Una conciencia feliz
¿Se puede realmente diferenciar entre los medios de comunicación de masas como instrumentos de información y diversión, y como medios de manipulación y adoctrinamiento?. ¿Entre el automóvil como molestia y como conveniencia?. ¿Entre los horrores y las comodidades de la arquitectura funcional?. ¿Entre el trabajo para la defensa nacional y el trabajo para la ganancia de las empresas?...
Nos encontramos ante unos de los aspectos más perturbadores de la civilización industrial avanzada: el carácter racional de su irracionalidad. Su productividad y su eficiencia, su capacidad de incrementar y difundir comodidades, de convertir lo superfluo en necesidad y la destrucción en construcción, el grado en que esta civilización transforma el mundo-objeto en extensión de la mente y el cuerpo del hombre hace cuestionable hasta la noción misma de alienación. La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina. El mecanismo que une el individuo a su sociedad ha cambiado, y el control social se ha incrustado en las nuevas necesidades que ha producido.”
“La conciencia feliz – o sea, la creencia de que lo real es racional y el sistema social establecido produce los bienes -, refleja un nuevo conformismo que se presenta como una faceta de la racionalidad tecnológica y se traduce en una forma de conducta social.
... Del mismo modo, la destrucción de los recursos naturales y la proliferación del despilfarro es una prueba de su opulencia y de los ‘altos niveles de bienestar’.
¡La comunidad está demasiado satisfecha para preocuparse!”
Herbert Marcuse. El hombre unidimensional. Imagen: www.elmostrador.cl
“Sólo gracias a aquéllos sin esperanza nos es dada la esperanza” (Walter Benjamin)