Energía

Me gusta encargarme de cortar la leña. Es un trabajo duro, que me tensiona los músculos, pero a la vez de precisión, que me exige concentrarme para dar el golpe en el lugar exacto para partir los trozos del tamaño adecuado y evitar los nudos.

 
Bueno, eso es cuando cortamos una rama grande, pero habitualmente cortamos ramitas. Entonces la tarea consiste en encaramarnos al árbol con la sierra y luego apilarlas. Solo cuando están secas las partimos y muchas veces es con las manos y haciendo palanca con la pierna. No es como con el hacha...
Pero todo esto llega solo después del trabajo intelectual. El de observar el árbol y los árboles de alrededor. El de elegir la rama adecuada que lance la señal a través de las raíces del subsuelo de que hay una agresión y que todo el sistema tiene que hacer un esfuerzo por crecer. El de cortar el trozo que permita penetrar al sol, o todo lo contrario, según toque. El de seleccionar la rama que no debilite al árbol, ni sea una vía de penetración de enfermedades. Esa parte de leer la naturaleza me encanta. De seccionar para que todo crezca más y más fuerte. De regenerar la vida.
Lo que resta por hacer ya es más mecánico: llevar la leña con la carretilla a la cocina, porque para calentarnos ya está el implacable sol y nuestras casas bioclimáticas, o al generador que usamos para sacar agua del pozo cuando no hay viento y para iluminar el baile nocturno los días de fiesta.
Me gusta el ejercicio físico preciso y la mirada cuidadosa y experta sobre nuestros árboles, pero creo que es algo de lo que ya me habría cansado si tuviese que realizarlo en soledad. Si no lo hiciese contigo, que me has enseñado a leer nuestro bosquete, a manejar el hacha. Que con tu conversación silenciosa me acompañas. Que me muestras cómo todo esto describe el uso de energías renovables realmente renovables, esas fabricadas con materiales y energía renovables, que realizan trabajo y producen calor, no solo generan electricidad, que se integran en el funcionamiento de los ecosistemas, que buscan la reproducción de la vida y que están controladas por la comunidad.
Lo que te quiero decir es que te voy a echar de menos, que por más que lo entienda, mi cuerpo se encoge cada vez que pienso que te vas a ir y que tal vez no vuelvas. Que tendré que bailar con otras personas.

Este relato forma parte de la colección “relatos decrecentistas”, escrita por María y Luis González Reyes, ilustrada por Emma Gascó y con la dirección artística de la grabación realizada por Nelo Royner para Perifèries. La experiencia busca ser integradora, pues el relato se puede escuchar, leer o mirar. Además, se acompaña de una pequeña introducción de cómo sería la energía en un contexto decrecentista.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com

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