Jugando con fuego (atómico)
Roke es un tifón. Ha entrado en Japón el 20-21 de septiembre de 2011. Por el centro y el oeste del archipiélago. Su epicentro, señala David Brunat [1], se ubica cerca de la cuarta ciudad japonesa, Nagoya. En la prefectura a la que pertenece, Aichi, las fuerzas lluvias han provocado ya el desbordamiento de varios ríos. A las lluvias torrenciales hay que sumar vientos y un gran oleaje.
Las autoridades han aconsejado a más de un millón de ciudadanos que huyan de sus casas; ochenta mil personas ya han sido evacuadas.
Hay algo más.
El tifón viaja a una velocidad media de 45 km/h, con vientos que superan los 200 km-hora, desde la isla Tanegashima (en el sur de Japón). ¿En qué dirección? Roke viaja hacia el noreste de Japón. Hubiera podido llevar otra dirección. Pero lleva esta. Los meteorólogos japoneses pronostican que cuando toque tierra el tifón sobrevolará Tokio y se dirigirá en línea hacia… efectivamente, hacia Fukushima.
Nada puede asegurarse respecto a la trayectoria final del tifón ni la fuerza con la que, en el supuesto de que los pronósticos se confirmaran, llegaría a la central [2]. Las predicciones científicas no suelen tener esas características. Confiemos que la suerte, la variabilidad de la naturaleza y el lado visible y agradable de la fuerza nos acompañen una vez más.
Pero podría no ser así y el desastre, la hecatombe nuclear del pasado 11 de marzo, uno de los más graves problemas que ha irrumpido en la era de la industrialización humana, podría adquirir una mayor dimensión y verter más elementos tóxicos al mar. Se dirá: son fenómenos naturales, nada humano puede hacerse. Tal vez Roke sea un fenómeno “estrictamente natural”, pero no ha sido natural que la humanidad, su sector hegemónico, sus clases dominantes, hayan apostado por una industria que jugando con el fuego atómico nos puede situar al borde del abismo, en escenarios casi apocalípticos. Si en el lugar donde está ubicado el reactor de Fukushima existiera, pongamos, una planta eólica y el tifón golpease con fuerza, el desastre no podría evitarse pero sus dimensiones serían otras muy distintas. De otra magnitud. Los radiactividad y sus efectos no serían parte del argumento central de esa obra. Jugando con fuego podemos irradiarnos.
En el ojo del huracán estamos y con el principio de precaución arrojado al baúl de los trastos inútiles. El desarrollismo irracional, las cuentas de resultados insaciables y la supuesta “eficacia económica” no pueden ser la Trinidad civilizatoria.
Tepco, la irresponsable propietaria de Fukushima, por boca de su portavoz Naoki Tsunoda, ha declarado en esta ocasión: “Estamos tomando las medidas necesarias para evitarlo” [3]. ¿Qué quieren evitar? Que las lluvias torrenciales –la previsión es de 250 litros por m2- hagan desbordar el agua altamente radiactiva que permanece, que sigue permaneciendo estancada en los edificios de las turbinas de los reactores, provocando, si ese fuera el caso, un vertido tóxico al mar de miles de toneladas o bien su filtrado en los acuíferos subterráneos. Guatemala o guatapeor, no podemos elegir. Se han atado cables y tuberías usadas para inyectar agua a los reactores, se ha fijado el equipamiento, para evitar el desprendimiento de los materiales radiactivos.
¿Podemos estar tranquilos? ¿Alguien puede creer las palabras de un portavoz de Fukushima a estas alturas del desastre?
PS: Hay gobiernos que no aprenden o no quieren aprender. Una información de Gara [4]: El Gobierno polaco está decidido a continuar con su programa nuclear a pesar de la controversia surgida tras el accidente de Fukushima al lanzar una oferta para contratar un proveedor de tecnología para plantas de energía nuclear. La convocatoria se llevará a cabo en el cuarto trimestre de este 2011, ha indicado Marta Lau, portavoz del grupo energético PGE, el responsable del programa nuclear. Polonia no cuenta con ninguna central nuclear actualmente y produce el 94% de su electricidad a partir del carbón. Quiere construir dos plantas de 3.000 MW cada una y poner en macha el primer reactor en 2020.
Nota:
[1] David Brunat,. “El tifón “Roke” obliga a evacuar a más de un millón de japoneses”. Público, 21 de septiembre de 2011, p. 15.
[2] Brunat recuerda que el tifón Talas (100 muertos a principios del mes de septiembre en el oeste de Japón) amenazó también la central nuclear sin provocar finalmente ningún daño.
[3] David Brunat, “Fukushima intenta protegerse de la furia del huracán”. Público, 22 de septiembre de 2011, p. 13.