Indígenas resisten “espíritu del mal” de hidroeléctrica brasileña
“El río es como nuestra madre. (De él) nos alimentamos y sacamos el pescado. Uno tiene a su madre que lo alimenta con su leche materna, y lo mismo ocurre con el río”, explica Delsiano Saw, maestro de la aldea Sawré Muybu, ubicada entre los municipios de Itaituba y Trairao, en el norteño estado de Pará.
“Va a llenar el río, y los animales, los peces se acabarán. Las plantas que los peces comen, las tortugas, se acabarán también. Todo desaparecerá cuando hagan esa inundación de la hidroeléctrica”, advierte a IPS. Con un embalse de 722 kilómetros cuadrados y una caída de 35,9 metros, la hidroeléctrica inundaría un área de 330 kilómetros cuadrados, entre otros de esta aldea de 178 habitantes.
Según los planes del gobierno, “Sao Luiz Tapajós” tendría un potencial de 8.040 megavatios y sería la principal de un complejo de siete centrales hidroeléctricas, que se proyectan en esta cuenca hidrográfica para 2024.
Pero la licitación de la obra, calculada en unos 7.700 millones de dólares, fue postergada una vez más, por cuestionamientos al proceso del permiso ambiental.
“El efecto acumulativo es inconmensurable. Especialistas del área ambiental muestran que esto generaría la muerte de un río. Ningún río sobreviviría a un complejo de siete represas”, señala Mauricio Torres, sociólogo de Universidad Federal del Oeste de Pará (Ufopa), al ser consultado por IPS.
El río Tapajós, que desemboca en el Amazonas, recorre 871 kilómetros en una de las zonas más preservadas de la selva subtropical húmeda, donde el gobierno redujo áreas protegidas para construir estas hidroeléctricas, prohibidas en unidades de conservación.
Allí viven 12.000 indígenas mundurukú y 2.500 habitantes ribereños que resisten al “megaproyecto”, otra palabra que en este caso los mundurukú sí incorporaron de la lengua brasileña, el portugués, para utilizar en sus reiteradas protestas.
Los mundurukú son históricamente un pueblo guerrero, y aunque cotidianamente incorporaron costumbres brasileñas, se pintan la cara cuando tienen que ir a las grandes ciudades a expresar su resistencia al proyecto.
El cacique Juarez Saw denuncia que no fueron consultados, como obliga el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, ratificado por Brasil.
El proceso de legalización de esas tierras indígenas fue interrumpido.
“No vamos a salir de esta tierra. Existe una ley que dice que uno no puede ser trasladado a menos que haya una enfermedad que esté matando a los pueblos indígenas”, advierte a IPS.
La aldea está en un lugar sagrado para los mundurukú. Aquí, según cuenta su historia, fue donde nacieron y fueron enterrados sus antepasados.
“Es algo que nos va a perjudicar, no solo al pueblo mundurukú que vive hace tantos años a lo largo del río Tapajós, sino a la selva, al río. Es algo que duele en el corazón”, agrega el chamán, Fabiano Karo.
La entrevista transcurre en la choza ceremonial donde el sacerdote cura “males del cuerpo y del espíritu”, para los cuales teme quedarse sin antídotos cuando el agua avance sobre la aldea y extinga, entre otras, sus hierbas curadoras.
Estudiosos de esta cuenca hidrográfica, alertan que la inundación provocaría una pérdida significativa de la cobertura vegetal, además de la emisión de gases de efecto invernadero, por la descomposición de plantas y árboles bajo el agua.
La cuenca alberga una rica diversidad de ecosistemas, con especies únicas de plantas, aves, peces y mamíferos, muchas en extinción.
“Hay un impacto muy grande, especialmente en la fauna acuática, porque muchos peces amazónicos tienen ciclos reproductivos con migraciones de las partes bajas a las partes altas de los ríos”, explica el ecólgo Ricardo Scuole, de Ufopa, en diálogo con IPS.
“Grandes estructuras como diques y barreras artificiales, generalmente dificultan, si no impiden, la inmigración reproductiva de estas especies”, acota.
La aldea tiene unas 300 hectáreas y se estima que la central hidroeléctrica la reducirá a una isla.
María Parawá, no sabe cuántos años tiene, pero no tiene dudas de que todos los vivió junto al río.
“Tengo miedo a la inundación porque no sé a dónde ir. Tengo muchos hijos y nietos que criar y no sé cómo los mantendré”, dice Parawá, a quien IPS entrevistó con la ayuda de un traductor porque, como muchas mujeres de la aldea, no habla portugués.
A pocas horas de Sawré Muybu, está Pimental, un pueblo de unos 800 habitantes, a orillas del río Tapajós, que vive de la labranza y de la pesca artesanal.
En sus calles, resuenan los pasos de los inmigrantes nordestinos, quienes a fines del siglo XIX poblaron esta región, durante la época dorada de la extracción del caucho.
Pimental podría desaparecer del mapa, literalmente, con la inundación de la represa.
“Con el impacto del embalse toda nuestra historia puede irse agua abajo”, lamenta Ailton Nogueira, presidente de la Asociación de Vecinos de Pimental.
El consorcio que construiría la central hidroeléctrica, encabezado por la Empresa Brasileña de Electricidad, ofreció trasladar a sus habitantes a 20 kilómetros de distancia.
Pero como para los mundurukú, el río y la pesca representan “un saber patrimonial” para estos pueblos, según el sociólogo Mauricio Torres.
“Es un saber construido durante milenios pasando de generación en generación. Un saber que tiene por lo menos 10.000 años. Cuando se represa un río y se transforma en un lago, se está vertiginosamente transformando ese medio e invalidando ese saber patrimonial responsable de la sobrevivencia de esa región”, argumenta a IPS.
Las hidroeléctricas de Tapajós son estratégicas para el gobierno porque abastecerían de energía a la región del Centro-Oeste y Sudeste, la más rica e industrializada de Brasil.
“Son una necesidad para el país. Sino de aquí en adelante tendremos un apagón”, justifica José de Lima, director de Planificación del municipio de Santarém, en Pará.
Pero el “Movimiento Tapajós Vivo”, presidido por el sacerdote católico Edilberto Sena, cuestiona la necesidad de energía.
“¿Por qué tantas hidroeléctricas en el río Tapajós? Es la gran pregunta, porque nosotros no las necesitamos. Son las grandes compañías mineras las que necesitan esta energía, son los mercados de São Paulo y de Río de Janeiro que la necesitan”, asegura a IPS.
Cae la tarde en Sawré Muybu y las familias se reúnen en el “igarapé”, como llaman al arroyo. Entre baño y baño, las mujeres lavan ropa y utensilios domésticos.
Desde niños, los varones aprenden a pescar, a cazar y a proveer de agua a su aldea. Para la comunidad, el líquido vital es de donde surge la vida.
Y “nadie tiene derecho a cambiar” el curso de la vida, dice el chamán Karo.
Editado por Verónica Firme
Foto: Niña de la aldea indígena Sawré Muybu en el curso medio del río Tapajós, entre los municipios de Itaituba y Trairao, estado de Pará, Brasil. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS.