El último eslabón en la cadena de valor
El término Fintech hace referencia a la integración de dos palabras: finanzas y tecnología. Trata de un modelo especulativo–tecnológico que apela a lo criptográfico. Se utiliza este lenguaje por ser el encargado de estudiar los algoritmos, los protocolos, las técnicas de codificación, la creación de predicciones, o, en su defecto, esconder información para receptores no autorizados.
Por: Alejandro Marcó del Pont
No habrá mensajes ocultos para los lectores de este artículo. Todo lo contrario, será un intento de comprensión de esta nueva oleada de capitalismo virtual. De información manipulada, de secuestro de datos, de billeteras virtuales, monedas imaginarias y comercio electrónico. Debe quedar claramente expuesto que internet no está en la nube, la mayoría está en la tierra y surca los océanos. Los servidores globales no se hospedan en la pobreza, la guerra de los chips no se zanja en el tercer mundo, y la inteligencia artificial y su brutal sesgo, jamás definirá su destino, en las blancas arenas del Caribe.
Para cualquiera de estas batallas es necesario un armamento mínimo. internet, chips, servidores, procesadores, inteligencia artificial. En ellos están incorporadas todas las batallas desde las peleas por la infraestructura digital, centro neurálgico de la comunicación, hasta el robo de datos como sustento de un nuevo modelo de negocios basado en monedas, billeteras y comercio virtuales. Esta idea solo se sostiene con una tecnología que reúna, más información, mayor velocidad, en una mínima porción de espacio, llamado nanómetro (una mil millonésima parte de un metro).
Comencemos con la conectividad o la vida submarina de internet, ya que sin ella no tendremos ninguna de las batallas posteriores. Gran parte de los datos que utilizaremos en el artículo son del periódico Asia Times, cuya página está alojada en un servidor de Estados Unidos, por lo que ya utilizamos un cable submarino. Los operadores de telecomunicaciones, los operadores móviles, las corporaciones multinacionales, los gobiernos, los proveedores de contenido y las instituciones de investigación dependen de los cables submarinos para enviar datos a todo el mundo. En última instancia, cualquier persona que acceda a internet, independientemente del dispositivo que esté utilizando, tiene el potencial de utilizar cables submarinos.
A finales de 2021 habrá aproximadamente 436 cables submarinos en servicio en todo el mundo, con algo así como 1.3 millones de kilómetros. Los proveedores de contenido, como Google, Facebook, Microsoft y Amazon son importantes inversores en cable nuevo. También tenemos en cuenta empresas como Apple, LinkedIn (ahora propiedad de Microsoft), Dropbox, IBM, OVH, los proveedores de contenido chinos, Alibaba y Tencent, etc. Para resumir, el tendido de cable submarino se ha vuelto un problema de geopolítica y negocios.
De repente, la preocupación por la seguridad de lo que transporta los cables se volvió central. La desconfianza se convirtió en cardinal, si China tiene acceso al control. Esta lógica aumentó desde que Huawei Marine comenzó a tender cables submarinos y a participar en licitaciones. Washington envió una nota diplomática a los Estados Federados de Micronesia y Kiribati expresando preocupaciones estratégicas porque Huawei ganó una importante licitación. El cable que conectaría a Los Ángeles con Hong Kong, un ambicioso proyecto de datos submarinos, propiedad de Facebook y Google, no se llevaría a cabo, por recomendación de Federal Communications Commission, dados motivos de seguridad nacional.
Pinchar los cables de fibra óptica terrestre es una constante en el programa de espionaje británico Tempora, puede acceder legalmente a las informaciones que corren por territorio británico. Ahora pinchar los cables en el mar es un arte y al parecer, tanto barcos como submarinos estadounidenses y rusos no solo pueden usarlos para cortar cables bajo el mar sino también (se sospecha) para “pincharlos” y acceder de modo ilícito a su contenido, obviamente en tiempos de paz.
Hay muchas publicaciones respecto al robo de información, el problema es: ¿para qué se usa el botín obtenido? En principio, todas las empresas de ambos bandos, chinos y americanos, cooperan con los servicios de inteligencia nacionales para una multiplicidad de fines, desde espiar a propios y enemigos (ciberespionaje), y en el caso comercial para dirigir sus ventas o guiar la publicidad de manera más acertada. Lo ha hecho Google, prestando su plataforma al Departamento de Estado y Facebook para ganar el Brexit o en elecciones sudamericanas. Del lado chino, Didi Global, empresa de transporte, fue acusada de apropiarse ilegalmente de datos personales de los usuarios; mismo sistema que utiliza Tencent y Alibaba, más allá de sus comportamientos anticompetitivos.
Eli Pariser, escritor y crítico de las redes sociales, analiza en el libro “El filtro burbuja: cómo la web decide lo que leemos y lo que pensamos” el fenómeno de la selección mediante algoritmos de empresas como Google, Facebook o cualquier portal de noticias, explica las graves consecuencias que tiene esto sobre nuestra recepción de información y, en consecuencia, sobre nuestra forma de pensar.
Es posible que toda la información que recibimos está pensada para cada uno de nosotros y que todas nuestras redes sociales son pequeñas burbujas de información, que operan de manera que veamos noticias e informaciones que se adecúan a nuestra forma de pensar o de la necesidad de consumo. Y aquí radica la importancia de saber que internet no es global, los servers están en lugares bien definidos. La matrix, según el genial artículo “Hacia un mundo digitalizado”, se concentra en Silicon Valley y en China, donde se reúnen el poder económico y el poder ideológico.
La regulación de los Estados nacionales brilla por su ausencia, solamente Brasil, con la Ley del Marco Civil de Internet, trató de reglamentar derechos y obligaciones de usuarios y proveedores en materia de neutralidad de red y protección de los datos personales, convirtiéndose en el único país del mundo en hacerlo. Su reglamentación fue el 11 de mayo 2016, el 12 de mayo Dilma Rousseff fue separa del cargo y se confirmó su juicio político. Casualidades del destino.
Se pueden mencionar de manera breve tres novedades implementadas en el Ley. En primer lugar, prohíbe las estrategias de Zero Rating, es decir, los acuerdos entre empresas que privilegian el tráfico de aplicaciones propias en detrimento de terceros. Desde la iniciativa Internet.org, el disfraz filantrópico de Facebook para seguir ganando usuarios, hasta la imposibilidad que las telefónicas puedan reducir la velocidad, suspender o cobrar paquetes de datos de internet fija de sus clientes. En segundo lugar, implementar un modelo tripartito de fiscalización entre la Agencia Nacional de Comunicaciones, la Secretaria Nacional del Consumidor y el Sistema Brasilero de Defensa de la Competencia. Por último, las empresas de internet, como Whatsapp (Fecebook), deben tener sede judicial en Brasil y deberán cumplir las disposiciones del marco civil y responder las demandas de los reguladores brasileros.
Este nuevo modelo de beneficio, al que nadie regula, necesita de la extracción y procesamiento de datos personales, empresarios o institucionales, y un patrón monetario que haga juego con el filtro burbuja, el capitalismo de plataforma y el internet de las cosas, este sistema que permite conectar elementos físicos cotidianos con internet. Para realizarlo necesita un mecanismo de inteligencia artificial que guíe y profundice la tendencia del sector tecnológico, con varios determinantes. El patrón de desarrollo tecnológico, comercial y monetario debe tener un proceso acorde al sentido hacia donde el país o la región quieren guiar su economía.
La frase de Henry Kissinger, “Quien controla los alimentos, controlará a la gente. Quien controla el petróleo, controlará a las naciones. Quien controla el dinero controlará al mundo” sigue teniendo vigencia, pero ahora tecnológica. La última cadena de valor de la que hablamos son los consumidores. Este capitalismo inteligente necesita una moneda, pero de una moneda virtual. No importa su nombre sino la idea. Las monedas tradicionalmente tienen tres usos: reserva de valor, de unidad de cuenta y de medio de pago. Las criptomenadas, al tener gran volatilidad, no son una reserva de valor, de hecho, se utilizan para especulación, tampoco son unidad de cuenta porque no hay balances expresados en criptomenadas y, desde el punto de vista transaccional, son bastante limitadas, hasta ahora solo aceptada en El Salvador.
El eyuan, o yuan digital, que diseña el Banco Popular de China, está siendo probado por entidades de primer nivel en su territorio y dos gigantes de la tecnología: Alibaba y Tencent. Es obvio que la idea del Banco Central es trasladar de manera activa su experiencia más allá de su propia jurisdicción para esquivar el sistema internacional de la Society for World Interbank Financial Telecommunication (SWIFT) del área dólar manejado por Estados Unidos, e implementarlo como pago fuera de sus fronteras.
Esta prueba de una moneda virtual retumbó en la mismísima Casa Blanca. Si bien Jorome Powell, presidente de la Reserva Federal estadounidense, aclara que no tienen prisa por lanzar una moneda digital del banco central, mientras el proyecto del FEDCOIN avanza a todo vapor porque en la realidad en esta pelea no está Estados Unidos sólo. El Reino Unido llamó a crear una divisa virtual que reemplace al dólar en el comercio internacional, Francia prueba el euro digital con bancos de primer nivel y Rusia está avanzando en el rublo digital (como novedad, no requerirá de conexión a internet para algunas operaciones)
Si las principales economías del mundo avanzan en tener su propia moneda digital, surge una pregunta: ¿qué pasará con el dólar como divisa de intercambio internacional?
Lo mismo que quieren las compañías chinas, lo quieren las americanas para su negocio una vez obtenido el tan laborioso hurto los datos. Poder tomar y con lógica algorítmica marcar la propensión de la concentración a través de las plataformas publicitarias y de consumo, es la idea. Esta tiene un cierre, si, como lo intentó el proyecto de Facebook de lanzar Libra, una moneda digital de alcance global y cotización estable, atada a una canasta de divisas fiduciarias, como el dólar y el euro. La idea en su conjunto es una mayor expansión de las compras y pagos electrónicos.
Nos quedan dos cosas por revisar, la guerra de los chips y su lógica, que envuelve a toda la inteligencia artificial y su progreso debe ser acorde a la mirada de desarrollo del país. Aquí hay dos componentes, los datos que dan sustento a las bases y la cantidad de información que se puede introducir en ellos, Chips. La lógica de los algoritmos es que buscan detectar patrones para luego utilizarlos. El elemento central entonces o la materia prima, son los datos para realizar predicciones. O sea, aprender a través de datos, lo que se llama algoritmo supervisado.
Los datos pueden ser imágenes, sonidos, textos, no importa, para nuestro interés el ejemplo del artículo Inteligencia artificial y sesgo algorítmico nos servirá en este caso para demostrar la importancia local de los desarrollos tecnológicos. Un programa de reconocimiento facial, llamado Espejo Aspire, debía reconocer la cara de su creador, con un software y una cámara, detectar sus movimientos. Esto no sucedió y el problema de su magro funcionamiento se descubrió cuando su autor se puso una máscara blanca. ¿Por qué la computadora lo detectó con tal máscara?
Los modelos pueden ser sexistas y racistas, pero en este caso en particular, nos ayudará a entender la lógica nacional de los desarrollos, es que los datos recolectados de imágenes para el reconocimiento utiliza en su mayoría imágenes de Estados Unidos, reflejando una realidad propia del hemisferio norte. Y a pesar que ImagenNet, el proveedor de datos, tenga millones de imágenes, su sesgo hacia una raza hace que los modelos tengan problemas en reconocimiento de personas con piel morena. Esa es la explicación de la máscara blanca. Lo que lleva a que Asia debería realizar su reconocimiento facial con sus propias reglas.
Con la pandemia varias cosas cambiaron en el mundo, pero, básicamente, en lo que respecta a los chips, se modificó su producción. Los que estaban destinados a la industria automotriz, cuyas ventas se pulverizaron durante 2020, fueron sustituidos para los de telefonía celular, notebooks, consolas de juegos, dada la demanda por aislamiento social de la pandemia. Con la vuelta a normalidad de manera progresiva, la industria automotriz se encontró que las computadoras de sus autos carecen de chips, y por lo tanto, la mayoría de ellas dejará de producir entre 700 y 1.2 millones de vehículos. La industria de los chips modificó el sesgo de su producción hacia el entretenimiento, disminuyendo el de la industria automotriz. La dificultad presente en su producción es que el reacomodamiento de una industria a otra no es inmediato.
Se llegó a la conclusión, con esta escasez, que China no tenía la cantidad ni la capacidad de construir los chips que necesitaba. Semiconductor Manufacturing International Corp. (SMIC) de China, la segunda fábrica mundial de chips, después de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), decidió invertir 8.9 MM de dólares en una nueva fábrica en Shanghái para producir chips. Pero también salió a la luz el desesperado pedido de los fabricantes americanos, Intel entre ellos, para obtener beneficios fiscales para modernizarse, ya que no hacen chips, ni semiconductores en EE.UU., y los que lo hacen se encuentran a años luz de las medidas que está manejando TSMC.
En septiembre del 2020, la Asociación de la Industria de Semiconductores de Estados Unidos público un informe que reclama que la presencia nacional de semiconductores es central para los suministros, la competitividad y la seguridad nacional americana. La producción de semiconductores se ha desplomado en la última década porque el gobierno no ofrece incentivos.
Con una inversión subsidiada de U$S 50 000 millones, Estados Unidos pretende retomar la carrera perdida. Lo que era un talón de Aquiles chino, terminó siendo un agujero negro americano, sobre todo en términos de miniaturización, donde Estados Unidos está dos generaciones por detrás de TSMC, y ha intentado con sanciones maniatar a China.
El capitalismo ha encontrado un nuevo modelo de acumulación en el cual la mayoría de los países del tercer mundo están afuera. Cobrar impuestos como los europeos a las BigTech, o Australia, que obliga a las grandes plataformas a que paguen a los medios nacionales por sus noticias, así como la regulación brasilera, parecería ser la primera línea de acción para poder participar, aunque de manera tangencial, en el juego.
Fuentes: El tábano economista [Imagen: Red de cables submarinos de internet] - https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2021/09/26/el-ultimo-eslabon-en-la-cadena-de-valor/