El legado indígena. De cómo los indios americanos transformaron el mundo.

Dicen que la historia la escriben los vencedores. Los relatos del pasado que han llegado hasta nosotros tienen casi siempre el sesgo de los narradores de los ejércitos victoriosos, de los imperios conformados sobre las ruinas de antiguos pueblos derrotados o de añejas civilizaciones sin tiempo a esbozar su palabra en el tiempo.

Eso es lo que propuso revertir el antropólogo Jack Weatherford con el libro que lleva como título el de éste texto.Y de paso le planteó un reto fascinante a los lectores e investigadores al hacer hincapié en aspectos de estudio hasta ahora inamovibles. Con esta obra, Weatherford indaga en el legado de los pueblos precolombinos y deja al descubierto todo aquello que había sido silenciado por la historiografía clásica. En un primer momento, el antropólogo esboza las líneas históricas conocidas de la conquista americana por parte de los europeos, como es el surgimiento del capitalismo monetario gracias a las ingentes cantidades de plata de las minas de Potosí, arribadas a Europa como punto de partida de la primigenia acumulación de capital. La posterior creación de las sociedades anónimas, junto al uso de mano de obra esclava, darían el impulso definitivo al proceso de industrialización iniciado en el siglo XVIII. Sin el descubrimiento de América por parte de los conquistadores del Viejo Mundo todo este proceso no hubiera tenido lugar, afirmación esta que no tiene nada de novedosa pero que sirve a Weatherford para recordar las verdades de un expolio que dio alas a los expoliadores y que silenció durante siglos los avances técnicos, alimentarios, médicos y políticos de los expoliados.
Es imposible comprender el crecimiento demográfico y tecnológico de Europa sin los conocimientos de los pueblos americanos. La popularización de la papa, por ejemplo, consiguió la detención de las hambrunas que periódicamente asolaban el Viejo Mundo, llegando a conseguir que su población se sextuplicara de 1650 a 1950 (de 100 millones de personas a 600). Por otra parte, el uso del maíz como alimento de animales, como cerdos, vacas o pollos, provocó que la población europea dispusiera de una mayor cantidad de proteínas en su dieta diaria. Sería muy largo enumerar todas las plantas arribadas de América, pero lo cierto es que tres quintas partes de los cultivos que existen hoy en el mundo proceden del Nuevo Mundo. Además, los campesinos de los Andes fueron los primeros en inventar la conservación de los alimentos mediante la congelación y la desecación.
Este éxito alimentario no hubiera sido posible sin una elaborada tecnología agrícola, fundamentada en el desarrollo de complejos sistemas de reproducción de plantas y de una cuidadosa selección de semillas, convirtiendo a los campesinos indígenas en los mejores fitogenetistas del mundo. Y todo ello usando desarrolladas técnicas de cultivo que hoy en día empiezan a ser valoradas, como el uso de combinaciones de plantas para evitar enfermedades o insectos perjudiciales, o el desarrollo (que en la actualidad llamaríamos sostenible) de técnicas agrícolas en bosques o selvas. En última instancia, toda esta sabiduría, desarrollada a lo largo de siglos, tendría también sus referentes culinarios, con productos como la papa, el maíz, el pimiento o el tomate, que todavía persisten en sus lugares de origen, desde Costa Rica hasta México. Una sabiduría que no se restringe a lo alimenticio, sino que se ramifica en aspectos tan esenciales como la farmacopea y la medicina, realizando un exhaustivo recorrido por todas aquellas medicinas naturales que nos legaron los indoamericanos, sobre todo la quina, que en quechua significa “corteza”, y que sería una de las bases farmacológicas de la quinina, el medicamento esencial para la prevención de la malaria.
Hay que suponer una cierta idealización de esas sociedades que poco a poco iban extinguiéndose, pero de lo que no hay duda es de la existencia de un sustrato político indígena radicalmente opuesto al de las monarquías europeas o a los sistemas nobiliarios del Viejo Mundo. De ahí que Weatherford sostenga la idea, en absoluto descabellada, que fue el contacto de los europeos con las sociedades igualitarias americanas lo que daría paso a las ideas de igualdad y democracia de la Ilustración. Como afirma el autor: “La democracia igualitaria y la libertad deben muy poco a Europa.
Provocador, sin duda, pero conclusivo por la exhaustividad de su análisis. Yendo algo más allá, Weatherford sitúa el origen de la primera Constitución del mundo, la estadounidense, en las tradiciones indoamericanas de la época. Lo cierto es que los colonos ingleses que llegaron a las virginales tierras norteamericanas no llevaban consigo ninguna tradición democrática ni republicana.
Lo que hicieron los "Padres Fundadores" de los Estados Unidos fue ensamblar con sensatez lo mejor de diversos sistemas de gobierno, desde el parlamentarismo británico hasta las ideas federales de la Liga Iroquesa. Los iroqueses fundaron su Liga en algún momento entre el año 1000 y el 1450, bajo una constitución llamada Kaianekerowa o Gran Ley de Paz, y reunía a cinco grandes naciones indias: los mohawk, los onondaga, los seneca, los oneida y los cayuga. Cada una contaba con un consejo compuesto por delegados, los sachem, que decidían sobre las necesidades de su territorio, para luego reunirse en el Gran Consejo de la Liga en los que se sentaban a decidir asuntos de interés común. En palabras de Henry Lewis Morgan, primer antropólogo de Noteamérica, el consejo “declaraba la guerra y hacía la paz, enviaba y recibía embajadores, entraba en tratados de alianza, regulaba los asuntos de las naciones subyugadas, recibía nuevos miembros en la Liga, extendía su protección hacia tribus débiles, en resumen, tomaba todas las medidas necesarias para promover su prosperidad y ampliar sus dominios.” En última instancia, y a diferencia de los gobiernos europeos, la liga combinó la soberanía de varias naciones en un solo gobierno, en una estructura que hoy llamaríamos “federal” y que fue uno de los ejes de formación y creación de los Estados Unidos. De hecho, sería el famoso Benjamin Franklin, en su calidad de impresor oficial de la colonia de Pensilvania, el que se encargaría a partir de 1750 de entrar en contacto y llegar a acuerdos con las diferentes naciones indias de la zona, convirtiéndose en un experto de sus costumbres políticas, especialmente de la Liga Iroquesa.
Como podemos ver, El legado indígena indaga en todo aquello susceptible de haber sido silenciado por la Historia, llevando incluso a replantear aspectos de enjundia como el origen de las democracias occidentales. Hermoso en su relato, el libro permite al lector adentrarse en los pormenores de una Historia silenciada y, al mismo tiempo, convertir esa Historia en presente vivo, en hecho inconcluso, por no haber sido explicado adecuadamente porque sus protagonistas fueron los perdedores. Porque de eso se trata, de narrar las verdades de esos perdedores sin los que los vencedores hubieran podido celebrar su triunfo.

Fuente: https://chamanesshu.blogspot.com.ar Imagenes: Pinterest - http://anib.dk -Bandera de la Cofederación Iroquesa- ‪Historia Alternativa‬

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