El histriónico acuerdo de la Cumbre del Clima de París y el absurdo editorial de "El País"
Ante todo, que parezca que los gobiernos hacen algo para luchar contra el cambio climático. Porque lo primero es preservar las buenas intenciones de los gobernantes, alimentar la idea de que son gente preocupada por el medio ambiente y el bienestar de las personas. Así que ahí tenemos las ridículas fotos en las portadas, con los mandatarios cogidos de la mano y levantando los brazos. Y los titulares eufóricos sobre un acuerdo que no debería llamarse histórico sino histriónico, porque si algo ha dado un salto cualitativo aquí es la teatralidad de los gobiernos. Un ejemplo ilustrativo de todo esto, con sus grotescas contradicciones internas, es el editorial del diario El País sobre el acuerdo (1)
El título del editorial es "Salto decisivo", el subtítulo "La cumbre de París logra un acuerdo histórico contra el cambio climático", y así casi la mitad del texto abunda en esa visión del acuerdo, tan optimista como irreal, "paso decisivo" "acuerdo universal vinculante" "gran salto respecto del protocolo de Kyoto", "nuevo escenario", "mensaje claro a los agentes económicos", "el acuerdo debe ser celebrado como un hito". Hasta aquí, como mucho, es lo que leerán la mayoría de los lectores que reparen en el editorial. Pero si seguimos veremos que el propio editorial contradice su propio título de manera flagrante. La primera "lectura crítica" del acuerdo, siempre según el editorial, es la "falta de concreción en la reducción de las emisiones" y el hecho de que el acuerdo es vinculante "excepto en los objetivos de emisión de gases invernadero". Nada, un pequeño detalle, al fin y al cabo esos gases sólo son la causa principal del calentamiento global.
Por tanto, la reducción de gases invernadero es voluntaria, esto es, sometida a la buena voluntad de los gobiernos, algo que sin duda tranquilizará a todo el mundo. Pero ni siquiera esa voluntad declarada llega al objetivo de que la temperatura no aumente más de 2 grados, pues "con las reducciones comprometidas hasta ahora, la temperatura global podría subir a final de siglo entre 2,7 y 3,7ºC, lo que tendría efectos catastróficos". ¡Maravilloso acuerdo!
Más compromisos serios, crear un "fondo verde" para "ayudar" a que los países empobrecidos (típicamente llamados "en vías de desarrollo") se unan a la causa. En este sentido, los países "con capacidad" deben aportar "por lo menos 100.000 millones de dólares a partir de 2020". Pero si tenemos en cuenta que, según la ONU, hace falta aumentar en 267.000 millones de dólares anuales la inversión para acabar con el hambre en el mundo (2), ¿alguien en su sano juicio puede creer que vaya a aportarse algo significativo contra el cambio climático? Y por supuesto "ha quedado pendiente concretar cuánto debe aportar cada uno", sin duda para no poner límites a la generosidad de los países.
Por último, otra de las radicales "novedades" que comenta el editorial, el acuerdo para compensar por "pérdidas y daños" provocados por el cambio climático. Bien, por fin se ponen duros en algo, salvo por el pequeño detalle de que "se excluye cualquier reclamación de responsabilidades a los países industrializados por lo que han contaminado". No se puede decir que no sea novedoso, un acuerdo para combatir un crimen que castiga a todo el mundo menos a los criminales.
Ahora podemos comparar las otras expresiones que aparecen en el editorial y que contrastan con las que enumeré más arriba:
"falta de concreción", "voluntariamente", "flexibilidad en su aplicación", "compromiso", "ha quedado pendiente concretar", "excluye cualquier reclamación de responsabilidades".
En la clausura del encuentro, tras quedar todos satisfechos por haberse conocido, el anfitrión Hollande recordó que "siempre podrán decir que el 12 de diciembre de 2015 estaban en París (...) y podrán sentirse orgullosos ante sus hijos y sus nietos" (3). Las generaciones venideras le tomarán la palabra.
Notas: