Desintoxicación digital
Debido a que cada vez más acciones sociales se pueden concretar por medio de Internet, los dispositivos inteligentes se convirtieron en una extensión más del cuerpo humano para muchas personas, por lo que no consideran siquiera la posibilidad de apagarlos, tanto como nadie piensa en quitarse una mano o quedar sordo.
Alejandro Cánepa
Acceder a internet a través un celular o de otro dispositivo parece haberse convertido en algo tan vital como el oxígeno y el agua, aunque no lo sea. Sin rechazar las obvias ventajas que aporta la conexión al mundo digital y las aplicaciones en teléfonos móviles, tabletas y computadoras, también conviven problemas crecientes por esta penetración en la vida cotidiana de vibraciones, ringtones, chequeo de mensajes y vagabundeo por redes sociales. Distintas organizaciones de todo el mundo comienzan a desarrollar iniciativas de “desintoxicación” virtual para recuperar espacios y actividades personales, sociales y tangibles.
“Reboot estableció el Día Nacional de la Desconexión porque reconocimos que había mucha gente cansada de estar siempre conectada a algo. La expectativa de que cada uno de nosotros esté siempre ubicable, que tengas que responder de inmediato, ya sea con mensajes de texto, correos electrónicos o llamadas telefónicas, ha creado una sociedad que vive al límite y que está abrumada, a la vez que se desconecta de aquellos que verdaderamente nos rodean”, dice a Tercer Sector, Tanya Schevitz.
El Día Nacional de la Desconexión es el 3 de marzo y lo que se busca es no estar conectado a internet o responder mensajes de texto al menos por esa jornada, algo que, dado el ritmo actual, para algunos parece imposible. “Lo que proponemos es que la gente se tome pausas y que establezca momentos de dejar de lado el celular, sea para compartir la cena familiar, una caminata o cualquier actividad que nos reconecte con el entorno”, explica Schevitz.
Pese a (o quizá justamente por) el extendido uso de las redes sociales, servicios de mensajería instantánea como Whatsapp, otras aplicaciones o navegación errática por la web, la demanda por tener algún tipo de respiro de ese vértigo crece día a día. “Escuchamos cada vez más gente necesitada de desconectarse de lo digital un tiempo. Tuvimos en tres años casi 300 mil visitas a nuestro sitio, de personas de países tan diferentes como Estados Unidos, Bután, Argentina o Kazajistán”, describe Schevitz.
Acceder a internet a través un celular o de otro dispositivo parece haberse convertido en algo tan vital como el oxígeno y el agua, aunque no lo sea. Sin rechazar las obvias ventajas que aporta la conexión al mundo digital y las aplicaciones en teléfonos móviles, tabletas y computadoras, también conviven problemas crecientes por esta penetración en la vida cotidiana de vibraciones, ringtones, chequeo de mensajes y vagabundeo por redes sociales. Distintas organizaciones de todo el mundo comienzan a desarrollar iniciativas de “desintoxicación” virtual para recuperar espacios y actividades personales, sociales y tangibles.
“Reboot estableció el Día Nacional de la Desconexión porque reconocimos que había mucha gente cansada de estar siempre conectada a algo. La expectativa de que cada uno de nosotros esté siempre ubicable, que tengas que responder de inmediato, ya sea con mensajes de texto, correos electrónicos o llamadas telefónicas, ha creado una sociedad que vive al límite y que está abrumada, a la vez que se desconecta de aquellos que verdaderamente nos rodean”, dice a Tercer Sector, Tanya Schevitz.
El Día Nacional de la Desconexión es el 3 de marzo y lo que se busca es no estar conectado a internet o responder mensajes de texto al menos por esa jornada, algo que, dado el ritmo actual, para algunos parece imposible. “Lo que proponemos es que la gente se tome pausas y que establezca momentos de dejar de lado el celular, sea para compartir la cena familiar, una caminata o cualquier actividad que nos reconecte con el entorno”, explica Schevitz.
Pese a (o quizá justamente por) el extendido uso de las redes sociales, servicios de mensajería instantánea como Whatsapp, otras aplicaciones o navegación errática por la web, la demanda por tener algún tipo de respiro de ese vértigo crece día a día. “Escuchamos cada vez más gente necesitada de desconectarse de lo digital un tiempo. Tuvimos en tres años casi 300 mil visitas a nuestro sitio, de personas de países tan diferentes como Estados Unidos, Bután, Argentina o Kazajistán”, describe Schevitz.
Esa necesidad de aliviarse de la sobrecarga de conexión no reconoce fronteras. Si en India existe el Service for Healthy Use of Technology (Shut), dependiente de la Clínica Nihmans y con sede en la ciudad de Bangalore, en España el sector público comienza a dar señales de responder a los problemas de salud creados por el uso descontrolado de las redes. Así, el Ayuntamiento del municipio de Móstoles, en articulación con la Fundación Omega, creó el Servicio Nacional de Prevención de Adicciones a las Nuevas Tecnologías (Spant). Y Koperkik, una OSC radicada en Indonesia, realiza jornadas de “digital detox”, mediante las cuales recauda fondos que a su vez deriva para sus proyectos de soluciones tecnológicas simples en zonas rurales de Siria.
En España también existe el Programa Desconecta, una iniciativa privada, creada por el psicólogo Marc Masip. “Somos una organización que cubre una necesidad social: ayudar a la sociedad a hacer un buen uso del teléfono móvil y las redes sociales. En el caso de quienes tienen una adicción, se genera falta de autoestima, dificultad para relacionarse con los demás, pocas herramientas interpersonales, conflictos familiares y bajo rendimiento laboral/académico”, dice el fundador de Desconecta.
El programa busca anticiparse a los estragos causados por la hiperconectividad.
El problema no necesariamente afecta en exclusiva a adolescentes. Schevitz, recuerda: “En una ocasión fui a dar una charla a una escuela de San Francisco, en Estados Unidos, pensando en hablarle a los chicos de sus adicciones a la tecnología y me sorprendieron cuando me contaron cómo les dolía que sus padres los ignoraran por estar usando sus dispositivos. Los chicos intentaban hablarles y no les respondían”.
“Es realmente muy importante que la gente tome control de la tecnología y no que la tecnología la controle a ella. Mucha gente ha perdido el equilibrio en esa relación. Y lo más importante es que mucha gente pierde el foco”
En España también existe el Programa Desconecta, una iniciativa privada, creada por el psicólogo Marc Masip. “Somos una organización que cubre una necesidad social: ayudar a la sociedad a hacer un buen uso del teléfono móvil y las redes sociales. En el caso de quienes tienen una adicción, se genera falta de autoestima, dificultad para relacionarse con los demás, pocas herramientas interpersonales, conflictos familiares y bajo rendimiento laboral/académico”, dice el fundador de Desconecta.
El programa busca anticiparse a los estragos causados por la hiperconectividad.
El problema no necesariamente afecta en exclusiva a adolescentes. Schevitz, recuerda: “En una ocasión fui a dar una charla a una escuela de San Francisco, en Estados Unidos, pensando en hablarle a los chicos de sus adicciones a la tecnología y me sorprendieron cuando me contaron cómo les dolía que sus padres los ignoraran por estar usando sus dispositivos. Los chicos intentaban hablarles y no les respondían”.
“Es realmente muy importante que la gente tome control de la tecnología y no que la tecnología la controle a ella. Mucha gente ha perdido el equilibrio en esa relación. Y lo más importante es que mucha gente pierde el foco”
“Internet es como el
automóvil: uno no se puede pasar la vida en internet como no se puede
pasar la vida en un automóvil”. (Umberto Eco)
Fuente: http://www.tercersector.org.ar/noticias-info.php?id=1902 - Foto BBC