Transición a un cambio global
Paco Puche
Llegados a este punto, está claro que la situación es grave y urgente, aún cuando muchos de los habitantes de los países enriquecidos solo pensemos en el carpe diem. Estamos en tiempos anormales. ¿Pero hay posibilidades de cambio urgente y profundo? Esta pregunta resulta curiosa porque imaginamos mejor el Apocalipsis que cualquier cambio sustantivo en nuestra formas de vida, o en el cambio de sistema. Cuando decimos, aceptando la situación, que no hay nada que hacer caemos en la anterior contradicción. Pero hay mucho que hacer.
Veamos algunos fundamentos o historias de esperanza:
▪ Somos seres vivos, por tanto hechos para mantener y perpetuar la vida. Tenemos un saber vital y genético que nos empuja a ello. Basta con escucharnos.
▪ Somos seres ecosistémicos. Estamos vinculados de forma inevitable al resto de los seres vivos y a la materia inerte, con los que hemos co-evolucionado y de los que dependemos. Tenemos un saber intuitivo. Basta con quedarnos un día sin agua para refrescar esta memoria.
▪ Somos seres sociales desde que nacemos, y lo seguimos siendo en el lenguaje, en el trabajo y en el amor. Tenemos un saber cooperativo. Basta con estar atento y dejarse acariciar.
▪ Somos seres éticos. Nos preguntamos por lo que es bueno y malo. Tenemos un saber benefactor. Basta con dejar operar a las neuronas “espejo”.
▪ Somos seres políticos. Tendemos a ocuparnos del bien común. Es el saber democrático. Bastaría con propiciar la democracia en todos los ámbitos.
▪ Somos seres resilientes. Nos adaptamos con relativa facilidad al medio. Es el saber indígena y campesino. Bastaría con proteger estas sociedades y sus saberes y tomar buena nota.
▪ Somos seres racionales y observadores. Podemos usar la lógica y la experiencia. Es el saber científico. Basta con tomarlo modestamente, no como una religión. Según Damasio, la razón pura no existe, entraña siempre sentimiento ( Morín)
▪ Somos seres vinculados, tendemos a sintetizar y a ver las totalidades que habitan el mundo. Es saber holístico, un saber complejo (complexus, voz latina que quiere decir ‘lo que está tejido conjuntamente’). Basta con indagar las pautas que conectan.
▪ Somos seres curiosos, queremos ir más allá de lo ya indagado. Es el saber consiliente, que es un saber poético.
Bastaría con tratar de juntar los distintos saberes. “Si crear es básicamente descubrir nuevas metáforas, se fortalece ese papel fundante de la‘poética de la vinculación’, y se perfila a la vez un lugar de privilegio para la poesía dentro de los sistemas de conocimiento humano” (Riechmann)
Claro está que no podemos olvidar que somos también seres demens y stultus (dementes y tontos), por lo que la tragedia se esconde detrás de cada esquina y que – y esto es lo peor- somos la única especie con capacidad autodestructiva ¡ay! y esto sólo desde hace menos de setenta años. Por eso estamos como estamos.
Con todo este acervo existe mucha esperanza, a pesar del panorama descrito.
E. Morín dice que el primer principio de esperanza es lo improbable, porque debajo del pesimismo que de la crisis global se puede inducir, tenemos todos estos saberes que pueden dar la sorpresa. Porque son saberes vitales.
El segundo principio proviene de las potencialidades humanas aún no actualizadas (Einstein decía que sólo utilizamos el 15%), y el tercero proviene de nuestras posibilidades de metamorfosis.
Hablar de metamorfosis es usar la metáfora del gusano de seda: se necesita una cierta autodestrucción para al mismo tiempo llevar a cabo una autocreación. Dice Morin “que cuando un sistema no acierta a tratar sus problemas vitales o bien se desintegra o bien logra metamorfosearse en un meta-sistema más rico, más complejo (…) cuando más nos aproximamos a una catástrofe, más nos acercamos a una posible metamorfosis (…) esta idea se ha vuelto saludable, acaso la más importante en lo sucesivo”.
Por eso lo que no resulta posible en tiempos “normales” lo es en los excepcionales, como ocurrió en EEUU durante la segunda guerra mundial. Mike Davis nos cuenta que “en 1943, en el jardín de la Victoria, en lo que habían sido los jardines de la Casa Blanca, crecían judías y zanahorias y Eleanor Roosvelt junto a 20 millones de “jardineros de la victoria” más producían entre el 30 y el 40% de las verduras y hortalizas del país (…) en el experimento ecologistas más importante y ampliamente participativo de la historia de los EEUU” (Riechmann)
Si otro mundo es posible este será “el de una democracia solar participativa e incluyente, una tecnología que imite los pulsos de la naturaleza, un conocimiento holístico donde pensar y sentir sean las dos caras de la misma esfera, un sentido de equidad que incluya a los demás seres vivos y, en fin, una sociedad sustentable dominada por formas de vida orgánicas. Estamos ante una tarea descomunal y urgente” ( Toledo)
Quién tiene un por qué vivir, encuentra siempre un cómo, dejó dicho Víktor Frankl, que sobrevivió a cuatro campos de exterminio.