame, educación ambiental, memoria y no justicia en Magdalena”, ambas seleccionadas para el Festival Internacional de Cine Ambiental (Finca), ponen en pantalla las historias que hacen de todos los ríos, el río.
“Por el Paraná” es una travesía, una road movie, de los directores Alejo Di Risio y Franco González, que tiene como disparador el fin de la concesión de la llamada “Hidrovía”, como denominaron al Paraná las empresas belga Jan de Nul y la firma local Emepa con la Sociedad Anónima creada en 1995 para explotar la vía navegable troncal. En la presidencia de Alberto Fernández se debatió sobre la nueva privatización o la recuperación por parte del Estado de vía navegable. Todo quedó atrás con la llagada de Javier Milei. El río es central para el modelo agroexportador, donde se ve salir, o fugarse, el 80 por ciento de la producción agropecuaria del país.
El documental busca quebrar el tratamiento monocorde de los medios comerciales, encerrado en los costos logísticos y las exportaciones, y abre el juego a las voces de los territorios. “Con la Hidrovía, por veinte años, se intentó diluir la identidad de un río. Pero lo que hay no es una hidrovía, es un río", dicen en voz en off en el inicio del documental y la sentencia fluye a lo largo de una hora de documental en los sentimiento y argumentos de isleños, pescadores, historiadores, biólogos, ingenieros, abogados ambientalistas y activistas.
En la “Teoría del Derrame” se recupera una historia que por su magnitud sorprende que no se haya transformado en una efeméride nacional sobre el cuidado del ambiente. El 15 de enero de 1999, un portacontenedores de bandera alemana colisionó contra el buque tanque “Estrella Pampeana”, de bandera liberiana pero al servicio de la petrolera Shell. El casco del buque se desgarró y liberó cinco millones de litros de crudo, proveniente de la explotación offshore en Tierra del Fuego (y que viajaba con destino a la destilería de la petrolera holandesa en Dock Sud).
Una mancha contaminante de 30 kilómetros de largo y 70 de ancho se extendió sobre la costa del Río de La Plata frente a la Reserva de Biósfera del Parque Costero del Sur, a 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, 50 de La Plata y la misma distancia de Punta Indio, donde confluye el estuario con el océano. A dos días del derrame, la sudestada hizo que el crudo penetre hasta un kilómetro por humedales, cañadas y arroyos. Magdalena fue la localidad más afectada. Aún hoy, los vecinos ribereños que recuerdan la marca del agua empetrolada sobre los frentes de sus casas.
Pero las voces recuperadas por el director José Luis Meirás en el documental parten de la acción comunitaria, de la construcción de saber popular y el trabajo de archivo e investigación del grupo Ala Plástica para mezclar lo documental con la acción directa, registrando talleres de educación ambiental realizados en 2022 con los estudiantes de dos colegios secundarios y un profesorado. “A partir del proyecto y el contacto con la comunidad educativa se empezó a generar entre los más jóvenes y los docentes la conciencia sobre la importancia de recuperar este hecho que atravesó a Magdalena y de ponerlo en debate en las escuelas desde la perspectiva de la educación ambiental”, valora Meirás.
Una travesía cultural por otro modelo para el Paraná
“Era importante contar esta historia a través de una travesía a lo largo del Paraná porque lo que se discute en la agenda mediática es con el concepto de ‘hidrovía’ y nosotros queríamos encontrar 'el río'. El punto de vista desde lo cinematográfico tenía que ser el río para poder contar qué está pasando en las orillas y a lo largo de todo el territorio del Delta del Paraná, con muchos lugares afectados por estos grandes proyectos, pero que no forman parte de los debates”, explica Di Risio sobre la decisión que marca el documental, que se proyectará este martes 18 de junio a la 21 en el Cultural San Martín, uno de las cinco sedes del Finca.
Los directores retratan con intercambios de Whatsapp la cotidianidad de la producción de la travesía. El cruce de mensajes y la mañana en la que suben con el equipo a una pequeña embarcación para recorrer el río y registrar sus historias; esas que quedan tapadas por los más de 6.000 buques cargueros que parten cada año desde el complejo agroindustrial de Rosario cargados de soja, maíz, trigo y otros derivados. El proyecto de la Hidrovía Paraná-Paraguay se cocinó en las oficinas de gobiernos y empresas desde la década del 70, recorre 3.800 kilómetros desde Brasil y la concesión —en disputa actualmente— es sólo sobre el dragado del canal central. La privatización de los más de 30 puertos que son parte del sistema es otro debate, de evasión y hasta con denuncias de narcotráfico.
Pero para discutir ese modelo, para pensar otro modelo, los directores navegan río arriba entre boyas gigantes, grandes barcos abandonados, buques “Panamá” y areneros para llegar desde Zárate a las orillas bonaerenses de Ramallo, Baradero y San Pedro, a Rosario (Santa Fe), a Victoria y Paraná (Entre Ríos) y hasta Resistencia (Chaco). "Aprendí a caminar en las lagunas. Me encanta. La isla, navegar, pescar. El río es todo para mí, el agua es la vida", les dice César Weber, uno de los 20.000 pescadores artesanales que viven en el Delta.
Su voz es una de tantas de los habitantes productores ganaderos, apicultores y hortícolas que viven del río, a pesar de que la profundización del calado (sin control ni estudio de impacto ambiental) derribe costas, seque lagunas internas y tapone los arroyos, que impide la vida que se multiplica en ese ecosistema. Esas consecuencias, que se palpan cotidianas en las historias del documental, no tienen correlato en los funcionarios de las empresa belga Jan de Nul y la nacional Emepa, que tuvieron la concesión de las tareas de mantenimiento del canal central —desde 2021, bajo control de la Administración General de Puertos (AGP) hasta resolverse la nueva licitación—, y decidieron no hablar para el documental.
“El relato que construimos es el del saber popular, de los actores territoriales, los saberes comunitarios, ancestrales que habitan con, por y para el río. Es una mirada que no solo parte desde la mirada de la ecología, de la soberanía popular y de actores del Delta y del Litoral sino que refleja quiénes son los primeros afectados, quiénes deberían estar participando de la toma de decisiones, del debate y que tendrían que tener centralidad en los proyectos que se desarrollen sobre el Paraná”, valora Di Risio.
En cada puerto, los directores entrevistan a especialistas, a integrantes de organizaciones socioambientales como Taller Ecologista y la Multisectorial Humedales, a ingenieros navales, economistas, naturalistas, biólogos, escritores y abogados, entre ellos a Mempo Giardinelli y Jorge Daneri para construir un río polisémico, el río que no solo es mirado desde a Bolsa de Cereales de Rosario y por las cinco grandes cerealera exportadoras que controlan sus puertos. El objetivo es pensar un río que permita discutir desde el modelo productivo, la formación de precios y la vuelta al campo en las localidades de la cuenca —como desafía el economista Sergio Arelovich, asesor de la Federación Aceitera— hasta la relación humana con la naturaleza.
“El agua no solo aparece como posibilitadora de la vida sino que hace posible la cultura litoraleña. Vemos no solo el agua y el río en términos de supervivencia sino también en términos de identidad cultural”, plantea Di Risio y valora sobre el aporte del documental al debate sobre la próxima licitación de la mal llamada “Hidrovía”.
“El documental contiene un mensaje esperanzador a pesar de la correlación de fuerzas. Nuestra esperanza está en la organización de las personas, en las organizaciones socioambientales que pueden construir otro modelo de río y otra correlación de fuerzas de la que nos quieren imponer como única y necesaria, esa del modelo agroexportador y las divisas que nunca llegan a la gente”, remarca.
“Por el Paraná”, realizado con apoyo del Incaa y estrenado en mayo en el cine Gaumont, ya es un bien cultural que navega entre salas y espacios de debate e incluso pueden encontrarse en la plataforma Cine.ar. “La apuesta es que el documental sea una herramienta que acerque identidades que parecen lejanas, pero que se encuentran unidas por luchas y por formas de ver y conectar con el río, con la construcción de un río por y para todas”, plantea el director.
Di Risio marca que el gran debate de fondo es “el modelo que tenemos como sociedad para relacionarnos con la naturaleza y la noción misma de bien común, que hoy está bajo amenaza”. A través del film se pueden “establecer conexiones entre organizaciones e identidades que defienden el río hace décadas”.
Teoría del Derrame, "artivismo" y educación ambiental con los pies en el río
Alejandro Meitin es integrante del colectivo Ala Plástica, coordinador de Casa Río e integrante de Ambiente Asociación Civil y junto a Marcelo Miranda —biólogo e integrante del grupo Ala Plástica y Casa Río— y Rafael Santos (artista fallecido en 2021, a quien está dedicado el documental) pusieron los pies en el barro empetrolado por Shell en enero de 1999. Desde entonces, crearon un inmenso archivo de aquel desastre ambiental: “El derrame en agua dulce más grande de la historia”, repiten varios entrevistados de la Teoría del Derrame, que se proyectará este viernes a las 19 en el Centro Cultural San Martín.
Pero su intervención fue bajo la consigna que guía su trabajo artístico y activista: ¿Quién diseña el territorio? ¿Para quién lo diseña? “Hacemos cartografía con los pies, caminando. Además de lo técnico y científico, hay una aproximación que tiene que ver con la sensibilidad, el cotejo uno a uno con los habitantes, con el medio y con la naturaleza”, explica Meitin y habla ante un grupo grande de jóvenes estudiantes de Magdalena, integrantes del Profesorado de Geografía y Educación Especial “Juana Manso”, de la escuela secundaria 7 “Félix Valenti” y del Colegio Sagrada Familia.
El taller, realizado en 2022 entre los artistas y estudiantes, es el corazón del proyecto documental del director José Meirás —integrante de la Colectiva Magdalena 318—, apoyado en el trabajo cartográfico, fotográfico y audiovisual construido por Ala Plástica durante años de reconstruir lo ocurrido a partir del saber popular, la vivencia local de lo ocurrido. La inquietud de Meirás, que vive en Magdalena, partió también de la producción de una nota periodística escrita en 2018 para un medio local cuando se cumplían 20 años del derrame.
“Me llamó la atención que semejante catástrofe ambiental no fuera recordada a nivel comunitario y que tampoco existieran manifestaciones de la clase política local, desde el Partido Justicialista a la UCR. Uno de los objetivos tenía que ver con activar ese reclamo, actualizar la memoria”, explica Meirás.
El documental se encarga de recorrer la inacción política que el derrame tuvo en materia ambiental. Ni el gobierno nacional ni el de Buenos Aires intervinieron. Las entrevistas con los intendentes Oscar Sibetti (1995-2003), Fernando Carballo (2003-2015) y Gonzalo Peluso (2015-2023) exponen la desidia, las complicidades y las maniobras políticas para demorar la remediación y reparación ambiental.
El Municipio debió litigar solo contra la multinacional petrolera durante todos estos años. El relato del abogado del municipio, Daniel Silva, permite repasar las enseñanzas de la puesta en práctica de la legislación ambiental en un caso de la gravedad de un derrame de tal magnitud. Desde el momento del desastre, se alcanzó una primera sentencia de reparación ambiental económica en la Justicia Federal de La Plata, pero que Shell consiguió revertir en la Corte Suprema.
Desde entonces, con la causa en fuero federal, la imposibilidad y soledad de la Municipalidad de Magdalena de continuar litigando llevó a un acuerdo extrajudicial por diez millones de dólares con Shell. Primero fue cuestionado por inconstitucional, pero el sistema político local lo validó a través del Concejo Deliberante y con una consulta popular no vinculante —un caso único a nivel nacional el de realizar un plebiscito para aprobar un acuerdo con una empresa— que terminó por desactivar el reclamo a nivel social. Sin embargo, hasta la actualidad, la causa judicial continúa demorada por cuestiones burocráticas y el acuerdo nunca fue homologado.
“Se consiguió licencia social para un acuerdo que exime de responsabilidad a la empresa responsable. Todo esto habla más de una ausencia y dilación del Poder Judicial, de ‘no justicia’. En paralelo, a la ausencia total del gobierno nacional como litigante o con intervenciones por vía administrativas, como pueden ser las multas, como también de la Provincia desde el entonces Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible”, repasa Meirás.
El documental retrata la “no justicia”, pero avanza hacia otro horizonte, el de recuperar la acción popular, el permanecer en el reclamo activista. “La comunidad de Magdalena habría crecido mucho más en sus saberes, en su posicionamiento internacional aprovechando esto como una escuela de ciudadanía, de cuadros dirigentes formados en la discusión con grandes corporaciones. Esperando esos diez millones de dólares se perdió la oportunidad de formar a una generación de jóvenes”, analiza Meirás, que la semana pasada recibió la "declaración de interés municipal" del documental y pudo expresar el reclamo ante el Concejo Deliberante, que al día de hoy no reclama el pago del acuerdo.
"El documental retoma la acción en eso. Los talleres con los jóvenes se traducen en salidas al río, en rondas en las que Marcelo Miranda habla del río como corredor biológico y plantas medicinales, en tomas de sonido ambiente que conectan con el entorno natural, en charlas con Osca Molina, un trabajador junquero que explica su labor y es testigo de cómo su actividad y también la pesca artesanal se perdieron tras el derrame, de cómo aún encuentra la veta del petróleo debajo del suelo costero.
“Los jóvenes fueron los más interesados en activar, rememorar lo sucedido, los estudiantes y los docentes que eran jóvenes o niños al momento del derrame. Valoran el documental, valoran el reencuentro con el ecosistema y la diversidad de las especies”, destaca Meirás sobre el impacto en la comunidad del audiovisual, que contó con la realización del Laboratorio Audivisual Comunitario y el apoyo del Observatorio Petrolero Sur (Opsur), entre otras organizaciones.
El film que pasará esta semana por el Finca seguirá rumbo a Ingeniero White, Bahía Blanca, donde este verano hubo derrames petroleros; y seguirá hacia el encuentro de la Red Comunidades Costeras, que reúne asambleas y colectivos ambientales de la ribera del atlántico argentino, que en estos días enfrentan los proyectos de las petroleras offshore frente a Mar del Plata y el proyecto Vaca Muerta Sur en el Golfo de San Matías, en Río Negro.
“Hay un interés de las comunidades organizadas en torno a la explotación petrolera que ven en Magdalena las enseñanzas necesarias para que esto no se repita o que no vuelva a pasar. Entender el derrame no como error, como problema, como accidente, sino como hecho constitutivo, como normalidad de la explotación petrolera y sobre todo en nuestro país, donde no hay agencias ambientales que controlan la actividad con el rigor necesario”, explica Meirás.
"Estamos haciendo esto para que, si vuelve a suceder, estemos más preparados”, dice Miranda en el documental y una estudiante también llama a mantenerse alerta y en movimiento: "Es muy importante, como enseñanza, que no tengamos miedo de expresar la voz. Que no tengamos miedo de que, porque son multinacionales con peso y poder, nos tenemos que callar. Unidos podemos llegar a hacer algo."
Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/el-rio-es-todo-para-mi-el-agua-es-la-vida/ - Imagen de portada: Foto: Prensa "Por el Paraná, la disputa por el río".