"La arrogancia y la ignorancia" de los diseñadores causaron el desastre de Fukushima



Los defectos de diseño previos a la construcción de la central nuclear de Fukushima, así como varios fallos de regulación y el análisis erróneo de los riesgos ligados a las particularidades del terreno, fueron las verdaderas causas del desastre nuclear provocado por el devastador tsunami del 2011 en Japón.
Los generadores diésel de apoyo encargados de la refrigeración de la central nuclear de Fukushima estaban instalados en áreas bajas, solo a 10 y 13 metros sobre el nivel del mar, con el riesgo de daños por tsunami hipotético que ello conlleva, a pesar de las múltiples advertencias de las autoridades japonesas y las noticias previas al desastre, reza el estudio del profesor de ingeniería civil y ambiental en la Universidad del Sur de California Costas Synolakis, publicado en la revista 'Philosophical Transactions' de la Royal Society de Londres.
El investigador explicó que la mayoría de los estudios dedicados a Fukushima se centran en las consecuencias de la tragedia, mientras que el propio Synolakis llevó a cabo un análisis profundo de informes previos al tsunami y concluyó que "los problemas de diseño que llevaron al desastre deberían haberse tratado mucho antes del terremoto". El experto afirma que el accidente tuvo lugar a causa de un "torrente de fracasos industriales, regulatorios y de ingeniería".
22 de los 33 generadores de apoyo necesarios para mantener el enfriamiento de la planta en caso de pérdida de suministro eléctrico fueron destruidos por el tsunami. Los reactores de Fukushima se fundieron al no poder enfriarse después de que 31 de 33 líneas de energía se desactivaran completamente. Actualmente, más de cuatro años después del desastre, las autoridades japonesas no han determinado aún qué hacer con los miles de toneladas de basura radiactiva de la central nuclear averiada y están almacenándola provisionalmente en la propia planta en precarias condiciones.
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La mayoría del uranio del reactor 2 de Fukushima se fundió, según un análisis
Tokio,(EFE).- La mayor parte del combustible del reactor 2 de la central de Fukushima se fundió a raíz del accidente ocurrido hace más de cuatro años, lo que podría dificultar aun más su retirada, según los resultados de un nuevo estudio desvelado hoy.
Los autores del análisis sostienen que entre el 70 y el 100 por cien del dióxido de uranio en el interior de la unidad se derritió y perforó las vasijas que lo aislan a raíz de que un terremoto de 9 grados Richter y un tsunami posterior golpearan la central el 11 de marzo de 2011.
Los dispositivos utilizados en este estudio realizado por la Universidad de Nagoya detectan la presencia en el aire de muones, los cuales se generan cuando partículas subatómicas procedentes del espacio exterior entran en contacto con la atmósfera terrestre.
Esta tecnología permite generar imágenes del interior de los reactores similares a una radiografía en la que se ve cómo los muones modifican su trayectoria cuando tocan el combustible.
Para la conclusión del análisis se han comparado estas imágenes con las obtenidas del reactor 5, donde el combustible no se fundió al no haber estado activado.
Sin embargo, el equipo admite que los datos relativos a la base de la vasija de presión, en cuyo interior se alojan las barras de dióxido de uranio, resultan menos precisos con esta tecnología.
La base de la vasija es donde se deposita parte del combustible al fundirse.
Kunihiro Morishima, uno de los principales responsables de la investigación, explicó en declaraciones a la agencia Kyodo que serán necesarios más estudios adicionales pero que espera que los datos arrojados contribuyan a la retirada del combustible.
Esta es sin duda la operación más delicada dentro del largo y complejo proceso de desmantelamiento de la central, que durará entre tres y cuatro décadas.
Con el empleo de esta tecnología ya se obtuvieron datos similares sobre el interior del reactor 1, otra de las tres unidades en las que se produjo una fusión parcial o total del combustible.
Queda por analizar el estado en que se encuentra el interior del reactor 3, que funcionaba con MOX, un combustible que combina uranio y plutonio, lo que lo hace aún más tóxico y peligroso.


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