Del Sahara a Canadá, la industria minera y petrolera priva a las poblaciones de un bien vital, el agua

Olivier Petitjean
Basta!


Algunos querrían mantenernos en el siglo XIX y no solo en el ámbito del derecho laboral: la propuesta de abrir nuevas minas o de autorizar la fractura hidráulica en Francia es producto de la misma lógica de regresión social y medioambiental en nombre del beneficio de algunos. Un nuevo informe publicado hoy [30 de mayo de 2016] por nuestro Observatoire des multinationales [Observatorio de las Multinacionales] con el apoyo de France Libertés saca a la luz el peligro que representan para este bien vital que es el agua las minas y los sondeos petroleros o de gas, a los que ya se había acusado de contribuir al desajuste climático.


En los países andinos los campesinos y los indígenas luchas contra los megaproyectos mineros en la cima de sus montañas. En Australia se establece una alianza muy poco habitual entre agricultores y ecologistas contra la explotación del «gas de esquisto» que necesita recurrir a la fractura hidráulica. En Brasil y Canadá los residentes locales y las autoridades acusan de incuria a las empresas mineras tras la ruptura de embalses mineros que contenían aguas residuales tóxicas. En Argelia la población del sur del Sáhara se rebela contra la llegada del gas de esquisto. También en Francia varios colectivos ciudadanos denuncian unos proyectos de nuevas minas, aunque a día de hoy las antiguas minas abandonadas siguen contaminando su entorno. Todas estas luchas tienen un punto en común: el agua.
Algunos querrían mantenernos en el siglo XIX o hacernos volver a él y no solo en el ámbito del derecho laboral, también en el dominio de las «industrias extractivas». Desde la década de 2000 el planeta ha conocido una verdadera explosión de nuevas minas y nuevos sondeos petroleros y de gas bajo el efecto del crecimiento de China y de los países emergentes, pero también de la demanda de economías supuestamente «inmateriales» (basadas en las tecnologías de la comunicación y de la información) que son, sobre todo, cada vez más consumistas y no igualitarias. Basta con pensar en los minerales y la energía necesarios para producir y utilizar los smartphones y las redes sociales. Y en la propia Francia muchos industriales y políticos defienden en nombre del crecimiento la apertura de nuevas minas o el desarrollo del gas de esquisto.
Sin embargo, tras los complacientes discursos «responsables» de las empresas, la realidad de las minas y del petróleo a menudo sigue presentando la misma cara que en una época que nos gustaría creer superada: una realidad de inseguridad y de contaminación que afecta tanto a los trabajadores como a las personas que viven en el lugar, una realidad de violencia y de conflictos sociales, de connivencia política y de millones de dólares o de euros que se acumulan en las sedes sociales de las multinacionales en París, Londres, Nueva York o Toronto.
Amenazas a un bien vital
El informe Eau et industries extractives : la responsabilité des multinationales [Agua e industrias extractivas: la responsabilidad de las multinacionales] publicado por el Observatoire des multinationales con el apoyo de France Libertés estudia uno de los impactos de las industrias extractivas: su impacto sobre el agua. Las no siempre bien conocidas consecuencias directas e indirectas de las minas y de los sondeos sobre los recursos en agua no dejan de revestir una importancia capital puesto que el agua es esencial para la vida y la salud de las poblaciones, al igual que para la integridad de los ecosistemas, y puesto que las repercusiones de las explotaciones extractivas se pueden sentir durante mucho tiempo. Por esa razón, desde el Sáhara argelino a las montañas andinas la cuestión del agua suele ser el centro de las protestas contra los proyectos mineros o de sondeos de hidrocarburos.
Este informe es producto de un trabajo de investigación de varios meses, basado sobre todo en informes sobre el terreno concernientes a proyectos extractivos, realizados sobre todo por multinacionales francesas, y los conflictos que suscita desde Australia a Colombia, pasando por Túnez, México, Estados Unidos, Canadá e incluso Francia. Saca a la luz las múltiples maneras en las que el sector extractivo (minas, petróleo y gas) afecta a los recursos de agua, así como la falta de adecuación de las reglamentaciones vigentes, la falta de conocimientos científicos y la inconsistencia de las respuestas aportadas por las empresas concernidas. 
La contaminación empeora
El impacto que las industrias extractivas tiene sobre el agua no tiende a atenuarse gracias a una «modernización» de las técnicas, todo lo contrario. Los recientes avances en el sector extractivo, como los hidrocarburos no convencionales (gas de esquisto, arenas bituminosas…), presentan unos riesgos significativamente mayores para los recursos de agua. Lo mismo ocurre con los proyectos mineros en zonas cada vez más recónditas, como las cumbres de las montañas andinas, o que implican triturar y tratar cada vez más cantidad de roca para explotar unos filones cada vez más modestos. Existe el riesgo de que la crisis por la que atraviesa actualmente todo el sector extractivo sirva de pretexto para recortar aún más en muchos países las regulaciones sociales y medioambientales, que ya está muy debilitadas.
En un momento en que el gobierno francés y los industriales planean abrir nuevas minas en la Francia metropolitana y en que algunas personas defienden el desarrollo del gas de esquisto en Europa, esta constatación debería servirnos de advertencia, tanto más cuanto que parece que no se han aprendido bien las lecciones del pasado. Entre otros muchos, el ejemplo de Salsigne* en la región francesa de Aude demuestra que los antiguos emplazamientos mineros franceses siguen contaminando todavía hoy el agua y el medioambiente. Sin embargo, la reforma en curso del Código Minero, de la que es responsable el ministerio de Economía y Finanzas de Emmanuel Macron, ignora olímpicamente estos retos. A pesar de ello, es imperativo abrir el debate.

* Salsigne fue la principal mina de oro de Francia, cerrada en 2004 tras un siglo de explotación, y la primera mina de arsénico del mundo. La contaminación del agua debido al arsénico es altísima en toda la región. Véase “A Salsigne, un siècle d’extraction d’or, dix millénaires de pollution ?” (N. de la t.)
Fuente: http://www.bastamag.net/De-la-loi-travail-aux-mines-le-XIXe-siecle-toujours-parmi-nous - Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos

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